Eso era, el salón de química me recordaba a él.
Cristian Báez, ese era su nombre. Era el chico más lindo que había conocido en toda mi vida, era todo un amor. Nos habíamos conocido en la secundaria, y desde ese momento fuimos mejores amigos. Desde que lo conocí, lo llamaba Cris, y eso a el le encantaba, aún recuerdo las primeras veces que yo lo llamaba de esa forma y él se ponía más rojo que un jodido tomate, y en parte por eso continuaba haciéndolo. Era delgado, de cabello castaño muy claro, atlético y cuando nos conocimos era más o menos de mi estatura, sin embargo, cuál fue mi sorpresa cuando en dos años más tarde ya había crecido y ahora era mucho más alto que yo, sin duda continuaba siendo lindo y todos los días me dedicaba una sonrisa. De vez en cuando, me insistía en cargar mi mochila, a lo cual, a veces aceptaba. Supongo que fue uno de mis primeros amores fallidos: hablando claro, ambos nos gustábamos, pero él se dio cuenta antes acerca de esto que yo, la diferencia era que cuando yo noté que él me gustaba fui capaz de ocultar de mejor forma mis sentimientos que él, pues después de que el se diera cuenta, medio salón, incluida yo ya lo sabíamos todo, sin embargo, yo no mencionaba nada. Sinceramente, no sabía del todo acerca de qué haría si llegaba a insinuar algo, pues por mucho que me encantara todo de él, yo no buscaba una relación, ¡Por Dios! Ni siquiera sabía yo qué quería.
Así transcurrió el tiempo, exactamente había pasado un año desde que nos conocimos cuando súbitamente decidió enviarme un mensaje para declararme sus sentimientos: no era para nada ni de cerca su mejor idea, pero yo no le había dejado opciones, no quería responder llamadas y no podíamos vernos. Esa vez, había tomado todo el valor para contarme todo lo que sentía, pero yo pasaba por un mal momento y no quería lastimarlo, porque yo bien sabía que no estaba lista para eso. Ni en ese momento, ni después era capaz de imaginarme en una relación seria, estable, en un amor adolescente que buscase declaraciones de amor cursis: no, yo no quería algo serio ni mucho menos, yo quería disfrutar de la vida, quería ser una alma libre, sin ataduras, ni nada, quería coquetear un momento y luego dejarlo todo ahí, como si nada hubiese pasado: quería entretenerme y pasar un buen rato, para luego hacer como si pasara algo mientras no pasaba nada, porque realmente es que los cuentos de hadas no me iban, y tampoco creía en que encontraría el amor, porque es que el amor ya me había decepcionado, y ese era justamente el problema. El sí era el que por mi daba la lucha, el que me abrazaría cariñosamente cada que pudiera, el que aprendería todos y cada uno de mis gustos, el que me pediría que hiciéramos videollamadas y se preocuparía por mí, pero yo por nadie me arriesgaría a salir herida: sabía que era bueno, pero no sabía que tan buena podría ser yo para él. Traté de tener el mayor tacto que pude y el trató de continuar siendo mi amigo.
Al llegar a tercer grado, ninguno de los podía negarlo: aún había algo, pero también debíamos admitir que ambos habíamos continuado. A mí, en ese momento Alex Guía ya me traía idiota, y él, ya estaba envuelto en una relación tóxica en la que ya no funcionaban juntos, pero en la que ambos seguían ahí. No era nada del otro mundo, sin lloriqueos ni confrontaciones por el pasado de por medio, y también estaba bien, finalmente eso ya había quedado atrás y habíamos tratado de avanzar como si nada, porque ninguno de los dos se atrevía a dar un paso adelante o uno atrás, pero por el otro, sí nos habíamos atrevido a dar un paso a un lado para ser felices, cada uno por su lado.
Ya no nos sentábamos en todas las clases juntos en ese momento porque a los profesores ya les importaba poco en donde nos sentábamos, así que solo nos sentábamos juntos en el salón de química. Recuerdo que el se sentaba al frente de mí, no recuerdo exactamente el porqué de tal acción, pero lo continuábamos haciendo. Al terminar el trabajo, él se volteaba para verme y empezar a platicar. Era encantador, ya era casi una rutina hacerlo, y nuestro tema recurrente eran nuestros declives amorosos. El me decía a mi que me le declarara a Alex, aunque el no sabía del todo que era el, aunque supongo que hasta cierto punto ya se lo intuía, y por mi parte, de vez en cuando lo incitaba a expresarle a la chica que le gustaba lo que el sentía, pero ninguno salía a flote en eso, así que no la pasábamos esperando a ver qué día nos dignábamos a hacer algo mejor. Era cierto lo que muchas veces se dice, y ningún consejo de amor que dábamos surtía efecto en nosotros mismos.
No solíamos hablar acerca de nosotros en sí, o al menos de nosotros como tener algo, éramos amigos y ya, aunque nos constaba a ambos que siempre estábamos en busca de algo más. Aún así, lo nuestro nunca se logró porque, aunque no nos gustara, sabíamos que estábamos pensando en algo distinto. Pasaron las clases hasta que cierta vez, en la hora de inglés, cuando la profe estaba fuera del salón, por sorpresa empezamos la misma dinámica del salón de química en la que, yo estaba al frente, y el detrás, mirándome, a la espera de entablar conversación. Yo volví mi mirada sobre mi hombro y le dediqué una sonrisa, cerrando el diccionario que fingía usar, porque la verdad era que yo ya había acabado y de todos modos esa actividad era sencilla, y sin más empezamos a charlar. Nada fuera de lo normal, hasta que, en una "humilde opinión", de una conversación tan rara como nosotros en la que ninguno sabía cómo se había llegado hasta ahí, me atreví a mencionar que, de todos los chicos del salón que habían, sin duda yo saldría con él, y el, con la sangre helada, casi sin poder articular palabra devolvió el gesto, un tanto apenado diciendo que el también saldría conmigo, se formó un silencio bastante incomodo, hasta que yo bajé la mirada y el mencionó:
- Pudimos haberlo hecho- Soltó una breve carcajada, tomó aire, como esperando a que las palabras brotaran mágicamente de su boca.
- Sí, ja, ja, ja, pudimos. Pero... No era el momento- Suspiré pesadamente, devolviendo mi mirada al suelo, tan fría y pensativa como podía llegar a ser.
- ¿Yo te gustaba? - Soltó en seco.
- Sí, siempre me pareciste un chico lindo, no cabe duda, pero no buscábamos lo mismo y no te quería lastimar. Además, yo te dije que me esperaras, que era difícil para mí en ese momento.
- Por eso no mencioné más el tema y después yo conocí a Miranda y tu a ese chico del que me cuentas, por eso no insistí- Agachó la mirada.
- Sí te sirve de algo, en este momento no me lo hubiera pensado dos veces. – Sonreí tímidamente.
En ese momento, el timbre nos salvó de esa incómoda situación y no volvimos a hablar del tema. Era de esas pocas veces en las que yo no le pude mantener la mirada, ni responderle habiendo pensado ni poco las cosas, en las que no me salían las palabras porque sabía que la idiota ahí había sido yo. Pocas veces Cris había sido tan directo y yo le había correspondido de la misma forma, de las pocas veces en las que el me dirigía esos ojos un tanto pensativos, expectantes con los que yo no podía ni un poco, en las que me habla con esa voz fría y dolorida que yo también le dedicaba, porque sin duda aún había algo.
Desde esa embarazosa platica, nos volvimos más cercanos, no sé porque, pero así había sido, la diferencia era que después de haberlo hablado todo, ya no sentíamos que estuviésemos intentando ignorar el moho en la pared.
Después de casi tres años, aún me gusta pensar en ir al salón de química, ya no era el mismo, y el ya no estaba ahí, pero seguía siendo grato verlo y pensar en todo eso, en todo lo que habíamos pasado y en lo que ya no habría más.