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Lisa se revolcó entre la ropa, su espalda dolía como nunca y tenía los ojos tan hinchados que apenas podía ver con claridad. Hace mucho que no se levantaba pensando en ella de esa forma pero la extrañaba y admitirlo era duro, siempre hacía todo lo posible para seguir con su vida como si nada, se volvió experta en ocultar los rastros de su novia aunque parezca imposible debido a que ella está por toda la casa.

Está en las mañanas acurrucada en su cama, está en la ducha cantando mientras Lisa se cepilla los dientes, está cocinando cuando Lisa llega de su caminata diaria con Kuma, está mirando repeticiones de Stranger Things cuando Lisa llega de hacer las compras, está su oficina leyendo libros cursis cuando Lisa pinta cuadros en la habitación de al lado, está en la cama mientras escucha con atención las historias aburridas de la Tailandesa y aun así reacciona como si fuera la cosa más interesante que escuchó en su vida.

Jennie siempre está y por primera vez en semanas Lisa lo admite y duele tanto porque desearía que no fuera así. Porque esta pero no la puede ver de la forma en que le gustaría y tal vez ese era el problema, Lisa se esfuerza tanto por borrar su existencia y sin embargo todo el mundo se empeña en recordárselo. La misma Jennie, Yoona, su familia, sus amigos, inclusive Kuma la hizo pasearse entre piedras grabadas, barro y flores malolientes. Ella no lo culpa, ella le permitió guiarla hasta allí, tal vez era su lado masoquista saliendo a la luz, de todas formas no se quedó mucho, solo el suficiente para llevarse las flores mal olientes que la gente se empecinaba en dejar allí.

Antes le regalaba muchas flores a Jennie, por su cumpleaños, cuando tenían citas, en San Valentin, Navidad, le regala flores porque sí, porque Jennie amaba las margaritas y los girasoles y Lisa amaba comprar flores para ella pero hoy en día Lisa odia las flores. Las odia porque todo el mundo cree que le deben gustar, porque todo el mundo insiste en regalárselas.



Las odia porque hace 100 días Jennie quiso regalarle flores.



Es como si intercambiaran roles, esa mañana Lisa limpia y ordena las cosas de Jennie. Después de todo la morena no se merece que sus cosas estén tiradas por la casa, por su parte Jennie está en su estudio, mira los lienzos apilados y toma los pinceles fingiendo que podría terminar uno de los tantos cuadros que su amante había comenzado. La noche anterior estaba borrosa pero algo cambió, no saben exactamente qué, pero el aire se sentía más puro.

Jennie sale al jardín, todo el mundo da vueltas a su alrededor, de repente se siente como hace 100 días pero eso es imposible. Jennie mira su reflejo en el agua, sigue borroso pero esta vez no quiere saltar y hundirse, esta vez no quiere silenciar a Lisa, la quiere escuchar fuerte y alto porque algo dentro de ella cambio y entendió que prefiere escuchar los gritos y lamentos de su novia antes de no escucharla jamás.

La voz de Lisa regañando a Kuma llamó su atención, entró a la casa y como era de esperar Lisa tenía el ceño fruncido, seguía con su viejo pijama y comía ese horrible Ramyun, ni siquiera se molestó en decir algo cuando Lisa tiro a la basura otro ramo de margaritas frescas.

Kuma volvió a ladrar desesperadamente, corría en círculos en su lugar y parecía demasiado emocionado –¿Qué te pasa ahora Kuku? Estoy comenzando a creer que solo quieres llamar la atención.

–O tal vez él solo está emocionado de ver a su otra madre ¿No crees? –preguntó Jennie mientras se sentaba a su lado.

Lisa se congeló en su lugar –Extraño...

–Deberías dejar de ignorarme, ya no es divertido jugar a ese juego ¿No crees cariño? –dijo la Coreana.

Jennie la dejó sola en la cocina, después de todo su novia solo puso un plato en la mesa y Lisa casi pierde la cabeza cuando un repentino aroma a lavanda llenó sus fosas nasales, ella debía estar perdiendo la cabeza. Claro se prometió esta mañana que ya no se esforzaría por ocultarlo, se prometió que se permitiría recordar pero no esperaba que fuera así.

La Casa de los Espejos - JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora