Capítulo 10

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~Secretos revelados~

Me encontraba parado frente a la puerta de la habitación de Bonnie.

Tenía mi grimorio en mis manos para buscar un hechizo en específico antes de confrontarla con la ira de todos los Dioses de Egipto.

Cuando finalmente lo encontré extendí mi mano hacia la puerta mientras que con la otra sostenía mi libro de hechizos.

¡Fade auferat!

Al pronunciar las palabras en latín, las letras del libro se iluminaron en un verde incandescente. Mi mano, la cual apuntaba a la puerta, expulsó una onda de maná que envolvió por completo a la única barrera entre Bonnie y yo.

En unos segundos la puerta se había hecho trizas.

«Juraba que el hechizo no funcionaría», me dije.

La rizada automáticamente miró en dirección hacia donde antes yacía su puerta con un póster de Doja Cat. En su rostro se podía interpretar fácilmente que creía que Darcy vino por ella.

Sin embargo, hice acto de presencia, declarando que estaba furioso. Esta se alivió un poco al ver que solo era yo; pero luego reaccionó, y me gritó:

—¡¿Acaso estás demente?!

—¡Cruzaste la línea! —vociferé, iracundo—. ¡Te voy a matar!

Mis palabras bastaron para que ella se diera cuenta del porqué estaba furioso.

—¡Déjame explicarte! —pidió, nerviosa.

—¿En qué momento se te ocurrió que era buena idea darle mi número al idiota de Jake?

—Si me dejas explicarte, entenderás todo —se excusó.

—Espero que en tu explicación esté incluído un suceso histórico como que Jake descubrió la cura contra el cáncer o una mierda así —Creo que no hace falta decirte que la vena palpitante en mi frente estaba por explotar—. Sabes muy bien que preferiría ir a prisión antes que hablar con ese imbécil.

—Lo sé —Al menos en algo era consciente—. Solo déjame explicarte, antes de que destruyas todos los pósters de Doja Cat que me quedan.

—Tienes diez minutos —declaré.

***

Nos sentamos en unos puffs que ella tenía cerca de la terraza de su habitación. Para aligerar el ambiente, ya que era evidente que quería aniquilarla. Bonnie trajo pollo, papas fritas, y batidos de chocolate.

Ella sabía que la comida era el único método para ponerme dócil.

Después de agarrar un puñado de papas y comérmelas como si me hubiera criado en la época de las cavernas, le exigí a la rizada.

—¡Habla!

Ella volteó los ojos con hastío, bebió un poco de su batido de chocolate y comenzó a confesar el pecado capital que había cometido.

—Desde que David me invitó al baile, me he permitido conocerlo bien, y me he dado cuenta de que es un chico increíble. Nada que ver con el que creíamos que era...

Nathan: Aquelarre De Los Condenados © [Parte 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora