Uno de los temas en discusión en las últimas décadas ha sido el del posible fin de la imagen moderna del mundo.
Tal vez estemos entrando en una forma nueva de ver el mundo y de razonar sobre él, que empezaría a dejar atrás
el pensamiento llamado "moderno".Pero la discusión resulta estéril, o superficial al menos, si no precisamos justamente lo que podemos entender por "pensamiento moderno".
¿Estamos realmente en las postrimerías de una nueva manera de ver y de pensar el mundo, que dimos en llamar "moderna", o vivimos sólo una transformación parcial, más o menos pasajera, una variante en suma, del mismo pensamiento moderno? Cualquier respuesta exige caracterizar
lo que entendemos por "pensamiento moderno"."Modernidad" tiene muchos sentidos. En todos los tiempos se ha usado para distinguir la novedad, que írrumpe en la sociedad establecida y anuncia un cambio, de la reiteración de las formas de vida que continúan el pasado. En ese sentido, las "vanguardias", las propuestas nuevas de pensamiento, la adhesión a las innovaciones aunque sean pasajeras, suelen calificarse de "modernas",cualquiera que sea su contenido. Pero, en otro uso del término, por "moderna" entendemos tanto una época de la historia de Occidente que sucede a la Edad Media, como
la forma de vida y de pensamiento propios de esa época.
Es este significado del término el que aquí nos interesa.La época "moderna" comprende un lapso muy amplio, lleno de vicisitudes, transformaciones, contradicciones internas. ¿Cómo caracterizarla? Podemos partir de una idea regulativa, para descubrir un camino. Por variables y aun contrarias que sean las creencias, actitudes, valoraciones, programas de vida de una época, podemos buscar ciertas ideas básicas, supuestas en todas ellas, que permanezcan y determinen las otras manifestaciones como propias de
esa época. Las demás creencias y actitudes, por distintas que sean, las aceptan como un trasfondo incuestionable. Si contradicciones hay, se levantan sobre el supuesto común
de aquellas ideas básicas. Antes que una doctrina, formulada en enunciados precisos, esas ideas expresan una
manera de pensar las relaciones del hombre con el mundo,
una preferencia por ciertos valores y un estilo general de razonar, implícitos en varias doctrinas. No se trata de un
sistema de pensamiento sino de una mentalidad. Naturalmente que esta manera de pensar coexiste, durante toda la época, con la antigua, a la cual a menudo se enfrenta. Incluso, al principio es aún la antigua visión del mundo la que da carácter a la sociedad y sólo en unos cuantos espíritus se expresa el nuevo pensamiento. Pero es este último el que está preñado de futuro, es él el que termina dando su especificidad a la nueva época.Las ideas básicas que caracterizan a una época señalan la manera como el mundo entero se configura ante el hombre. Condensan, por lo tanto, lo que podríamos llamar una "figura del mundo". Una figura del mundo empieza a brotar, lentamente, en el seno de la anterior. Primero es patrimonio exclusivo de unos cuantos, luego se va poco a
poco generalizando hasta convertirse en el marco incuestionable de la época. Una vez que se ha vuelto predominante, si algunos empiezan a impugnarla, puede tratarse de resistencias del pasado o de fenómenos disruptivos
pasajeros, pero puede ser anuncio también del ocaso de la época. Porque una época histórica dura lo que dura la
primacía de su figura del mundo.Generalmente se suele entender por "pensamiento moderno" una forma de pensamiento racional que tendría
su expresión más clara en el siglo XVIII. A menudo, la idea de la historia y del mundo ilustrada, su proyecto de racionalidad, se toman como paradigma de la "modernidad".
Pero, en realidad, sus orígenes son más antiguos. Empiezan con la ruptura de la imagen medieval del mundo y con
la aparición paulatina, en algunos ingenios, de una nueva.
Las ideas ilustradas y su legado en los siglos posteriores, se levantan sobre esa previa manera de sentir y pensar el
mundo, nacida de la ruptura del mundo medieval. La ruptura se inicia en el Renacimiento. Es en los siglos xv y
XVI cuando se manifiesta el primer germen de lo que será un giro decisivo en la imagen del mundo y del hombre y
en el modo de pensar sobre ellos. Este germen no es universal. Aparece en algunas ciudades de Italia y de los Países Bajos. Allí empezará a forjarse la figura moderna del mundo cuyo desarrollo verán los siglos siguientes.
La imagen moderna del mundo empezó a formarse en el espíritu de unos cuantos hombres de avanzada en su
época, pero no podemos marcarle inicios precisos. Podríamos incluso perseguir hacia atrás ideas precursoras, hasta
el siglo XIII tal vez, con el desarrollo de los burgos medievales como no han dejado de hacerla algunos estudiosos.
¿No encontramos en un San Francisco, en un Dante, un Petrarca o un Giotto vislumbres, dentro del espíritu del Medioevo, de lo que habrá de ser la imagen renacentista del mundo? Porque una época no presenta fronteras precisas. Con todo, para captar su espíritu, podemos detenernos en algún momento, allí donde se manifiesta, no ya en rasgos aislados de figuras singulares, sino en ideas compartidas por un grupo, que empiezan a marcar un estilo de pensar común. Esto sucede en los siglos xv y xVi. Otra advertencia. La nueva figura del mundo no remplaza abruptamente a la antigua. La mayoría de la gente sigue pensando en términos del Medioevo. Es apenas un grupo reducido de humanístas, de artistas, de hombres de empresa y renovada virtú; los que le abren camino, no sin fuerte oposición del pensamiento antiguo.Tampoco tiene todo el pensamiento importante de esa época el sello de la modernidad. Basta pensar en nombres
como Savonarola, Lutero, Thomas Münster o Ignacio de Loyola para comprender que no todo el pensamiento del siglo XVI es renacentista. Ernst Troelsch, por ejemplo, pensó que Reforma y Contrarreforma fueron movimientos pertenecientes al ámbito de la cultura medieval y contrapuestos a las tendencias características de lo que llamamos "Renacimiento".Ésta no es pues una historia del pensamiento en los siglos XV y XVI, ni siquiera de la fílosofía renacentista. Pocas épocas han contado con estudios tan ricos como ésta; yo no puedo tener la pretensión de añadir nada substancial a obras ya clásicas, como las de Burckhardt, Gentile, Cassírer, Saitta, Kristeller, Garin, Baron y algunos otros. El tema de este ensayo es distinto: los orígenes y la crisis del pensamiento moderno. Basado en gran medida en las obras mencionadas, pretende ser una revisión intencionada del Renacimiento, dirigida por una idea circular: a partir de la situación actual del pensamiento comprender el de aquella época, a partir del Renacimiento precisar la situación del pensamiento moderno. Habremos de partir así de una idea previa de lo que tenemos que buscar, y ésta sólo puede provenir de la conciencia de nuestra época. A partir de la crisis de la modernidad buscaremos los inicios de ese pensamiento en crisis. Por ello sólo destacaremos algunos rasgos distintivos de los siglos pasados, en los que podamos reconocer los primeros esbozos de lo que nosotros llamamos pensamiento moderno, y ésa sera
quizás la mejor manera de precisarlo. En efecto, ¿que mejor para comprender nuestra época y las transformaciones
que anuncia, que verla en sus orígenes? ¿Que mejor para descubrir las ideas supuestas en nuestra imagen del
mundo que perseguida allí donde era germen, anuncio?Ver en suma, el hombre moderno en la frescura de sus inicios, en el entusiasmo de su primer descubrimiento.
No perderemos pues de vista, en ningún momento, la perspectiva actual, buscaremos en el pasado lo que pueda
iluminar el presente. De allí que destaquemos en el Renacimiento lo que resulte más vivo para nosotros y dejemos, en cambio en la sombra otras facetas que en esa época pudieron ser más importantes para quienes las vivieron. Quizás algunos se sorprenderán de ver allí ideas que creían de
última hora de reconocer una imagen familiar del hombre y del mundo, aunque· dibujada con trazos y matices
distintos. Porque lo que para nosotros esta teñido de desencanto velado por un templado escepticismo, allí era
entusiasmo, alborozo de un mundo en sus comienzos. Nuestro viaje tratará de precisar las ideas centrales que engendraron ese mundo. Por contraste con esas ideas, esperamos
que se dibuje con mayor nitidez el perfil de nuestro pensamiento actual y del que podría sucederle en el futuro.Los primeros siete capítulos verán el Renacimiento a la luz del pensamiento moderno, los últimos tres reflexionarán sobre el pensamiento moderno a la luz del Renacimiento.