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Los primeros días en los que Sana llegó a Japón fueron realmente duros, cambió su número, su nombre y hasta su apariencia, tiñendo su cabello de rojo. Antes de empezar a vivir con Momo en aquel pequeño, pero hermoso departamento acordaron ahorrar lo suficiente para luego mudarse a su país de origen a pasar sus últimos días cómo una pareja de ancianas enamoradas. Todo eso se fue en un abrir y cerrar de ojos.

Habían pasado dos años desde lo sucedido con todo su grupo de amigas, primero la muerte de la pequeña hermana de Tzuyu, luego la de Jeongyeon y Nayeon, cuando recibió la noticia de que Tzuyu también había sido víctima de un crimen quería echarse a llorar en los brazos de su novia, pero Momo esos últimos días no anduvo con ella. De hecho, Sana preguntó en el trabajo de la mayor si estaba demasiado ocupada, su sorpresa fue mucha cuando le dijeron que había renunciado días antes del asesinato de las dos mayores del grupo.

—Ey, nariz de chinchilla. —Su compañera de trabajo, Kazuha, llamó la atención de la mayor—. Te pregunté algo, ¿en qué pensabas?

Sana solo pudo exhalar un largo suspiro y luego mirar fijamente a un punto en su escritorio.

—¿De nuevo viendo al pasado? Te sigues haciendo daño.

—No es verdad, solo estaba pensando en mis últimos dos años. —respondió Sana tomando varios papeles y acomodándolos, eran borradores de su próxima historia.

—¿Y cómo estos cambiaron de una manera que no querías?

—A veces pienso que lees la mente. —Intentó que aquello saliera en tono burlesco, pero parecía más fastidada que divertida—. Deberías haber estado cuando sucedió el peor mes de mi vida, tú si podías haber resuelto el caso.

—No hablemos de eso, Sana-ah. —dijo la pelinegra, haciendo puchero y volviendo a teclear, tenía que hacer varias correcciones a unas historias viejas.

Ambas se pusieron en sus tareas habituales, el reloj parecía correr, los segundos eran minutos y los minutos las horas. La mayor no llegaba a concentrarse del todo porque estaba a nada de llegar la fecha en la que toda su vida dio un giro inesperado y los planes que había hecho tuvo que cambiarlos para que todo tomara un atajo y un nuevo curso, mismo que ella no quiso, pero tendría que aceptarlo tarde o temprano.

—Sí, sí estoy pensando en el pasado porque no puedo dejarlo atrás. —dijo finalmente, golpeando el escritorio y tomando por sorpresa a la contraria—. Entre más pienso menos algo cuadra en esta historia.

—¿Qué cosa?

—Mi novia me ocultaba cosas, si hubiera sido una infelicidad me hubiese percatado de ello, pero no fue así.

—¿Confiabas en ella? —preguntó Kazuha viendo fijamente a Sana.

—Lo hacía, pero eso fue antes de no decirme a dónde iba por las tardes y porqué no me contó que había renunciado a su trabajo.

—¿Y si tal vez quería que se mudaran y quería ayudarte a cumplir tu sueño?

—No lo creo, nuestros planes era hacerlo cuando estuviéramos casi pisando los cuarenta y Momo me tuviera que ayudar a subir las escaleras a causa de mi problema en la rodilla. —Recordó eso con una gran nostalgia.

—Ustedes eran muy lindas. —rio Kazuha muy enternecida—. Deberías dejar el pasado en el pasado, recordar a tu novia como alguien te hizo feliz y te quiso mucho. Ojalá llegar a tener una Momo en mi vida. En su lugar me llegan unos estúpidos que ni te cuento.

"Una Momo en mi vida". Era extraño, algo olía mal, todo pareció ser tan perfecto a su lado y de la nada su relación se derrumbó, pero después del accidente es que apenas se daba cuenta de las grandes mentiras. ¿Por qué Momo haría algo como eso? ¿Mina tenía razón? ¿Momo aparte de haberle sido infiel era una asesina? No, no cabía eso en su cabeza, conocía muy bien al amor de su vida, Momo no era esa clase de persona. Si algo sabía Sana era que Momo parecía estar a la defensiva antes del accidente, como si alguien estuviera detrás de ella. Pasaba demasiado tiempo fuera de su hogar y borraba los datos de navegación del GPS.

DoughnutDonde viven las historias. Descúbrelo ahora