Capitulo 5

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Esa tarde, durante el entrenamiento, Rodrigo no pudo evitar recordar el rostro de Alfred. En su mente estaban frescas aún las imágenes del día anterior: Sus ojos vidriosos, su gesto de desprecio, su arrogancia, su boca pronunciando en cámara lenta la palabra arrimado.

Rodrigo se lanzó a la piscina y en cada brazadas, en cada golpe contra el agua, quiso imaginar que en realidad lo estaba golpeando a él. Tomó aire y lo contuvo hasta cruzar nadando con fuerza todo el largo de la piscina, golpe a golpe.

Dio la vuelta y se impulsó con los pies mientras su cabeza latía con furia.

Cinco largos, veinte, cien.

Alfred era su motor para el odio. Alfred era el eterno recuerdo de ese niño que años atrás lo había empujado a la piscina y lo había hecho sentir como un gusano. "Nunca más" — se repetía Rodrigo mientras nadaba — "nunca más te burlarás de mi". Y aunque se sentía exhausto no quería dejar de nadar.

No quería salir de ese espacio que era el único en el qué podía quedar a mano con sus frustraciones.

—¡Bien, Rodrigo! — le felicitó el entrenador — Estás mejorando tu marca. Atraviesas un buen momento.

Se sumergió en el agua hasta que el oxígeno se agotó y al salir repitió agitado:

—¡Ja! Un bueno momento...

Cuando se preparaba para volver a su casa en su patineta, un mensaje de su mamá se anunció en el teléfono:

—Mis tres palabras del día: jefa, bruja, nostalgia. ¿Las tuyas?

Rodrigo contestó:

—Tareas, piscina, pizza.

—¡Hijo! Casi siempre hay comida basura en tus tres palabras.

—Y en las tuyas casi siempre hay nostalgia, ma.

—Es verdad. Deberíamos dejar de comer eso. Demasiada nostalgia y demasiada pizza hacen daño. ¿Todo bien contigo?

—Si, ma. Todo bien.

—Estoy agotada, mañana te escribiré.

—Descansa.

Llegó a casa pasada las seis de la tarde. Entró sin hacer ruido, no quería encontrarse con el marido de su tía.

Cuando abrió la puerta de la habitación vio ahí a Iván y a Alice. Ella sostenía en una mano un vaso de agua y en la otra una aspirina; estaba sentada en el pie de la cama de Rodrigo, y al verlo llegar suspiró y sin preámbulos le dijo:

—Tienes que entenderlo.

—¿A quién, tía?

—¡A Alfred! Supe lo que pasó ayer.

—Ah...

—El es un hombre magnífico y es el jefe de este hogar. Estos días está especialmente nervioso porque el trabajo lo tiene agobiado.

Rodrigo asintió sin pronunciar palabra.

—¡No fue justo lo que hizo, mamá! — interrumpió Iván — Rodrigo no tuvo la culpa de que esa cosa se rompiera y papá reaccionó como si fuera el fin del mundo.

La mujer tragó la aspirina y continuó hablando mientras se sacaba los zapatos de tacón y aliviaba sus pies carnosos.

—¡Esa es la clave! ¿Alguno de ustedes sabe qué es esa cosa que se rompió?

Rodrigo e Iván se miraron sin saber que responder.

—Para su información, esa cosa que se rompió era la placa que Alfred recibió cuando hace seis años ganó la mención de honor en el Noveno Concurso de Cuento de Especies Andinas en Peligro de Existinción, del Banco de la Cordillera.

𝐋𝐀 𝐋𝐋𝐔𝐕𝐈𝐀 𝐒𝐀𝐁𝐄 𝐏𝐎𝐑 𝐐𝐔𝐄́.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora