2. Silencio absoluto

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Signal iduna Park.

2.


Tiempo antes de entrar al Signal Iduna Park.


Elizabeth tenía dos horas y media esperando salir del gran congestionamiento vehicular que reinaba en la ciudad. A pesar de que el congestionamiento tenía que ver en esas horas, el vehículo tenía una fallas y el taxista intentaba arreglar aquello.


Elizabeth prefería irse caminando que esperar a que el taxista arreglara su vehículo. Ahora el conesgtionamiento era fruto de los fanáticos quienes salían con caras largas ante la estrepitosa pérdida del club amarillo y negro. Por cada fanático un auto salía, y tan sólo se necesitaba un poco de imaginación para imaginar a más de 80,700 personas saliendo de un estadio y dirigiéndose cada uno a sus hogares en auto.


Estaba desesperada, y muerta de frío. Ahora más que nunca, que oscurecía rápidamente, el frío estaba matándola por dentro. No tenía nada con que cubrirse de semejante frío que atacaba a Dortmund como león a su presa. Las dos horas habían sido las peores y más largas de su vida, y sabría que si quería llegar a casa en vehículo tenía que hacer su espera más prolongada.


El taxista todavía intentaba reparar la falla de su vehículo, afuera, cara a cara con el frío que congelaba y los vehículos que salían y entraban, con alto riesgo de quizás atropellarlo. Sentía pena, pero más pena sentía ante la larga cuenta que tendría que sacar de su billetera.


Sin más que decir, Katherine salió del vehículo y un escalofrío la cubrió en una ligera nube desde la cabeza hasta los pies. Cerró sus ojos por un momento, sintiendo el frío cubrirla suavemente. Suspiró, y notó como un pequeño humo salió en el justo momento en el que ella suspiró.


Entre la nieve, sus pasos eran notorios, y estaba dispuesta a darle el dinero al conductor del taxi, y echarse a andar entre la nieve y el frío que había en el clima de Invierno.


-Ehm, estaba pensando que era preferible que yo le diera la cuenta, y usted podría irse...


El conductor se sobresaltó al mirarla, sin embargo al escuchar sus palabras analizó durante unos escasos minutos lo que había dicho la mujer.


-Mire, esto se soluciona en un dos por tres, y necesito de alguna manera pedirle disculpas por todo este congestionamiento, que no fue ni culpa mía ni suya. -pausó- Hace bastante frío dentro del vehículo, es preferible que mientras yo reparo el vehículo, usted camine al estadio. Le prometo que sólo seran unos escasos minutos.


Elizabeth se volteó sobre sus talones para divisar mejor el estadio. Una cara de horror transformó su rostro y su corazón empezó a latir muy rápido. No podía, ni entraría a ese estadio que no le traían buenos recuerdos. Quiso asesinar al conductor, por si quiera darle una sugerencia como tal; aunque en sí sintió que no era una sugerencia, era algo así como una orden para que no se muriera de frío dentro del auto que carecía de calefacción.


Aunque era estúpido, porque dentro del estadio debería de hacer más frío que dentro del auto, y se rió de si misma al imaginarse entrando a un estadio del cual se prometió no volver a si quiera pisar un pie dentro de él.


Presente.


Elizabeth se sintió observada, aunque en sí su mueca de asco siempre estaría presente, se sintió aliviada a su vez porque dentro del estadio, exactamente en sus pasillos, había calefacción y aplaudió internamente al conductor ante su sugerencia/orden.


Miró hacía todos lados, de esta manera, dando unas cuantas vueltas sobre su eje. El estadio estaba aterradoramente vacío, y quizás lo único que podía escucharse era su respiración agitada ante tanto frío y la manera en la cual corrió al notar la calefacción.


Estaba en uno de los pasillos que mostraba el campo en su mejor punto. Estaba solitario y silencioso. Sin las once personas corriendo por su verde césped y la pelota rodando de pies en pies. Era una verdadera belleza ver un estadio así de vacío, que dejaba atrás las personas gritando, celebrando y llorando. Que dejaba atrás los sueños y sólo se mostraba ahora un espectaculo silencioso.


Era increíble de ver aquello. Donde los sueños se fueron volando, y las alegrías se esfumaron. Donde el silencio reinaba en su mejor palacio. Donde los gritos de felicidad y enojos eran intercambiados por un silencio interminable, y donde el deporte más hermoso del mundo era escaso de celebrar.


Caminó hacía el campo, y miró toda el campo, celebrando algo que no tenía sentido. Dejaba atrás su odio al estadio, esto era más que todo personal. Se sentó en medio del campo, mirando las gradas y la nieve caer. No le importó el frio, tan sólo lo que le importaba era ver el estadio vacío.


Escuchó una voz que interrumpió su interesante admiración por un estadio vacío, y se sobresaltó de tal punto que un grito se escapó de lo más dentro de sí, y retumbó por el pasillo y parte del campo. Volteó su cabeza, para encontrarse con Marco Reus, un rubio que había visto más de una vez jugando para el Borussia Dortmund.


Nadie sabía porqué se habían encontrado.

Nadie sabía porque el destino había hecho aquello.

Y nadie quería saber nada.

Porque saberlo, arruinaría su camino.

Signal Iduna Park | Marco ReusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora