Cap.#2

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Están sorprendente. Tan surrealista. Quiero decir, de la noche a la mañana mi vida cambió. Literal.

Me encuentro siendo llevada de la forma más indignante posible. Es decir, ni siquiera accedí a esto, ni nos conocemos y el mastodonte ya cree que tiene cierto poder sobre mi.

Las ganas de gritar de frustración e impotencia me ganan y grito y pataleo -o eso trato, pero mis piernas están bien sujetas a sus brazos-. A lo mejor les parezca una rabieta de una niña pequeña, pero no me importa.

Veo como nos acercamos a un SUV negro y mi desesperación crece. 'No!' Mi mente grita, aunque mis instintos me dicen otra cosa.

Antes que nada, quiero aclarar que no es solo el hecho de no poder pasar más de fiesta en fiesta, o no tener libertad sobre mis acciones el que repudie tanto el estar emparejada sino... Bueno, mis sueños no se reducen a encontrar a mi pareja y tener hijos, y vivir felizmente en una manada. No, lo que yo quiero es viajar, conocer nuevas culturas, nuevas personas, nuevos amores... Vivir. Quiero ser una mujer exitosa, con un gran imperio por debajo de mis pies, y en ese imperio no entra la manada. Es por eso que hace mucho que deje de ser parte de una manada.

Cuando estaba en la manada, al cumplir quince me di cuenta cúal era la única felicidad que podría obtener quedandome allí: encontrar a mi compañero y tener hijos para despúes quedarme en casa cuidandolos y haciendo las tareas del hogar. No sé como sean otras manadas, pero la mía en su mayoría eran un grupo de machistas, así que todos estaban bien con ello. La mujer se queda en casa, y el hombre trabaja.

Volviendo a donde me encontraba ahora: en los brasos de quien se supone que fue hecho para mí.

Sin ninguna delicadeza fui lanzada dentro del auto, sin perder tiempo alguno me aproximo lo más rápido posible a la puerta para abrirla. Mientras que escucho como la otra puerta es cerrada abro la puerta y comienzo a correr como jamás he hecho en mi vida.

Mi vida, mi libertad, todo depende de cuan lejos y rápido corra.

No puedo transformarme, hay humanos, y estoy en la calle principal frente a un lujoso hotel.

Escucho como profiere una maldición y corre detrás de mi. Es rápido pero mi vida está pendiendo de un hilo, así que le voy ganando como por veinte metros. Veinte metros que se van acortando, ¡carajo!

Duré unos minutos corriendo, o menos.

Y contra toda expectativa es porque yo llegué a mi auto.

Dos manos se posan en el vidrio de mi ventana casi con desesperacion. Miro al dueño de las manos y mierda. No está para nada feliz. Tiene su ceño fruncido y sus ojos estan completamente negros, mientras que

Que pena por él. Restrinjo mis ganas de sacarle la lengua y la mala seña.

Solo tengo 18, no puedo encadenarme así con alguien.


¡No quiero estar contigo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora