Capitulo 7

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— Esto no puede estar pasando.

La mujer suspiro agobiada al sentir su vestido embarrado de barro, aquello logró simplemente terminar con su paciencia.

— Ese idiota ya me tiene cansada. ¡Mira que mandar una carta con un simple soldado!— refunfuño con molestia. — No tiene la más mínima discreción...

Su enojo era justificado, para ella, Sir. Garte era una deshonra y un pedazo de porquería adherido al calzado de su señor.

¡Lo odiaba a muerte!

— Uf~ maldito...— sacudió sus zapatos al pisar por fin tierra sin barro.

Alzó un poco su vestido y camino por el sendero verde e inclinado. A lo lejos, pudo distinguir al esclavo recargado en un árbol.

Suspiro y apresuró su paso, llegando a estar frente a frente en pocos minutos. Un silencio tenso se deslumbró con la mirada tan seria y fría de ambos.

Ambos no se soportaban pero se toleraban por su señor.

La dama sonrió con prepotencia. — ¿Y bien? ¿Qué deseas de mi, esclavo inmundo?

El hombre mayor ignoro lo dicho por la mujer, por mucho que quisiera devolver sus venenosas palabras, no era el momento. Ya habría tiempo para eso.

— Nuestro señor no puede levantarse de su depresión. — comenzó, borrando la sonrisa de la hermosa mujer. — Hace unos días logre convencerlo de salir al jardín junto al pequeño príncipe. Sin embargo, desde el principio supe que algo andaba mal... — suspiro al recordar todo. — Termino llorando.

Las manos blancas temblaron al escuchar todo. Sintió su corazón latir con dolor y una punzada de culpa la inundó. Su querido maestro estaba pasando por mucho y ella no podía estar ahí para consolarlo.
Cómo odiaba al emperador.

— Entiendo. — la mujer exhaló todo el aliento guardado. Necesitaba calmarse para pensar mejor las cosas. — La situación es grave.

— Más que eso, su magia se está descontrolando. — afirmó con seriedad. — Temo por la vida del segundo príncipe. Y, odio decirlo, pero es probable que nuestro señor no se recupere de una perdida más.

Aquello hizo girar los engranajes de la dama. Su mente estaba centrada en un objetivo, ayudar a su señor.

Esa era su misión, un voto inquebrantable.

— Soy la dama principal de la esclava albina. — murmuro con determinación renovada.— Puedo hacer que caiga, que nunca más  vuelva a levantarse del lugar donde pertenece, es un hecho innegable. Tu más que nadie sabe lo que puedo hacer con los gusanos rebeldes.

Tales palabras hicieron eco en la mente del hombre. No era que no creyera sus palabras, al contrario, era precisamente eso lo que le hacía dudar. Podían deshacerse de la mujer pero, ¿No sería mejor verla retorcerse ante la presencia de su señor?

Ver a su señor demostrar ese lado dominante y sádico que pocas veces sacaba a la luz. Sería perfecto.

— No dudo de lo que puedas hacer, pero no es tu momento.— hizo una mueca ante la mirada fría de la mujer. Suspiro.— Este asunto ha llegado hasta la nobleza, debemos ser precavidos y no perfudicar a nuestro señor.

— ¿Tienes alguna idea en mente?

Sonrió levemente. — No dudes de eso. — aseguro para después negar y volver a su expresión fría. — Tengo noticias no muy gratas...
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Inari beso la frente de su retoño dormido. Por fin había sucumbido al cansancio, su momento de breve tranquilidad le hizo sontirse agotado.

Toda esta mierda lo dejaba sin energía.

"Por fin reaccionaste."

Un retumbar en la habitación lo hizo estremecer. Suspiro con pesadez al sentir movimientos en su vientre, no eran como los de costumbres, estos eran más fuertes. Temorosos ante el peligro escondido entre las sombras.

Las manos tan suaves y blancas temblaron ante la fría brisa. Un toque tan doloroso como desconocido, un toque de mero despecho y odió.

Inari bajo la mirada y contuvo el aliento ante una extraña neblina que tocaba su vientre.

Giro su cuerpo, listo para enfrentar lo que menos esperaba. Solo para ser recibida con un silencio mortal y sofocante, sin ningún signo de que algo estuviera ahí en primer lugar.

Rápidamente salió de su conmoción y se movió para revisar a su hijo. Por suerte, el pequeño príncipe dormía profundamente, moviéndose levemente ante las caritas de su progenitor.
Con una última caricia, junto sus manos y rezó con fuerza a los únicos seres que podrían ayudarle.

Tenía miedo, siempre lo tuvo ante aquella presencia negativa.

— Por favor, por favor...

Imploró ser escuchado y recordado.
Después de mucho tiempo intento hablar más no fue escuchado. No hubo respuesta.

Había sido abandonado por los grandes espíritus. Lo entendía, después de todo el utilizo su poder para derramar sangre inocente.

Sangre de su propia familia manchaba sus manos. Bueno, ¿Quién dijo que era una blanca paloma?

"Y todo por un hombre que no pudo valorar nada de lo que hice."

Dejo de rezar y simplemente bajo su mirada, dejo que todos sus recuerdos pasarán por su cabeza de manera alarmante.

En el proceso, apretó los puños y sintió conciencia latir con una emocion renovada. Algo más oscuro y menos aprobatorio de la humanidad.

Su objetivo se instaló en su mente y alma fragmentada.

Era ahora o nunca, su venganza hacia el culpable de su dolor.

Enderezó su cuerpo y su mirada se volvió afilada, determinada y fría. Sus barreras se levantaron con firmeza y su poder se estabilizó de manera brusca, lastimando su cuerpo, resultando en un hilo delgado de sangre que caía en su nariz.

Pero eso no importaba. Dejo que corriera hasta manchar sus ropajes.

Con un simple movimiento de su manga limpio lo que restaba. Justo a tiempo para que la puerta se abriera y de ella entrara su fiel guardia.

Sir. Garte bajo la cabeza ante la presencia conocida de su señor. Se arrodilló bajo la atenta mirada gélida.

— Mi señor, disculpe la molestia y la interrupción de su precioso tiempo.— mordió su labio de los nervios. — Tengo noticias de Lady Katherine.

Inari mantuvo su inexpresividad por varios minutos. Entrecerró los ojos y sonrio levemente con falsa felicidad.

— Continúa.

— Su majestad el emperador nombrará a la esclava — tragó saliva ante lo próximo a decir. — su amante oficial.


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         Desgracia es lo que te espera.
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                     Maldecido estás y de eso no escaparas.
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Querido eras pero ya no más.

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             ¿Deseas cambiar?
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                          Inari

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