Capítulo 4

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Sentí que mis articulaciones se volvían inmóviles. No podía creerme lo que veían mis ojos y mucho menos me creía lo que las vistas causaban en mi cuerpo. No quería, juro que no, pero recorrí su anatomía con la mirada, encontrándome completamente embobado con las curvas de aquella odiosa mujer. Tal y como había temido mi "amigo" me traicionó. El simple hecho de observarla a través de las cámaras de seguridad de la piscinas se convirtió en algo casi desquiciante, y en ese momento, mientras la tenía frente a mí, completamente desnuda, no supe de la manera que debía actuar. ¿Seguía escuchando a la cordura, negándome a caer o... mandaba todo a la mierda y me entregaba a las garras de Ana?  

—¿Son cosas mías o el pajarito a despertado de su letargo?—Preguntó burlona, sonriendo descaradamente.  

Me habría encantado tener alguna manera de justificarme, tristemente allí solo estábamos ella y yo, por lo que negar que la respuesta de mi cuerpo no la producía Ana fue rápidamente descartada.  

Nervioso, como pocas veces lo estaba, me agaché procurando no mirar su desnudez. Recogí la toalla y se la tiré de la peor manera.  

—Tapate. 

Las cejas casi le tocaban el nacimiento de su pelo rojo y por primera vez pareció desconcertada. Suponía que Ana no acostumbraba a recibir rechazos, solo había que verla, cualquiera caía a sus pies. Pero yo no era cualquiera y me negaba a ceder.  

Apretó los dientes y se cubrió, ocultando unas vistas que por mucho que odiara la idea, me gustaban. Me dio la espalda, por lo que entendí que allí terminaba la partida. Le di una rápida ojeada a la parte trasera de su anatomía, que aun cubierta por el suave algodón, se marcaba ligeramente. Virándome me encaminé a la salida, ignorando los gritos de mi cuerpo por que regresara y tomara a la pelirroja como ella deseaba que lo hiciera.  

—Puedes decir que no me deseas todas y cada una de las veces que quieras, Alekséi—Oí que decía tras de mí, por lo que me giré, encontrándome a una seria y segura Ana— Pero tanto tú como yo sabemos que mientes.  

—Ana...—Intenté corregirla, aun sabiendo que perdía el tiempo, pero ella se adelantó.  

—Entiendo porque lo haces. Te has aburrido de relaciones vacías y sexo desconocido. Buscas algo más—Sus palabras me dejaron de piedra. Ella sonrió.—Mira, si me conocieras tan solo un poco sabrías que nunca me rindo cuando quiero algo, y no te voy a mentir; te deseo a ti. Y probablemente desistiría si supiera que no sientes lo mismo, pero tu cuerpo te delata. Así que no me andaré por las ramas; tú quieres encontrar al amor de tu vida y yo te quiero en mi cama, por lo que te propongo algo.  

No debía seguir escuchándola. No debía, aún así me crucé de brazos, indicándole que continuara con un movimiento de cabeza.  

—El amor no es algo fácil de encontrar, por lo que seguramente, dado a tu especie de promesa, pasarás un largo tiempo sin sexo, por lo que me ofrezco a ser una especie de...—Paró unos segundos, buscando la palabra adecuada y al encontrarla sus ojos me perforaron— bálsamo que alivie tus tensiones.  

La miré de hito en hito, sin poderme creer la oferta que me estaba haciendo. Realmente la mujer era obstinada y supe desde aquel momento que no se bajaría del burro. La pregunta era ¿Cuánto podría soportar yo la tentación?  Para mi mala suerte no las tenía todas conmigo, la polla me seguía doliendo debido a la soberana erección que la pelirroja despertó, y eso sin contar los meses que llevaba en sequía.  

Probablemente nuncaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora