(𝒇𝒖𝒄𝒌 𝒕𝒉𝒆) 𝒄𝒓𝒖𝒔𝒉 𝒄𝒖𝒍𝒕𝒖𝒓𝒆; 𝑗. 𝑡𝑒𝑚𝑝𝑙𝑒𝑡𝑜𝑛

(𝒇𝒖𝒄𝒌 𝒕𝒉𝒆) 𝒄𝒓𝒖𝒔𝒉 𝒄𝒖𝒍𝒕𝒖𝒓𝒆; ²

«Tap, Tap... tun»

Un, dos... tres, un, dos... tres.

Era el ritmo que marcaba el golpeteo de su lápiz contra el pupitre, no lograba concentrarse en la guía de historia frente a ella y lo único que le impedía salir de allí pateado la puerta era el ritmo que había creado, una especie de mantra que la mantenía cuerda.

Desde que despertó esa mañana no había podido concentrarse en absolutamente nada, incluso casi le colocó sal a su té al desayuno, pero ni el regaño de su madre apurada la había hecho volver a la realidad, probablemente nada logrará devolverla a lo normal después de lo que había visto esa noche.

El cuerpo de su compañero de clase, que ya comenzaba a mostrar signos de descomposición era una imagen que quedó grabada en sus párpados como un tatuaje. Sin importar cuanto intentara responder las causas de la guerra fría, su mente volvería al cadáver, cada vez creando escenarios más descabellados, hasta ese momento ya había imaginado al menos tres maneras distintas en las que la policía la arrestaría como sospechosa; en algunos escenarios era por la llamada de una viejita preocupada, y en otros ellos simplemente se presentaban en la escuela e irrumpían la clase para llevársela.

Volvió a pasar su mano por su rostro y miró el reloj en su muñeca izquierda, todavía le quedaba media hora ahí, así que empezó a contestar las preguntas de selección múltiple al azar, quizás si terminaba un poco antes podría salir e ir a fumar al estacionamiento.

Después de haber respondido la mayoría y estando a algunas preguntas de terminar, la maestra de historia se acercó a su asiento de manera poco discreta, parecía algo preocupada, tal vez estaba por decirle que saliera del salón porque la policía estaba afuera.

—¿Dolores? —preguntó suavemente —¿te sientes bien, cariño?

Tenía esa expresión a la que estaba tan acostumbrada, esa que ponían los adultos a su alrededor ante cada comentario o acción que hacía, no siempre se parecía, pero siempre era el mismo todo de voz; siempre preguntaban como si llevara una bomba atada y estuviera a punto de detonarla para matarse a ella y todos alrededor.

Ella la miró de vuelta, sin entender a causa de que iba la pregunta, en lo que a sí misma respectaba, estaba actuando lo más normal que podía e incluso más normal que siempre.

—¿Sí? Digo, sí —y la miró con el ceño levemente fruncido, intentando dejarle esto en claro.

—Oh, lo siento —murmuró la profesora Hicks de vuelta —Es solo que, ya sabes... te vi un poco preocupada con la guía ahí y yo solo... pensé en ver si no necesitabas ayuda con algo.

La profesora sonaba ansiosa, como si la hubiera pillado en una mentira, lo que le pareció raro, pero no hizo ni un comentario al respecto y solo la miró a la espera de que simplemente la dejara en paz., debió entender la señal, porque después de una última mirada consternada, volvió a su escritorio a vigilar a la clase.

Terminó las ultimas preguntas con respuestas que si estuviera más concentrada consideraría mediocres y rápidamente se acercó a la profesora Hicks para entregarle su hoja y preguntarle si podía salir a tomar aire, lo cual accedió rápidamente e incluso fomentó, diciéndole que no se preocupara, pero que volviera antes del final de la hora.

A veces pasaban ese tipo de cosas, Lola no sabía por qué, pero desde hace algunos años, cuando se sentía abrumada en clase los maestros simplemente la dejaban salir del salón y no hacían preguntas, aunque lo encontraba extraño, simplemente decidió después de un tiempo que simplemente les caía bien y tenía un buen promedio.

Así que simplemente se dirigió hacia su lugar especial cerca de la puerta de emergencias trasera palmeando los bolsillos de su chaqueta y su pantalón en busca de su cajetilla y encendedor. Había desarrollado el hábito de fumar el año pasado, ella y Howard estaban solos en su casa y decidieron ver cuál era la gracia de esos cilindros cancerígenos que sus madres tanto adoraban: terminaron ellos mismos con una adicción a la nicotina.