TUPA
Ciudad de Jaiva, Marsenia. 8 de Junio, Año 2033.
Todos sus compañeros ya habían sido atrapados por la cazadora. Los fue depredando, como un león o un lobo, y ellos unos ciervos que se creyeron astutos. Pero el Escurridizo, pues así lo llamaban, fue prudente y en vez de salir, se escondió. Era una casa de mala muerte, una residencia ocupada por drogadictos y delincuentes, de la cual se decía estaba maldita.
Él no creía en esas cosas, por eso pensó que esconderse allí, a oscuras, entre los pastizales y la basura, iba a hacerlo invisible.
Pero se equivocó. Aquella olía el miedo, y la culpa. O acaso veía en la oscuridad. Porque el escurridizo, aún bien quieto en una esquina en lo más profundo de las sombras, vio algo aún más oscuro entrar en la casa, y de repente todas las sombras se pusieron inseguras, y escuchó pasos, y voces, y las cosas parecían moverse.
Se olvidó donde estaba la puerta y las ventanas, pues la paranoia sólo le mostraba un laberinto. Y cuando tras un chirrido vio dos pares de ojos brillantes, gritó del miedo y se escurrió, como sabía hacer, por un estrecho agujero en la pared.
Salió al exterior y suspiró, pero se escuchó retumbar las pisadas de algo pesado y el hombre se llenó otra vez de miedo. Corrió entre los pastizales del patio abandonado sin mirar hacia atrás. El alambrado de la calle se le enredó en los jeans y cuando se libró de él, terminó dándose de bruces con el asfalto de la calle.
Un coche apenas consiguió esquivarlo, y él con una maldición se levantó y siguió. En el callejón que venía pisó un tacho de basura y con las manos alcanzó el alféizar de una ventana. Sus pies rasgaron los ladrillos desesperados cuando por el rabillo del ojo vio a la infame justiciera detrás suyo. El hombre gritó del miedo y con todas sus fuerzas trepó la ventana. Casi lo había conseguido cuando un gancho se le clavó en el cuello de la campera y lo tiró.
El aire abandonó sus pulmones y por unos instantes sus ojos estaban tan ciegos como su compostura. La justiciera lo arrastró por la tierra hasta quedar ocultos los dos bajó la sombra más oscura del callejón. El escurridizo la miró y su impávido rostro se puso más pálido todavía.
– ¿Sabéis quien soy? - le preguntó la justiciera. Su voz era argentina como la plata, honda, naturalmente poderosa. Pero su temple y su siniestra mirada hacía que sus víctimas en vez de gritar, callaran.
El escurridizo hombre asintió con labios temblorosos.
– Yaymena te dicen.
La justiciera ocultó aún más su rostro bajo la capucha. Sólo sus labios morados y su mentón blanco eran visibles.
– Esta noche vos y otros tres hombres violaron y asesinaron a una mujer.
Los ojos del hombre vacilaron perturbados.
– La secuestraron de su casa. La torturaron para que les diera el dinero. Pero al final la violaron hasta que murió, a las 5 de la mañana.
– ¿Cómo sabes eso?
La justiciera bajó la mirada.
– Negalo.
El hombre dudó.
– ¡Atrevete a negarlo!
Vio la rabia rutilando en sus ojos y tembló.
– ¡No me hagas daño!
– ¿Por qué lo hicieron?
El escurridizo no respondió.
La justiciera se arrodilló y le enseñó una foto con un celular.
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El Libro Azul: La Maldición de Esker'lamet
Gizem / GerilimHundida en la oscuridad de las calles frías de Jaiva, Artemisa sale de su casa una fría noche de otoño. Encaminada hacia el Hotel de Mario, la más lujosa red de prostitución del país, a cumplir con su trabajo, cuando un grupo de sicarios la intercep...