Capítulo 6: Diluvio

2 1 0
                                    

Cierro la puerta de mi casa con cuidado, para no hacer ruido. 

He salido tan pronto que aún es casi completamente de noche. Al este, el nublado cielo empieza a aclararse con distintos tonos amarillos, pero parece más una mera sugerencia de un posible amanecer, antes que el inicio de este. La nubes son densas en la lejanía, seguramente cargadas de agua. Espero que no se acerquen. 

Atravieso el verde y cuidado jardín de nuestro chalet, y salgo por la puerta de la calle. Bajando la cuesta que forma la calle, bostezo varias veces seguidas. Estuve despierto hasta tarde, dibujando. Bueno, en realidad, pensando. O quizás una mezcla de ambas, porque aunque recuerdo sentarme en frente de mi tableta de dibujo y hacer trazos sobre la pantalla, y no sé si terminé algo o simplemente acabé con un conjunto de garabatos incoherentes frente a mis cansadas y perdidas pupilas. 

Pensé en muchas cosas. Llevo haciéndolo una semana, empezando la misma noche en la que fuimos al restaurante italiano. En mi soledad. En Óscar y su creciente grupo. En Kathrin y su oferta. En los distintos alumnos, caminando fuera de la facultad y encontrándose con sus amigos. 

Me siento atrapado en una encrucijada que yo mismo he creado. No sabría explicarlo, aunque puede que simplemente esté sobrepensando las cosas. Es difícil saberlo a estas alturas. 

Bostezo de nuevo. Camino con ligereza bajo la luz de las farolas, porque no quiero perder el bus que pasa justo delante de la universidad. Esa línea pasa tan poco a menudo, que el siguiente podría salir dos o tres horas después. Por eso suelo confiar en mi padre para que me lleve, nuestros horarios suelen coincidir. Y justo hoy no, claro. 

Me dedico a observar mi entorno mientras camino. La acera es lisa, sin grietas, seguramente pasara por obras de reforma justo antes de nuestra mudanza. Los árboles, alineados en el borde de la acera, ya están perdiendo sus hojas, salpicando el pavimento con tintes amarillos, naranjas y marrones. Al otro lado de la calle, como si hubiera una frontera invisible, empieza repentinamente la zona de edificios empresariales, los que, seguramente, estén repletos de oficinas y gente trabajando las veinticuatro horas... No sé si me gusta esa idea. Mi padre trabaja en un puesto parecido, en una inmoviliaria. Tal y como cuenta las anécdotas, parece un empleo ameno. Pero, si me pongo en ese lugar... No es para mi. 

Cruzo una acera y giro una esquina, rodeando el distrito empresarial y sus imponentes edificios, y dejando atrás la zona residencial de chalets. Veo la estación de autobuses en la lejanía, y aprieto el paso. Hay gente saliendo de allí, adultos vestidos con trajes, maletín en mano, ojeando sus móviles y revisando notas con expresiones concentradas. Empiezo a notar finas gotas de lluvia cayendo sobre mi rostro, pero tan solo es un ligero chispeo. 

"Administración y dirección de empresas". Ese es el nombre de mi carrera. Suelto aire, reprimiendo una risa con sorna. Paso tanto tiempo pensando sobre mis torpezas sociales, que apenas me he parado a asimilar que llevo dos meses siendo estudiante universitario.

No sé que sentir respecto a este grado. Es tedioso, y a veces realmente dudo si es lo mío. Me imagino el típico empleo de oficina, sentado en la misma silla todo el día, rodeado de monotonía y repetitividad. ¿O quizás dirigiendo un grupo de empleados, que trabajan... rodeados de monotonía y repetitividad? ¿Es realmente lo mío? 

No creo que nunca lo averigue. Es posible que la gente como yo no esté hecha para ser bueno en nada, ni siquiera para trabajar. Solo podemos soportarlo, despertándonos a estas horas a diario, tratando de enfrentarnos a nuestros compañeros, y sobreviviendo a base de hobbies que, en una escala mayor, no significan absolutamente nada para nadie. 

Me sostengo el puente de la nariz con dos dedos, apretando los párpados con fuerza. Espero que este hablando el cansancio. Me siento mal. Siento como si mi cerebro se estuviera retrayendo sobre si mismo, provocando una punzada de dolor que viene de todas partes a la vez. 

El Primer PasoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora