La oscuridad se cierne sobre todos nosotros. No hay escapatoria. El mal corre en la sangre y sin la sangre, nadie puede vivir. Resistid como queráis, en el lugar que sea, usando máscaras o no. Pero hasta en los corazones de los inocentes... no, sobre todo en el corazón de los inocentes, palpita latente la semilla de un poder que no responde sino al dolor y la pérdida. Dominemos nuestra oscuridad o ella tarde, temprano, nos consumirá, y entonces, la irrefrenable pisada del señor supremo, dios de la guerra y la pasión, nos hará siervos de su voluntad.
ZYRA
Un año antes... 5 de agosto de 2032.
Un buen tiempo atrás fue una niña cuya conciencia había sido modelada, quisiera o no, sobre la figura atormentada de su prima Miranda. Desde que aprendió a caminar la
adoró. Su referente absoluto, la representación de cómo quería ser de grande. Su prima era como el sol en el cielo, la que aportaba luz y calor. Pero un buen día una luna tapó el sol, su diosa le golpeó fuerte y desde entonces, los buenos días ya no fueron buenos porque Miranda ya no estaba en ellos. Ahora era el diablo. Todo lo que estaba mal. Quien definitivamente no quería ser cuando creciera. El sabor de la traición amargó su boca.
De repente, un mal día, tenía 16 años.
Sus sueños seguían intactos. Creía que los cumpliría, más pronto de lo que esperaban los demás. No obstante, en la práctica era un desastre. La mayor parte de los días de la semana estaba fuera de casa sin cumplir con casi ninguna de sus tareas. Reprobaba dos tercios de las materias en la escuela. Los fines de semana, le dieran permiso o no, se iba de jerga y se perdía en laberínticos placeres y vicios. La diferencia entre unos y otros se hizo cada vez más difusa y los conceptos de fiestas, responsabilidad, drogas y calle rebotaban en su mente con la voz de su madre, que apenas podía comunicarse con su hija más pequeña.
Zyra pensaba en todas esas cosas mientras fumaba un porro. Estaba sentada sobre una roca de cara chata y miraba al mar. Su amiga FiFi había estado escribiendo con una navaja sobre uno de los troncos que sostenían el muelle. Donde estaban no les molestaba el viento. Era una cavidad que se había formado con rocas oscuras que alcanzaban el tamaño de un auto. Esas enormes piezas de roca poblaban el sur de la costa de Jaiva y se decía que habían sido traídas para la construcción de la ciudad dos siglos atrás.
– Hey – la espabiló Fifi. Se acababa de sentar sobre un tronco seco, detrás de ella–. ¿Le estás enseñando a hablar al porro?
Zyra sonrió. Las gotas de agua salada le salpicaron los pies.
– Estaba pensando... Viste que estaba interesante la clase de hoy.
– ¿Cuál? ¿La de historia? – investigó Fifi, con una mueca en el rostro. Como si supiera que no era en lo que su amiga estaba pensando. Estiró la mano para recibir el cigarro, pero terminó por levantarse otra vez.
– La de teología – se le ocurrió responder. El sabor amargo y marcescente en su boca se combinaba con el aroma a coco que tenía en el pelo. – O sea, me dejó pensando mucho.
Fifi asió un mechón rosado y lacio que caía como las hojas de un sauce sobre su oreja izquierda.
– Me parece una estupidez. ¿Para qué nos enseñan religiones en la escuela? ¿De qué sirve? Además, todas las religiones fomentan el patriarcado. Se olvidan que son construcciones sociales...
Zyra miraba como FiFi buscaba piedras en la orilla, fuera del refugio de piedras.
– No es religión, Fifi. Es teología. El estudio de las religiones.
Cruzó las piernas y enderezó la espalda como un monje.
– Como sea, todas fomentan el patriarcado.
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El Libro Azul: La Maldición de Esker'lamet
Mystery / ThrillerHundida en la oscuridad de las calles frías de Jaiva, Artemisa sale de su casa una fría noche de otoño. Encaminada hacia el Hotel de Mario, la más lujosa red de prostitución del país, a cumplir con su trabajo, cuando un grupo de sicarios la intercep...