easy | 20

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Rye llamó un taxi, porque aún le temblaban las piernas, tenía todo el cuerpo pesado no quería dar ni un paso más. Se quedó esperándolo sentada en la acera frente al departamento del jodido Lee Jeno, con la cabeza entre las manos y los codos en las rodillas, apenas conteniendo la verdadera necesidad de romperse en llanto ahí mismo.

Era irónico o quizá solo mortificante, mas Rye no pudo evitar pensar en la mañana después de acostarse con Hyunsuk. Lo avergonzada que había estado, cómo había sentido que había tocado fondo. Pero ahora no paraban de llegarle el peor tipo de recuerdos, de los que la hacían realmente querer enterrarse bajo tierra y no salir hasta dentro de tres años, era como si no hubiera sentido verdadera vergüenza nunca antes.

Y, tenía el corazón hundido. No sabía qué hacer con ese hueco en su pecho. No parecía posible el poder lidiar con tal sentimiento de derrota, de vacío, Rye no podía ni aguantar tres segundos sin tener que sorber su nariz y limpiarse los ojos con la manga de su chaqueta.

Como si el resto no hubiera sido suficiente, había tenido la peor mañana posible. De acuerdo, no había tenido sexo con Lee Jeno. Como si eso curara los buenos quince minutos que pasó encerrada en su estúpido baño, entrando en pánico y ahogándose con sus lágrimas.

Bien, Rye no era la mejor persona del mundo, y vaya que había hecho cosas de las que se arrepentía.

Pero, ¿lastimar a Renjun...? Dios, la culpa la estuvo matando. Pensando en lo realmente bajo que había que caer, en cómo entonces no merecería ningún perdón, pero–

¿Perderlo, a él...? Rye sabía muy bien que no podría sin Renjun. Nada, sin Renjun.

Aunque, claro. Tampoco era que acabara todo allí, al Renjun aparecer y recogerla entre sus brazos con desesperadas explicaciones. No había tenido sexo con Lee Jeno, bien. Pero arreglaba poco en relación al desastre que había hecho ella misma de su propia vida, seguía siendo un maldito asco, y seguía teniendo esta bola inmensa de tristeza golpeándole el pecho cada vez que recordaba...

Cada vez.

Y esas eran tantas veces.

Llegar a su departamento, vacío, ser recibida por tal silencio– Rye se sintió tan tremendamente sola que se le arrugó la cara de inmediato. Soltó un ahogado sollozo, su pecho apretándose, y se desmoronó ahí mismo a tres pasos de la puerta, golpear sus rodillas contra el piso la menor de sus preocupaciones. Solo empeoraba su absurda resaca, su cabeza sintiéndose cerca de reventar, destellos de la noche anterior clavándose en su memoria como si no fuera suficiente.

Había sido una imbécil, desde decirle esas estupideces en la cocina, dejar que él– la vergüenza, haber hecho un berrinche frente a media universidad que ni siquiera–

Talló sus ojos con furia, las lágrimas imparables. Los sollozos humillantes. No podía parar de llorar, y se sentía como una derrota.

Y ella sabía que no lo era. Sabía que tenía permitido llorar, dejar salir sus sentimientos.

Pero era apenas un recuerdo de lo patética que se había vuelto, lo lejos que había llegado todo y, ¿para qué?

El pánico que la inundó cuando hubo un toque en su puerta fue mortal. No tenía idea de cuánto tiempo llevaba allí, llorando en el piso, pero aunque lo que le quedaban eran temblores y ese montón de lágrimas secas estaba segura de que era incapaz de atender nada ahora. No hubo duda en ningún segundo de que no abriría. Debía pretender que el departamento estaba totalmente vacío y esperar a que funcionara.

Tapó su boca quizá por reflejo, y por lo menos intentó limpiar su cara. Si llegaba a ser– no podía verlo en este momento, después de la noche anterior, después de todo.

Easy || Lee Donghyuck | HaechanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora