Efecto del vino

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Marcia:

Estaba agotada. Era otro día en el que lidiaba con todos los infortunios de mi vida. Otro día luchando por llegar al fondo de la mentira que me había robado 20 años de mi vida. Otro día soportando los insultos y humillaciones de mis propios hijos sin poder decirles a la cara que soy su verdadera madre. Otro día en el cual debía contender los ataques de Lucrecia; empecinada con dejarme mal parada frente a mis hijos y Esteban.

Estaba verdaderamente exhausta y podía sentir como todas estas desdichas me consumían... me comprimian. Aunque quisiera ser fuerte cada día y mantener esa facha de mujer inquebrantable ante los demás, había veces en las que simplemente me rompía, pero nunca iba a darles el gusto a los demás de verme débil. Eso jamás.

Regresé de la cárcel con dos objetivos firmes: desenmascarar al asesino de Nicolás y recuperar a mis hijos. Solo eso importa y es mi motor fundamental para mantenerme cada día en pie de lucha.

Mientras estacionaba mi auto, se apoderó de mi mente la idea de relajarme con unas copas de vino. La verdad, no soy una mujer de mucho tomar, pero hoy sentía la necesidad de hacerlo. El vino tiene un efecto relajante en mi cuerpo y después de un día tan agobiante era todo lo que necesitaba; relajarme y tener un poco de paz, aunque sea por un efímero momento.

Cierro la puerta a mis espaldas y echo un vistazo a la amplia sala del hogar. Agradezco internamente no encontrarme con la figura de la hermana mayor de los Lombardo, porque justo ahora no tengo ánimos de discutir. La casa se notaba algo solitaria. Solo vi de lejos a Esperanza en la cocina, pero honestamente no me molesté por averiguar donde estaban los demás.
Los únicos que me interesaban eran mis hijos y sabía que llegarían más tarde.

Sin perder más el tiempo, me dirijo al despacho de Esteban para tomar del minibar una botella de vino y una copa, y, acto seguido trasladarme a mi recamara de casada.

Al llegar a la recamara, un suspiro de alivio se escapó de mis labios mientras me acomodaba en el borde de la cama. Esa agradable sensación que experimentas cuando por fin llegas a casa después de un día largo. Aunque no sentiera precisamente que esta fuera mi casa, el hecho de llegar y no toparme con nadie me dio cierta tranquilidad.

Prensé una leve sonrisa y me dispuse a destapar la botella de vino y servime una considerable porción. Tomé un trago y lo degusté con tanto placer. Sin duda el vino era mi bebida favorita, no solo por su exquisito sabor, sino también por todos los recuerdos que me traía.

Me tomé unas 2 copas mientras disfrutaba de mi propia compañía. Verdaderamente me estaba relajando y pensé que darme una ducha caliente sería la actividad ideal para complementar mi momento de paz a solas.

Me levanto del borde de la cama y mientras me oriento al cuarto de baño voy retirando cada una de mis prendas de vestir. Llevaba una falda ajustada, la cual deslicé suavemente por mi trasero y muslos dejándola caer al piso. También saqué mi blusa y, por supuesto, mi ropa interior siguió el mismo camino que mis otras prendas, quedando todo sobre el suelo.

Pensé en recogerlas, pero me apremiaba ducharme. Además, estaba sola ¿qué más daba antes o después? La única persona con acceso a la recamara es Esteban y no iba a llegar hasta muy tarde. Antes de salir de la empresa escuché a Celia comentar que tenía reunión hasta muy tarde con los socios de la empresa.

Sin más, continuo mi trayecto y no puedo evitar disfrutar el frío en mis pies descalzos y la libertad de mi piel desnuda. Había sido un día difícil, pero ahora me sentía tranquila sin importarme nada más que mi propia satisfacción.

Abrí la regadera y sentí como el agua caliente recorría cada rincón de mi cuerpo. Tenía la agradable sensacion de que todo el estrés, las cargas y preocupaciones de mi agitado día se marchaban, aunque fuera solo por un instante.

Y como era de esperar el vino empezó a provocar el acostumbrado efecto en mí. A mi mente llegaron los momentos en los que era feliz en brazos de Esteban. Recuerdos de nuestra primera vez; de sus caricias, de sus besos, de él... iban y venían mientras el agua corría por mi cuerpo. Lo deseaba y mucho... aunque jamás lo volviera a reconocer frente a él.

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