◆ Azul Profundo ◆

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La pasada primavera podría asegurar que vi un ángel en Nueva Orleans, y aunque pasó de largo frente a mí, sentí algún roce penetrar cual bala. Al interior de mi pecho, algo removió la... monotonía. Ojalá supiera lo que fue. Me pareció una vista fugaz de alguna hermosa criatura, y diría que la ambición de cazarlo me consume desde entonces. Me desvive la necesidad de comprender el porqué todo lo que lo rodeaba parecía venerarlo.

Cuando el viento tibio de Abril corrió justo a la salida de su Cadillac V16 LWB Imperial Sedán, bamboleó la costosa piel de su estola, tanto que parecía viva. Su espigada silueta se calcó en el abrigo de paño, y bajo el ala de su fino Fedora se esbozó una nostalgia color azul profundo. Las aves volaron al sonar de los seguros del vehículo, y solo hasta entonces lo noté. Todo blanco y negro excepto él, y así mismo, todo tecnicolor salvo el monocromo de sus ojos. La bizarra pero espectacular antinomia que solo podía provenir de algo que no perteneciera a este mundo...

Solo hasta sentir una bocanada de brisa salitrera salí de aquel estupor que me causó su presencia, mientras él pasó de mí tinturando de un gris sabor tabaco el aire.

"Ciao, bello" Me dijo con un susurro apenas articulado, abandonando la acera rumbo a quién sabe dónde.

Nadie más pareció haberlo visto. Cómo una escena así pasó desapercibida seguirá siendo un misterio para mí. Incluso yo, que suelo destilar perfidia, sé cuando tomar distancia y apreciar la belleza de las cosas, un principio básico de la caza, ver, detallar, esperar... Pero el mundo de nadie más parecía haberse dispuesto a cazar, a detenerse, solo el mío.

Yo me perdí en el ondear de sus rubios cabellos, y él en la multitud ¡Cómo deseaba verlo de nuevo! Quería encadenarlo con alguna tonta conversación, excusarme en un tour de la ciudad, echar la suerte en unos pocos tragos o en un par de habanos. Nada me había intrigado de tal forma desde hacía años, cada mirada, cada camino, cada "imprevisto", todo me era conocido... Hasta entonces.

El mar de gente nos separó abruptamente, mas por el humo perdido por su cigarro al echarme un último vistazo, supe que él también lo sintió, anticipó mi intención y la consintió con sosobra. Sí, nos veríamos de nuevo, aunque lo intenso y asqueroso de la duda estuviera en el cuándo. De cualquier manera, ya enceguecido por mi propósito, asumí juicioso la tarea de esperarlo allí, cerca al puerto. Con el oleaje y el barullo de comerciantes como música ambiental durante un poco más de un mes, deseando escuchar cuanto antes ese delicado fraseo italiano puntuando parco en mi oído.

Para mi suerte, una tarde nublada volví a ver los neumáticos de cara blanca asomarse por la carretera, y por la ventanilla, vi su rostro nuevamente. Lucía tan hermoso y tan harto de la vida como la primera vez, sin embargo, en una exhalación algo en su mirada cambió. Hubo un extraño brillo, tan rápido y efímero como un rayo, uno como el que escapa de nuestros ojos al morir. Quise jurar que era el clima, una diminuta gota de llovizna, un reflejo de metal, pues yo nunca había visto alguien revivir para morir al instante. ¿Cómo, cómo podía soltar así? Dejarlo ir, dejarme ir...así?

Mi corazón, palpitando tan veloz como el ritmo del vehículo, alcanzó a empaparse del charcal que levantaron las llantas desbocadas. Pocos metros después se detuvieron de golpe, ambos, el auto y mi pecho. Y una vez más, estábamos ahí, cara a cara, yo frente al ángel que abandonaba la cabina y él ante el soberbio cazador al opuesto de la vía. Como un deja vu, la ventisca que gestó el mar picado meció su cabello y voló su sombrero. Las diminutas gotas de lluvia se asentaron en sus largas pestañas y sobre su piel de porcelana.

Finalmente, la tan añorada sonrisa se asomó a sus labios. Entre la lluvia y el intercambio de miradas nos hundimos en lo más profundo de la trampa que nosotros mismos tendimos.

Memorias sobre ti || RadioDust OneshotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora