Había sido una semana realmente pesada, no podía ni un maldito segundo más, pero, para suerte mía, por fin era viernes, no hacía mucho los fines de semana, pero esta vez necesitaba relajarme, había tenido que leer todo un libro bastante extenso, había hecho cinco exámenes, tres proyectos y cientos de tareas, me sentía exhausta y consideraba que ya me hacía falta. Como era costumbre, el viernes no solía ser un día largo sí el resto de la semana había tenido mil cosas que hacer ya que los profesores generalmente se encontraban ocupados quejándose de las muchas cosas que tenían que calificar, así que me dispuse a pasar un lindo y no tan difícil día, aunque el mundo no quería lo mismo que yo. Pasadas las horas, llegando al final del día, nuestra profesora de algebra nos pidió a mí y a mi mejor amiga que nos quedáramos un momento más para ayudarla a llevar las cosas extras que ese día había llevado ya que no podía sola. Acepté hacerlo porque era una mujer encantadora, de cabello prácticamente blanco, de lentes y por encima de cualquier cosa, porque adoraba su clase. Las matemáticas no eran realmente lo mío, sin embargo, ella era una persona bastante aplicada a su profesión, por lo que no era difícil encariñarse con ella rápido y tratar de hacer el máximo esfuerzo todos los días, sin contar que siempre cargaba con una bolsita de algodón, color hueso en la que había algunos dulcecitos que de vez en cuando repartía en clase únicamente por el simple de hecho de que adorara a cada grupo en el cual enseñaba. Lo hicimos como nos lo pidió, mientras nos dedicaba algunas palabras, entre las cuales me mencionó que debería salir un poco más, que era una chica linda y que no debería quedarme siempre en casa, según ella, el mundo me esperaba para verme brillar. No tomé mucha atención a sus palabras y en menos tiempo de lo que creí ya estaba yo en la clase de pintura que tenía ese día.
Iba decidida a pintar algo bonito, y así lo hice. Llevaba un par de día esperando para trabajar con pasteles para hacer una pieza expresionista: exagerada, enojada, triste, muy triste. Sin lugar a duda me había quedado impactante, y sobre todo le había puesto mucho empeño. Había dejado ahí todo mi enojo y frustración de la semana, ¡¿Qué digo de la semana?! Hablo del mes, del año... En esa hoja de papel quedaban muchas cosas que había pensado, pero que decidí no decir; con los tonos azulados desdibujando mi cordura, mi estabilidad, y con los rojos esperando a que materializaran lo difícil que había sido para mí. No estaba realmente segura del porque lo había hecho de esa forma, de esa forma tan expresiva, con ese predominio doloroso de irracionalidad. Por alguna extraña razón me encontraba haciéndolo de esa forma, escuchando música triste mientras lo realizaba, esperando de cierta manera sacar algún sentimiento que me acongojaba que no sabía del todo explicar. Después de todo, el tiempo ya había pasado. Podía ser la fecha, o tal vez el día que daba signos de que sería una noche fría, una noche más, o tal vez era que simplemente estaba desbordada por haber tenido un par de días largos.
Al finalizar la clase, solo quedábamos el profesor, que guardaba sus cosas con prisa, una amiga de la clase y yo, así que en cuanto acabamos de recoger nos dirigimos hacia la puerta, antes de despedirnos para salir. Justo antes de cerrar su salón, el profesor me señaló una prenda morada que yacía en una de las bancas, que yo supuse era para entregársela, así que fui a recogerla para dársela, supuse que era suya o que debía ser de algún alumno de la clase y que iba a guardársela. De verdad, pequé de ingenua.
- Vi en la clase a Omar usando esta prenda, ¿Podrían entregársela? Por favor- Lo vi, juro que sentí una sonrisita maliciosa por parte de mi profesor. - Es que no me gustaría que se quedara aquí, más sí pueden entregársela y saben que aquí pueden tirarla- otra miradita malvada.
- Yo no puedo, profe, de verdad que lo siento mucho, pero no lo conozco muy bien...- Señaló Ana, mi amiga, sin acabar totalmente esta última oración.
- Es que es tan despistado- Movió con desaprobación la cabeza nuestro profesor.
- Pero...- Juro que ella habló con maldad- Ustedes van más o menos por el mismo rumbo, ¿No? Seguro aún lo alcanzas.