Dispuesto a todo

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Esteban:

Observo el reloj en mi escritorio que marcaba las 7:40 pm. Hoy tenía reunión con los socios hasta muy tarde para tomar decisiones de las próximos acuerdos que realizaría la empresa con otras empresas internacionales. Aunque mi mente debía de estar enfocada en ello, por más que lo intentara no podía. Otro asunto ocupaba los rincones de mi imaginación... o más bien otra persona. Ella. No había parado de fantasear todo el día. Ni antes ni ahora pude olvidarla, pero ahora estoy en un estado agravante. 20 años sin acariciarla, sin sentirla, sin saborear sus delicados labios me estaban destrozando. Ahora soy más consciente de ello, quizás fue el hecho de volver a disfrutar por brevísimos momentos de sus besos.

El sonido de la puerta me saca de mis placenteros y angustiantes pensamientos. Era Celia.

—Señor Esteban, Donato ha comunicado que no podrá estar presente en la reunión de socios de hoy. Me acaba de notificar que tiene que resolver unos asuntos personales de último momento.

—¿Te dijo si era algo grave?

—No señor, solo me dijo que era algo personal y que le avisara a usted.

—Gracias Celia. Comunica a Bruno y al resto que se posterga la junta para mañana a primera hora. No podemos reunirnos sin contar con la presencia de todos. —la secretaria asiente y se marcha de la oficina.

Me dispuse a llamar a Donato para confirmar que nada grave le estuviera pasando. Para mi no solo es un socio, también es un amigo y asegurarme de que todo estaba en orden era lo menos que podía hacer por él. No contestó el celular de inmediato, pero mientras recogía mis cosas escuché mi celular vibrar para encontrarme con su mensaje de texto donde me expresaba que quedara tranquilo, que todo estaba en orden y que solo estaba resolviendo unas cosas con Emilia. Me quedé tranquilo y tomé un último sorbo del licor que había estado tomando minutos antes, para luego salir con destino a mi hogar. Necesitaba descansar.

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Al llegar a mi recamara, escucho el sonido del agua proveniente del cuarto de baño. Aparentemente Marcia estaba en casa.

Echo un vistazo rápidamente a la habitación y advierto la presencia de algo tirado en el suelo. Al acercarme me doy cuenta que es la ropa de ella. Me agacho y enredo en mis dedos su ropa intíma.—Tragué en seco.

No pude reprimir el impulso de llevarla a mis fosas nasales. Mis palpitaciones aumentaron de un modo inimaginable en el momento en el que con tanta satisfacción estaba olfateando aquella delicada tela.

Mi mente y mi cuerpo se desconectaron. Estaba totalmente fuera de control. Perdí el dominio de mis movimientos y cuando quise darme cuenta ya me había retirado el saco y mis manos temblorosas estaban posadas sobre la manecilla del cuarto de baño. Era mi apetito voraz el que ahora controlaba mi accionar. Todo el día solo había hecho una cosa: pensar en ella. La desaba y no iba a seguir negandolo.

Entonces abrí la puerta dispuesto a todo, a enfrentarme con lo peor...o quizás con lo mejor. Tal vez ambas cosas, pero que importaba. Yo estaba dispuesto a correr el riesgo.

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