LA ULTIMA VEZ

4 0 0
                                    

Narración de Lía

Ya han pasado días desde ese encuentro con Enzo y sigo en el hospital. Mis días están contados y lo único que quiero es estar con él. Estoy acostada en mi cama, mirando al techo, cuando escucho la voz de Jake.

— Lo he estado pensando y te daré el alta.

— ¿Por qué ese cambio tan repentino?

— Sé que tienes leucemia; no sería bonito que tus últimos días los pases en el hospital. Quiero que los disfrutes con la única persona que te hace feliz.

Suspiré fuertemente y sonreí, sabiendo que sería la última vez que vería a un joven doctor con un carácter tan fuerte.

Horas después

Estaba fuera del hospital, muy seria.

— Cuando era pequeña, pensaba que el hospital sería bonito y que vivir sería algo genial; ahora lo detesto.

Me di la vuelta sin mirar atrás. Cuando llegué al hotel, me dirigí a la cocina. Todos me habían extrañado y me dieron abrazos. Pregunté por Enzo y me dijeron que estaba en su habitación. Subí y entré a mi antigua habitación. Todo estaba muy bonito y decorado con rosas, que sabía que me gustaban.

— Enzo, ya estoy aquí.

Sentí unos brazos rodear mi cintura y unos besos que me hicieron temblar.

— Te extrañé más de lo que puedes imaginar.

— Yo igual.

Me di la vuelta y nuestros labios se encontraron con una urgencia que llevábamos acumulada. Sus besos eran un fuego en medio de mi frío, una chispa de vida en un cuerpo que se debilitaba. Enzo me cargó con suavidad, su mirada llena de amor y anhelo, y me llevó hacia la cama, donde comenzó a quitarme la ropa con delicadeza, como si cada prenda fuera un recuerdo que no quería dañar.

Sentí su piel cálida contra la mía, y en ese instante, el mundo exterior se desvaneció. Solo existíamos nosotros, la mezcla de nuestros alientos y el latido de nuestros corazones resonando en la habitación. Su toque era a la vez apasionado y tierno, una danza íntima donde cada movimiento era un susurro de amor.

Mientras nos perdíamos el uno en el otro, sabía que esto era más que un simple encuentro físico; era nuestra forma de sellar el amor que siempre habíamos sentido, de reafirmar que, a pesar de lo que vendría, nuestras almas estarían unidas para siempre. Me abracé a él, sintiendo su fuerza, su calor, y la tristeza me invadió. ¿Sería esto suficiente para afrontar lo inevitable?

Al día siguiente

Desperté en la cama, adolorida por lo que había sucedido. Enzo me miraba con preocupación mientras me traía el desayuno.

— Te traje el desayuno.

— Tenía mucha hambre, gracias.

Me senté, esforzándome por soportar el dolor para comer, pero no tenía muchas ganas; mi estómago no quería.

— ¿Qué te pasa? —preguntó Enzo, su voz llena de preocupación.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 02 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

La Ley Del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora