Capítulo 35| ¿Estás Feliz? 🎭

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"No duele, no avergüenza. Te encantará. Quizá"

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La piel de Lisa quema la punta de mis dedos, mientras deslizo mi tacto por la silueta de sus senos. Sus pantalones están en el suelo y siento que he hecho la mitad del trabajo, ya no puedo avergonzarme ni retroceder. Tomo el deseo que he guardado los últimos días y lo uso para darme valor mientras aún me encargo de desnudar a Lisa.

No sé si quiero que ella tome el control de la situación, quizá cuando ella se mueva yo me queda congelada, y debo aplazar el pánico.
He llegado lejos antes y puedo volver a hacerlo, pero solo había llegado a explorar sus lugares más erógenos, no se trataba de mí.

Y es mucho más fácil concentrarme si se trata de tocarla y experimentar con su placer. Mientras que, además de quedarme corta en cuanto a saber qué hacer en el caso contrario, la sensación de querer acaparar todos sus sentidos me llena.

Lisa agacha su cabeza sobre la mía y me llama a seguir su mirada.

—Anda, termina lo que comenzaste. —Mis dedos se cierran con el elástico de su bóxer entre ellos. La incertidumbre choca contra mi calentura. Lisa baja su mirada, lo siento como un desafío al entender que es lo único que la cubre ahora.

Y que estoy en el mismo punto seco.

Mi espalda se estira, despidiéndome por actuar con la mente fría.
El calor que su piel trasmite es embriagador, y no me falta más que un movimiento para creer que no puede haber un lugar más caliente que mi cuerpo. La última pieza de ropa que quedaba en su cuerpo sale por sus pies y me es fácil deducir que sigue la mía.

Lubrico mi garganta y dejo que las manos de Lisa me guíen, recostándome sobre el centro de la cama.
Mi desnudez había sido un tema de poco importancia cuando estaba quemándome por dentro, cuando sentía que mi deseo era demasiado para ignorar. Y sigue siendo así, solo que, ahora es Lisa quién tiene una mirada cazadora sobre mí.

Sus ojos dan vueltas por mis senos, poco le importa lo mucho que quiero restregarme contra su polla descubierta. La tengo tan cerca y lista que podría ser un sueño.

—Abre las piernas, Kim —un tono juguetón llama mi atención. La veo entre mis rodillas. Estira mis piernas y juega con la poca grasa de mis muslos mientras cree que no la veo, y entonces, cruza sus dedos con el encaje de mis bragas.

Se engancha del encaje y me mira a los ojos con impaciencia, no sé quién está más ansiosa. Lisa nunca ha ocultado sus ganas de follarme desde que nuestra relación se volvió íntima. Sus erecciones matutinas ya no me dan miedo, los suaves roces en mi entrepierna me dan cosquillas y alimentan esa sed que solo hoy me vi capaz de intentar saciar, y suceden casi cada mañana desde Hawái.

Ahora sé distinguir ese brillo oscuro, la piel rizada y las sonrisas pícaras de Lisa cuando está pasando por un momento acalorado. Hoy no pasa desapercibida.
Su mirada se centra en la mía, aunque sé que necesita de gran fuerza de voluntad para mantenerse así.

Apenas siento mis bragas bajas por mis pantorrillas. Y solo sé que estoy desnuda a su merced cuando dos de sus dedos se pasean por mi coño húmedo.

Mi mano se apuña en su muñeca, solo como una reacción automática, mientras ella sigue analizando mi rostro con una mirada fija. No se detiene, siente mi mano aflojar su agarre y atina a deslizar la punta de sus dedos dentro.

Solo juega. Pone aprueba mi deseo y necesidad.

Estiro mi cuello levemente y me quejo en un suave gemido. Mis muslos tiemblan, mis labios no pueden cerrarse y siento que sus acciones me dejan sin fuerzas. Cierro mis manos, pierdo la batalla de miradas y es así cómo Lisa se de a la libertad de bajar su lengua por mi cuerpo.

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