Capítulo 6

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Leiper's Fork, Tennessee

—No logro entender de dónde ha salido tanta gente, creí que la población eran solo solo los trabajadores más mi abuelo.

Marisa rio a su lado mientras ingresaban al bar. De hecho, si, estaba repleto, pero para ella eran siempre las mismas personas.

—Viernes y sábado karaoke.

—Lo único entretenido ya veo —se mofó abriendo la puerta. Inmediatamente el olor a cerveza barata, y el bullicio la invadió. Sentía que estaba entrando a un bar en el lejano oeste, que saldrían ahora algunos cowboys tal como una película —. Por lo menos huele a limpio —añadió dándose cuenta de las mesas y el piso lustrado.

—No es el ambiente que acostumbras ¿cierto?

Chloé suspiró queriendo reír.

—No es ni siquiera lo que imaginaba que sería —admitió ya dándose cuenta de la cantidad de miradas sobre su llegada.

Tal vez su vestimenta, tal vez aquel vestido un tanto de discoteca y su maquillaje. Nadie de ahí se vestía igual o al menos un poco más formal, era la única y eso la convertía en el foco de cuchicheos y comentarios.

Marisa carraspeó nerviosa ante tanta atención.

—Mejor empecemos a tomar algo. En unos minutos nadie estará mirándote.

—Me da igual —alzó su hombro restándole importancia. Con delicadeza y ese andar coqueto se dirigió a la barra —. Si miran es porque no tienen nada más que hacer. Un ron, por favor —pidió a Albert.

—Eh...señorita Reed, no tenemos ron —exclamó apenado.

Pidiendo coca cola en un desierto, Chloé, por favor.

—Bien, entonces algo parecido. No lo sé —rechistó tirando su cabello hacia atrás.

—Enseguida.

—Los muchachos ya están aquí —comentó Marisa llegando a la barra. Algunas personas la entretuvieron saludándola. Chloé creyó que era una de las consecuencias de vivir en tan pequeño lugar.

Abrió su cartera y quitó su lápiz labial retocando su maquillaje en plena barra. Notó la mirada de alguna de las mujeres, como si le hubiesen salido dos cabezas. No iba a negar que su orgullo incrementaba de solo saber que llamaba la atención.

—¿Hum?

—Los muchachos —reiteró señalando hacia la otra barra —. Y Killian también. Seguramente lo hayan arrastrado —murmuró con diversión.

Chloé bajó el espejo y detuvo el lápiz sobre sus labios en el instante que conectó con la mirada de aquel constructor. Hoy se había bañado, o quién sabe, quizá solo lavarse su cabello. De todas maneras, lucía bien, más que bien; sexy. Killian tenía lo suyo, esa personalidad tosca que iba con su físico y oficio capaz de acaparar varias miradas femeninas.

Incluida la suya.

Chloé arqueó una ceja y volvió a lo importante; su maquillaje. Conocía a los tipos como él, rigurosos, firmes en su trabajo, aburridos, sin saber cómo entretener a una mujer porque el trabajo se llevaba toda su atención. No debía guiarse por una cara bonita o esos brazos que hoy volvían a mostrarse y resaltar cada vez que él bebía.

En la ciudad tienes más oportunidades.

Oh, sí que las tenía. Actores, empresarios, gente importante, hombres de su talla y no un simple constructor dueño de una carpintería que trabajaba para su abuelo.

Navidad sin señal © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora