~Bienvenidos al Aquelarre~
La fría brisa nocturna soplaba con fuerza por todo el bosque, sacudiendo las hojas de los árboles, dispersandolas por todo el panorama.
La luz de la luna llena estaba en su punto perfecto para canalizar el poder de la Diosa de las Brujas. El canto de las aves se podía escuchar perfectamente en todo el ambiente, sin importar a cuántos kilómetros de distancia se encontraran.
Nos habíamos ubicado en una zona específica del bosque de Mystic Hills, en el que nadie nos pudiese interrumpir y que a la vez estuviéramos perfectamente conectados con la luna y la naturaleza. Según Darcy, era el lugar perfecto para poder declararnos hermanos en Hécate.
Delante de nosotros había una gran roca, parecida como en la que La Bruja Blanca asesinó a Aslan en Las Crónicas de Narnia. No voy a negar que quería estrenar esa roca de la misma forma en la que lo hizo la desquiciada.
—Mi momento ha llegado —anuncié, con el gozo impregnado en mi voz.
Me acerqué rápidamente a la gran roca. En el camino fui recogiendo ramas y hojas para después en un parpadeo armar una corona —que me quedó increíble cabe destacar—, luego, con una sonrisa llena de locura, me puse detrás de la piedra de Narnia, elevé mis manos y vociferé:
—¡Tráiganme al primer sacrificio! —Siempre había querido decir eso.
A pesar de que me sentí realizado, las chicas se me quedaron viendo avergonzadas con una gota de sudor recorriendo sus frentes, como sacada de una escena de anime.
—No hagas que me arrepienta de unirte a mi Aquelarre —advirtió Darcy.
—Agradezco que esto es algo íntimo, porque sino fuéramos la burla entre las Brujas —agregó Quintessa.
Pero para su sorpresa...
—¡Auxilio! —gritó Musa.
—¡Arde en el infierno! —clamó Daphne.
Solo Hécate sabría cómo logró cambiarse de atuendo, ponerse una corona incluso mejor que la mía —esa maldita envidiosa—, y amordazar a Musa para sacrificarla en menos de quince segundos.
—¡Oh, gran madre! Te traigo a esta no tan inocente niña, como sacrificio... —Daphne la miró de reojo y corrigió sus palabras—. Aunque por su aspecto tan debilucho, ella podría considerarse medio sacrificio, ¿te parece?
Musa no aguantó la humillación y gritó:
—¡Liberenme antes de que haga un collar con sus orejas!
Y gracias a esa amenaza la desatamos en menos de lo que canta un gallo.
—No tenías porqué ponerte así, solo fue un pequeño ritual... —minimizé.
Pude ver cómo una vena quería escaparse de la frente de Musa.
—¡Ritualizame esta! —vociferó, señalando su vagina.
—¡¿Con esa boca besas a tu madre?!
—¡Ya basta! —intervino Darcy.
—¿Podemos dar inicio al ritual? Por favor —agregó Quintessa.
***
Darcy, Musa y Quintessa fueron las que prepararon el escenario.
Musa inició dibujando unos extraños símbolos en el suelo. Mientras tanto, Quintessa nos fue ubicando en unos puntos específicos entre los símbolos, de modo que terminamos en una formación de estrella.
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Nathan: Aquelarre De Los Condenados © [Parte 1]
Fantasy¿Qué harías si al salir de la universidad te pierdes en el bosque y encuentras a un grupo de hombres quemando viva a una mujer? ¿Qué harías si una chica misteriosa te revela que no eres humano? ¿Qué harías si descubrieras que todas esas cosas que co...