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Chaeyoung llegó temprano a su local. Estuvo un rato recogiendo varias cosas de la despensa y vaciando la caja registradora. No iba a abrir ese día, había muchas razones para no hacerlo. Una de ellas era que le habían pedido al menos por el resto de la semana que mantuviera su cafetería clausurada, no podía hacer nada contra la ley, debía cooperar en todo.

Salió del café sosteniendo una gran caja llena de ingredientes. El clima era fresco, el viento iba en todas las direcciones, anunciando que pronto caería la nieve. Puso la caja en el suelo y buscó dentro de los bolsillos de su abrigo las llaves del local. Iba a poner la llave dentro de la cerradura y luego girar, pero vio sus mejillas enrojecidas en el reflejo del vidrio de la puerta. Pasó su vista al interior de la cafetería, se veía tétrica, como una mala película de terror donde ella sería la siguiente en morir.

De repente vio detrás de ella una figura, su corazón se aceleró como si hubiera corrido todo un maratón y dio vuelta, temiendo lo peor. Pero nada de lo que su loca imaginación le jugaba en contra pasaría, era Jinsol quien había llegado unos minutos después.

—Buenos días, jefa. —dijo como era de costumbre, con una radiante sonrisa en su rostro.

—No tenías que venir hoy, pensé que había quedado claro.

—Haewon me dijo que vendría y quise acompañarla, pero veo que llegue algo tarde.

Chaeyoung le puso seguro a la puerta, guardó las llaves y tomó la caja del suelo. Empezando a caminar por la acera mientras era seguida por la otra muchacha. Ambas vivían en la misma zona por lo que podían ir hablando durante todo el camino. La verdad era que no había otro tema del cual charlar que no fuera lo ocurrido en el café, resultaba ser algo cansado, no había podido pegar el ojo en toda la noche por las pesadillas que tuvo.

En sus sueños ella era la que asesinaban en lugar de la chica, la cafetería pasaba de ser un lugar acogedor, animado y alegre a parecer un cuarto en una casa del terror, mesas unas sobre otras, sillas amontonadas, esquinas llenas de telarañas y polvo por doquier. Temía de que así podría quedar su negocio si no se resolvían el caso, estaba en boca de todos, pero de la mala forma.

—Jinsol, quiero preguntarte algo. —dijo la pelinegra, a lo que la menor asintió en respuesta—. Habías dicho que solo viste a la chica hablar con esa mujer, pero Haewon me dijo que atendiste un pedido de ella una vez. ¿Por qué ocultaste eso?

—No oculté nada. —La chica se detuvo de pronto—. La había visto de espaldas, no conozco su rostro. ¿Cómo iba a saber que se trataba de esa mujer? —cuestionó frunciendo el entrecejo—.  Usted la conoce ¿no es así? ¿Quién es ella?

Chaeyoung solo pudo suspirar y seguir caminando. No había preguntado de la manera correcta, parecía como si estuviera acusando a esa pobre chica de un crimen que no cometió. Jinsol le seguía de cerca, haciendo una mueca y con la vista en la acera, tratando de no pisar las líneas.

Llegaron hasta un parque que tenían que atravesar para llegar al edificio donde ambas vivían, Chaeyoung en el octavo piso y Jinsol en el noveno.

Había pocos árboles con hojas, la mayoría estaban en el suelo, hojas secas que cuando las pisaban se escuchaban crujidos, un ambiente calmado. En los columpios no había niños, de hecho, eran las únicas en ese parque, algunos autos pasaban por las carreteras y uno que otro peatón, desde lo ocurrido en esos barrios cercanos todos se sentían algo inseguros, algunos vecinos de Chaeyoung dijeron que no iban a mandar a sus hijos a la escuela temiendo que el asesino estuviera por ahí esperando a matar a otro infante.

—¿Quieres saber quién es ella? —preguntó de pronto, ya abrumada por el silencio que hacía pitar sus oídos. Jinsol le miró confundida, esperando a que continuara. —Es una vieja amiga del colegio. Creo que hay alguien más en esto y solo necesitan a un sospechoso para hacerlo pagar por algo que no hizo y meterlo tras las rejas. Hay algo que está mal aquí, muy mal, y no creo ser de ayuda.

DoughnutDonde viven las historias. Descúbrelo ahora