Capítulo 1: La estúpida Cebra de Arte Pop que calló de su libreta

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4-11-18

Odiaba pensar en él. Era engreído, dramático, no muy listo, tenía conmigo un carácter de mierda, jugaba con mis sentimientos y por alguna razón yo seguía sintiendo a unas molestas larvas de mariposa en el estómago cuando me veía con sus brillantes ojos color café. Lo cierto era que ya había intentado ahogarlas más de una vez, y también pensé que tal vez tenía una enfermedad que me hacía sentir eso, pero no lo era.

Se llamaba Omar Alexander Guía, pero yo lo llamaba Alex. Éramos de la misma edad, él había nacido en junio, específicamente el 08, géminis, y yo había nacido un 05 de septiembre, virgo. Tenía los ojos divinos, el cabello ligeramente rizado, que no muchos lo sabían, la piel clara y una sonrisa que me encantaba. Medía 1.74, me lo había dicho alguna vez, y era de complexión delgada. Le gustaba hacer ejercicio, me lo decía constantemente, pero a mí no me molestaba que me dijera eso.

Nos habíamos conocido en la secundaria, y ahora estábamos por terminar la preparatoria, casi seis años de conocernos y el me continuaba poniendo bastante mal. Cuando nos conocimos era un niño tímido, pero bastante lindo, se sentaba a mi lado en muchas clases y nos llevábamos bastante bien. Siempre me hacía reír y era muy cortés conmigo, pero con el paso del tiempo todo dejó de ser igual.

Ahora estudiábamos en escuelas distintas, teníamos horarios diferentes, no nos veíamos mucho, y realmente tampoco nos dirigíamos mucho la palabra, solo en la clase de dibujo nos veíamos, a la que ambos asistíamos juntos. ¡Por Dios! Ni siquiera nos sentábamos juntos ahí, al menos ya no.

Nuestro profesor era de estatura un poco baja, no demasiado, pero Alex le sacaba al menos 10 centímetros. Era divertido y nos permitía trabajar a todos en cosas distintas; en ese momento yo me concentraba en caricaturas y así, quería descubrir mi propio estilo en dibujos sencillos que implicaran mi creatividad, mientras que Guía, trabajaba más en algo un tanto más realista. Solía trabajar el con un par de lápices en B, una goma y un cúter, al principio únicamente trabajaba con su único lápiz medianamente mordido que había encontrado tirado en el piso, y que dibujaba con el al fin de los cuadernos, el que más le gustaba atacar era el de matemáticas, ya que le encantaba que el profesor lo mirara con desaprobación al verlo dibujar en vez de estar trabajando en los ejercicios. La verdad era que yo no lo culpaba, a mí me parecía que era mejor en el dibujo que para las matemáticas, y pensaba que él de verdad debería querer entender el tema para aprender, así que muchas veces aceptaba que lo hiciera.

El chasquido del profesor me sacó de mis pensamientos:

- ¡Reacciona! ¡¿A quién ves tanto, niña?!- Me dijo el profesor con una sonrisa burlona, él sabía en que y en quién estaba pensando yo, pero le encantaba sacarme de mis cabales.

- ¡A nadie! - Respondí un tanto exaltada.

- ¿En qué vamos? - Me inquirió.

- Estaba empezando a dibujar un perro- No era cierto, pero lo haría.

- Está bien, me lo traes antes de acabar para revisarlo- Ordenó.

Tuve que dibujar un perro, de hecho, quería hacer un alíen, pero me tomó desprevenida, al terminar me acerqué al profesor llevando mi libreta, cuando para mí sorpresa ví a Alex, sentado frente al profesor corrigiendo su dibujo de una silla, una maldita silla, era mejor que eso, pero quería dibujar una estúpida silla. Al terminar, Alex se levantó dejándome el asiento de las correcciones libre, así que me dispuse a acercarme, cuando me dí cuenta de que una hoja bastante colorida calló de entre su libreta, la levanté y a pesar de que debía llamarle por su nombre para devolvérselo, no pude, así que únicamente toqué suavemente su hombro, el volteó extrañado y solo salió de mi una tímida voz devolviéndole la hoja. Era un dibujo, bastante lindo, hecho con pintura acrílica de tres tonos de color a distinta saturación, había pintado una cebra en estilo arte pop, al centro. Me hubiese encantado decirle que le había quedado genial, pero por el contrario no me salieron las palabras, hace mucho le había dicho en broma que me hiciera ese mismo dibujo, con esas mismas especificaciones y yo prometería subirlo a mi perfil de Instagram, arrobándolo como el chico más guapo y el mejor artista. Nunca me tomó la palabra. No logré ni mirarlo a los ojos, el agachó la cabeza, y no le quedó más que tragar saliva, darme cortésmente las gracias, con ese tono apenado que a veces me dirigía, y tomar la hoja, guardándola entre sus papeles, para volver a su asiento. Yo empalidecí un poco, tomé aire y regresé a sentarme. El profesor se tomó un momento, sabía que estaba tensa, pero por suerte, yo había mejorado mucho, así que me menciono que estaba perfecto rápidamente y que iniciara otro dibujo.

El resto de la clase la pasé dibujando gatos a pocos trazos como ejercicio de soltura, me la pasé callada, aún a pesar de que nos veíamos dos veces a la semana, ambos, o al menos yo, trataba de no cruzarme con el y mucho menos de tener que hablarle. El se sentaba en la mesa general, y yo procuraba sentarme en un restirador en la esquina opuesta cada vez que podía. Nos evitaba mucho. Antes le hubiese dicho que me quedaría su dibujo, lo tomaría con una sonrisita y el me diría que eso le encantaría, se habría sonrojado un poco y al día siguiente, al vernos después de clase, le habría visto con esa mirada tonta, mientras habláramos por un rato, pero ni esta, ni otras veces volverían a ser así.

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