Parte 3

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Nunca hay una buena universidad sin una buena fiesta de bienvenida. No me creerían si les dijera que no quería ir, pero algo decía que lo hiciera. Al llegar el ambiente era muy tranquilo, aunque yo me encontraba bastante tenso, hacía mucho tiempo que no interactuaba con tanta multitud.

Poco a poco se fue llenando de gente, compañeros de nuestro curso, de años más avanzados, e incluso de institutos de arte. Todos se conocían entre ellos, ninguno resaltaba para mi hasta que ella llegó. Ese mechón rosado resaltaba en la oscuridad, junto a sus bellos risos encrespados dándole un estilo ochentero, pero modernizando su look con un vestido negro al cuerpo de mangas largas y espalda descubierta.

Se veía preciosa, en cuanto encontré una vía libre me acerqué rápidamente, pero en un instante me vi aplastado por una horda de chicas que se abalanzaron hacia ella. Supuse que serían sus amigas y volví a donde estaba, mismo lugar en el que ahora se encuentra Travis, el pelirrojo que me comento la situación de Melissa. Compartí un par de palabras con él las clases siguientes, pero la verdad no sabía mucho sobre él, lo poco que supe fue su fascinación por el rock, nacional o internacional. "En la ciudad de la furia" uno de sus favoritos, "Enjoy the silence" uno de los que más repetía en sus playlists. Se notaba de lejos que ambos se habían criado prácticamente juntos, incluso en el delineado inferior que los dos compartían sin darse cuenta.

–¿Qué te parece la fiesta, novato? Unos amigos míos la organizaron y consiguieron la propiedad – mencionaba casi a los gritos una vez estuve sentado a su lado. Puedo asegurarles que aun con el audífono y con Travis a pocos centímetros de mi oído, se me dificulto demasiado poder escucharlo.

–La verdad no soy mucho de fiestas, pero no está nada mal – mencione, para luego voltear a ver a Travis y encontrarlo con dos botellas de cristal en sus manos, su rostro era memorable, seguro ya había consumido un par de estos - ¿Cerveza?

–¡Por supuesto! El oro líquido de los dioses de Asgard – dijo para luego darme una de las botellas, mientras le daba un gran sorbo a la suya – ¿Viste cuánta gente preciosa hay en el lugar?

–Vi un par, pero si estas hasta las manos de alcohol dudo que se te acerquen – destaqué por lo bajo, para luego escuchar la carcajada del joven – hablaba en serio, ¿Cuántas llevas tomando?

–Tres... cuatro... ya no recuerdo – mencionó mientras se ponía de pie y se estiraba – ¡cinco! Y una dulce personita que me dé un beso con aroma a cerveza rubia – dijo para luego irse en dirección a una mesa que actuaba como barra.

El resto de la noche no lo volví a ver, me quedé en el mismo lugar por si llegaba a volver, pero nada ocurrió. Recorrí un poco el lugar en su búsqueda y no encontré nada. Pude percatarme de como Melissa se encontraba alegre junto a sus amigas bailando, perdí la noción del tiempo por unos instantes y retomé mi búsqueda.

Luego de un buen rato de búsqueda, ya rendido me encamine a la salida, pero de pronto mi teléfono comenzó a sonar enloquecido. Veinte mensajes de Melissa preguntándome donde estaba, que no encontraba a Travis, y que escuchaba mucho griterío extraño en el patio trasero y no quería ir sola. No pude terminar de leer los mensajes que ya estaba la señorita a mi lado arrastrándome hacia el patio de la residencia.

Lo que encontramos fue tan horripilante que Melissa no aguanto mucho tiempo viendo la escena, sin mencionar que seguramente ella también tenía unos tragos encima, termino apartándose y vomitando del espanto. Me acerqué a uno de los chicos que se encontraba expectante entre el público y al preguntarle que ocurría no tuve mejor impulso que acercarme a detener la situación. El pobre de Travis le había robado un beso a un chico que, anteriormente ya le venía insistiendo con ello, y ahora el sujeto lo estaba desfigurando a base de puñetazos cerca de una piscina en el patio. Mi primer instinto fue separarlos, no creí que en el intento caería junto a Travis al agua.

La falta de oxígeno en el cuerpo puede generar alucinaciones, de menor o mayor grado dependiendo de cuanto oxigeno llegue al cerebro. Pero muchos en esa fiesta, incluyendo a nosotros sumergidos en el agua, podemos coincidir que se logró escuchar una voz femenina llamando a mi nombre. Nunca nadie habría escuchado esa voz en el conservatorio, tal vez habrán supuesto que era del instituto de arte, pero nunca nadie les preguntó a los artistas plásticos si conocían esa voz.

Cuando logramos salir del agua perdimos de vista a Melissa. Como pude lleve a Travis inconsciente a la salida, allí busque mi teléfono para llamar a una ambulancia, pero me percate que la señorita perdida estaba en el frente con una amiga, anticipando mis pensamientos. La ambulancia llego pocos minutos después, y pudimos llevar a nuestro amigo recién salido del closet.

*

Hacía rato que no pisaba un hospital, poco más de un mes, pero aun así el estar en ese lugar ocasionaba un extraño escalofrío. Extraño principalmente porque nunca había ido con alguien más, ni mucho menos cuando el accidentado es otro. Me encontraba en la sala de espera junto a Melissa, esperando noticias de Travis.

La angustia y miedo que rondaba por el pasillo era algo que ninguno podía disimular, las manos de mi compañía eran gelatina, su nerviosismo iba en aumento, cada minuto que pasaba el ambiente se ponía más tenso. Puse mi mano sobre la suya, estaban heladas, temblaba de frio. Puse el abrigo de Travis para cubrir sus manos y piernas, cruzamos miradas por unos segundos y al instante volteamos cada uno a otro lado. Parecíamos niños, el ambiente no es el indicado, pero con algo debíamos distraernos, y si no se cubría seria la siguiente internada por una gripe. Sus tacos golpeteaban el piso, realmente no temblaba de miedo sino de frio, pero el ritmo era tan pegadizo que no capte que se pudiera tratar de eso.

Realmente era pegadizo. En cuanto sus pies se detuvieron comenzaron mis dedos, chasquidos al mismo ritmo que taconeaba la señorita anteriormente. Ella simplemente me observaba, no entendía si le hacia una burla o si de verdad seguía el ritmo, unos segundos después ella comenzó un ritmo diferente con sus tacones, acompañando a mis chasquidos. El lugar se volvió un video musical, poco a poco sus tacos y mis dedos se volvieron una batería, y en voz baja comencé a tararear cosas sin sentido creando una canción de un sinfín de tonterías.

El temor que sentíamos poco a poco se fue disipando. Lograba ver a Melissa mucho más relajada que antes, y yo a su vez también lo estaba. Tras unos minutos recibimos noticias de nuestro amigo, todo estaba en orden, los golpes que recibió eran superficiales, asique tras un rato que despertara pudimos irnos con calma y los tres casi enteros. 

SordomudaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora