Capitulo 3

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𝗰𝗼𝗻𝘁𝗲𝗻𝗶𝗱𝗼 𝘀𝗲𝗻𝘀𝗶𝗯𝗹𝗲.

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Desde que Rodrigo llegó a vivir en casa de su tía cuatro años atrás, compartía habitación, armario y computador con Iván, su primo

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Desde que Rodrigo llegó a vivir en casa de su tía cuatro años atrás, compartía habitación, armario y computador con Iván, su primo. Pese a la diferencia de edad — Rodrigo 16 e Iván 13 — ambos convivían sin problemas.

Respetar los respectivos espacios y los eventuales ataques de "¡no quiero hablar, no me molestes, evapórate!" era parte de ese acuerdo tácito de convivencia. Las burlas y la ironía formaban parte de su manera de expresar cariño y confianza.

— Iván, ¿ya te han hablado en tu colegio de...?

—¿De?

—¿De todas las cosas que te van a pasar en la pubertad?

—¿Qué pregunta de tía abuela es esa, Rodrigo?

—Te lo digo en serio, ya tienes 13 y...

—¡No voy a hablar contigo de esto! Hace rato ya sé todo lo que tengo que saber.

—¿Ah, si? Entonces te has dado cuenta de que algunas partes de tu cuerpo han comenzado a crecer.

—¡Claro!

—Yo de estatura te veo igual, pero estoy impresionado por el tamaño de tus orejas. Desde este ángulo se ven gigantescas. De cuerpo sigues siendo talla small, pero de orejas eres extra large ¿Será eso normal?

—Si opinas de mis orejas yo voy a opinar de tu cabeza, Rodrigo, y ahí pierdes por goleada. Te voy a mostrar aquí en internet un pajaríto que me recuerda a ti...

—¿Un pajaríto que te recuerda a mi? Será un águila...

—No. Mira, se llama cacatúa y todo el reino animal se burla de él. Es como tú, ¡quiere medir diez centímetros más gracias al peinado!

—Ya, ya, no te piques, que yo sólo he comentado el tamaño atómico de tus orejas. Hoy no mencionaré nada sobre tu cabeza de mandarina...

—Ya, gusano, tú eres igual a un dedo gordo del pie. Un día de estos llamo a un programa de televisión, de esos en los que les gusta sacar gente rara, y les diré que en mi casa vive él Hombre dedo gordo. ¡Te vas a forrar de dinero, por feo!

—¡Vamos, Iván! ¡Llama a ese programa! Cuando tenga la cámara adelante les pediré que enfoquen a mi querido primo, más conocido cómo Sonrisa de tenedor.

—¡Vas a ver, Rodrigo! En un año terminaré la ortodoncia y con mi sonrisa de revista te levantaré todas las novias. ¡No, perdón, corrijo! ¿Qué novias? ¡Si a tí no te miran ni las arañas, que tienen ocho ojos!

—A ti tampoco te mira nadie, renacuajo, porque con los destellos de tus dientes podrías dejarnos ciegos a todos.

Y así, si el aburrimiento lo permitía, ambos podían continuar durante horas burlándose el uno del otro.

Aquella tarde, sentados ante la mesa del comedor y enfrascados en las tareas del colegio, escuchaban las gotas de lluvia que chocaban contra la ventana.

Iván mordió el lápiz, se quedó mirando a un lugar impreciso y dijo:

—¿Oye, cacatúa, te has enamorado alguna vez?

Rodrigo dejó de lado el cuaderno de Química, y sorprendido por la pregunta dijo:

—¡Ya era hora!

—Ya era hora de qué, sólo hice una pregunta.

—¡Ya era hora de que se te despertaran las hormonas! Tienes 13, Iván y ya iba siendo tiempo de que te dieras cuenta de que en el mundo existe algo más que los video juegos sangrientos y las galletas Oreo.

—¡Ya sabía! ¡Contigo no se puede hablar, Rodrigo! Te hago una pregunta simple y te lanzas a pensar tonterías. Déjalo ahí, déjalo ahí...

—No, Iván. "Te has enamorado alguna vez?" no es una pregunta simple.

—¿Qué?

—Quiero decir que cualquiera sabe que a esa pregunta hay que leerla entre líneas.

—Ya, no te hagas el filósofo y explícame.

Rodrigo siguió con su explicación:

—Mira, renacuajo, quién pregunta "¿Te has enamorado alguna vez?" lo que en realidad quiere decir es: "Estoy enamorado hasta las patas y quiero saber si soy el único tonto que anda flotando por la estratósfera".

—¡No es cierto!

—¡Si lo es! Anda, cuéntame quién es.

—¡Que no, Rodrigo! ¡Que yo no estoy enamorado de nadie!

—¿Compañera de salón? ¿Hermana de un amigo? ¿La vecina? ¿Amor imposible con artista de teleserie de Disney Channel? A tu edad no hay muchas más alternativas que esas; anda, dilo ya.

Iván se levantó rojo como un tomate, puso sus manos sobre su cintura, luego señaló a su primo con su dedo índice, y mirándolo con los ojos entrecerrados le dijo:

—¡Eres un canalla!

—¡Lo sabía! ¡Lo sabía! — Gritó Rodrigo riendo, luego agarró un cojín del sofá de la sala y se lo lanzó a su primo meintras le decía:

—¡Confiesa, galán, confiesa quién es!

Iván devolvió el cojinazo, pero Rodrigo lo esquivó, y ese misil de un kilo de algodón fue a dar a la repisa donde, entre un millón de cosas sin sentido, destacaba una placa de cristal con alguna inscripción.

La placa se deslizó y en camara lenta la vieron caer y estrellarse contra el piso. Cualquier cosa que llevaba escrito en la superficie había desaparecido para siempre.

Rodrigo e Iván quedaron de piedra. Ojos y boca desbordados. El tiempo, congelado.

Entonces en la sala apareció Alfred. Un rápido vistazo fue suficiente para intuir lo que había ocurrido; miró a ambos con furia y sin pensarlo dos veces caminó en dirección a Rodrigo.

—Papá, espera...— Dijo Iván nervioso, pero la mirada fulminante de Alfred le selló los labios.

Sin disimular la furia, el hombre se acercó a Rodrigo y le lanzó una bofetada tan fuerte que le hizo perder el equilibrio y tuvo que sujetarse de la mesa del comedor para no caer.

—¡¿Te das cuenta de lo que has hecho, imbécil?! — Preguntó sin que le importara la respuesta.

—Perdona, yo...

Iván, angustiado, quiso intervenir para explicarle a su padre que había sido él, y no su primo, quién había lanzado el cojín, pero nuevamente su padre lo mandó a callar y se dirigió a Rodrigo.

—¡Sigue haciendo méritos y conseguirás que te eche de esta casa a patadas! ¿Me has entendido?

Avanzó unos pasos sin despegar su vista del muchacho hasta tenerlo a distancia del aliento y levantando el labio superior, con gesto de desprecio, le dijo:

—Arrimado...

𝐋𝐀 𝐋𝐋𝐔𝐕𝐈𝐀 𝐒𝐀𝐁𝐄 𝐏𝐎𝐑 𝐐𝐔𝐄́.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora