Dicen que cuando vuelves a un lugar en el que has sido feliz, te devuelve la felicidad de ese momento porque esos buenos recuerdos te invaden. Aquí yo había sido la persona más feliz de toda la faz de la tierra pero también había sentido un dolor inexplicable. Y había vuelto, después de tantos años había vuelto a ese lugar que me había dado tanto pero me había quitado todo. La sensación que tenía era de estar perdida, de no saber ni que sentía. Este mundo, el de este deporte de motor, el de la Formula 1 había sido el mundo en el que yo me había criado, o había estado en el garaje de mi padre o en el Paddock con los demás. Pero había pasado un período de tiempo en el que no había vuelto, unos años en los que no había tenido la fuerza necesaria para volver hasta aquí, casi cuatro años, tirando para cinco. Y a pesar de que conocía a la mayoría de personas que trabajaban en esto, sabía que este mundo laboral era muy complicado. Un día estabas en la cima pero al día siguiente estabas fuera. Tenías que luchar por estar aquí, así que no sabía si la mayoría seguían aquí. Había vivido tantas emociones en todos los años que había pasado de circuito en circuito, acompañando a mi padre. Había reído, llorado, me había enamorado y me habían destrozado. Todo había cambiado desde la última vez que había estado, ya nada era lo mismo, ni siquiera yo lo era. Una parte de mí tenía miedo de lo que me iba a encontrar, sentía que estaba viviendo en una simulación y que estaba soñando, que esto no estaba ocurriendo en realidad. Pero no era así, estaba volviendo aquí.
Mi padre era el jefe de Thorton, uno de los equipos más importantes que había, honestamente, el que más. Mi padre era conocido por haber sido uno de los mejores pilotos de la historia y ahora se había convertido en el jefe principal del equipo de su vida. Había conseguido victorias como piloto pero también como jefe. Yo no sé como él era capaz de estar aquí después de todo lo que había pasado y eso me hacia sentir orgullosa de él. Yo no entendía como él si había sido capaz de volver, no perderse ni una carrera después de todo lo que había pasado. Yo no había podido, no hasta ahora. Y había vuelto por necesidad. Hacia un año que me había graduado en Saint Martins, en diseño de moda y desde que estaba en segundo de carrera había trabajado junto a mi tía, dueña de una de las firmas de moda más famosas y lujosas del mundo. De mi se esperaba que fuera su digna sucesora y yo no quería demostrar que estaba allí solo por mi apellido, no lo quería hacer bien, lo quería hacer perfecto. Pero ahora estaba en un período que no encontraba inspiración, tenía la sensación de que toda mi creatividad se había esfumado. Estaba en un bloqueo de creatividad. Se lo comenté a mi padre una de las veces que fui a verle a su casa, cuando no estaba trabajando, que solía ser muy pocas veces. Él me ofreció a que fuera con él a los circuitos, como cuando era pequeña. Lo dijo porque cuando tenía cinco años comencé a hacer bocetos mientras él estaba conduciendo. Recuerdo que todo el garaje estaba concentrado en la carrera, en mi padre y su compañero de equipo, Tío Albert. Todos estaban concentrados en ellos mientras yo estaba sentada encima de un baúl que tenían dibujando ropa que se me había ocurrido. Por eso me ofreció ir con él y yo no sé como acabé aceptando. Iba a contrarreloj, debía de presentarme a mi tía una colección para la temporada que viene cuanto antes y estaba completamente en blanco. Quería hacerlo bien y demostrar que yo valía para estar allí, en la firma de mi tía. Además, mi padre entendía mejor que nadie que era tener que demostrar quien eres, que no solo eres un apellido. Mi abuelo, su padre, había sido y era considerado uno de los mejores pilotos, al igual que mi padre. Mi abuelo tenía dos mundiales y mi padre trabajó duro para conseguido cuatro más que su padre. Lo que mi padre sentía por este deporte era absoluta devoción, una pasión extrema. Un amor de verdad. Él quería que le recordarán por ser quien era, no por ser el hijo de y yo quería lo mismo para mí, no ser la sobrina de. Durante años había sido conocida por ser hija de, nieta de y sobrina de y ahora quería currarme mi propio camino, que la gente me conociera por ser Brooke Roberts.
Había dejado el apartamento en el que vivía ahora, en Paris y estaría junto a mi padre casi cada semana en diferentes circuitos, dando la vuelta al mundo. Y si hace un año me hubieran dicho que estaría de camino a un hotel en Bahrein, me hubiera reído. Llorado de la risa. Pero el destino era así de caprichoso y aquí me encontraba, junto a mi padre en Bahrein. No sabía lo que estaba sintiendo en mi interior, jamás me había sentido así. No sabía como definir como me encontraba, entre nervios y tristeza. Iba a encontrarme a viejos conocidos que hacía años que no veía y también con gente que me había roto.
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Sin frenos
Teen FictionDespués de cuatro años Brooke decide acompañar a su padre a las carreras de Formula 1. La razón por la que había estado tan alejada durante años solo tenía un culpable, James Lancaster. Sabía que al volver lo volvería a ver, pero ninguno pensó que d...