Capítulo II

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Por parte de Cris solo observaba aquella escena, dónde la abuela Yang se tiraba al piso con un llanto inconsolable, gritando el nombre de su hijo, fue desgarrador pero aún así lo entendió todo.

Se acercó a la abuela Yang, quien aún yacía en el piso, la tomó de un brazo y ayudo a levantarse, la sentó en el sofá, fue por un vaso con agua y sus calmantes, el sabía que la abuela de los Yang apenas tomando un respiro le contaría todo.

-Chris, hijo - suspiro la abuela, como si la vida o el mismo mundo se terminarán ahí. -¿Que vamos a hacer señora Yang? - dijo el menor tratando de contener sus lágrimas.

Ambos se abrazaron tirados en el piso, ninguno de los dos sabía a quién le dolía más, si a Chan que había perdido a sus padres o a la señora Yang, quién había perdido un hijo y le había dejado a su nieto.

Pasaron los días, los cuerpos de los padres de los chicos fueron traídos a Corea para hacer los rituales correspondientes, la señora Yang y Chan, se encargaron de preparar los funerales, Chan apoyaba en lo que podía, después de todo era solo un adolescente, muy capaz para su edad, pero al fin de cuentas, adolescente.

Así fue, colo todos se quedaron a vivir en la casa de la abuela Yang, quién en el intento de quedarse con todos los niños a su cargo, perdió mucho del dinero que los padres de estos les habían dejado, lo demás estaba guardado en el fondo Universitario, para que su matrícula no costará tanto.

-Abuela, es nuestro primer día en el colegio, ¿Pudiste preparar mi lunch?- preguntaba el chico de las mejillas abultadas. -Claro que si mi Hannie bannani.- Respondía la abuela todas las mañanas.

-Channie, cariño, hoy no llegues tarde, solo ve a la escuela y regresas.- le decía la abuela al mayor de los cuatro. - P-pero abuela, no alcanzaremos a llegar a fin de mes.- contestaba el chico, siempre con una mueca de preocupación. - Channie mi amor, siempre debo recordarte, que no somos pobres, sus padres nos dejaron lo suficiente para salir adelante.- sentenció la abuela a ver al chico tan cansado, quién se la pasaba yendo y viniendo entre la escuela y cuánto trabajo de medio tiempo que encontraba.

Tras un tiempo viviendo así, en lo que se acostumbraron los pequeños a no ver a sus padres más que en fotografías, ya habían pasado dos años, el hijo de los Yang, no los recordaba, solo sabía quién era su papá y su mamá, a diferencia de los mayores.

Esta vez habían ido a visitar los nichos de sus padres a dejarles algunas flores, hacer unas oraciones y después regresarían a casa.

Ya estando en casa, unos minutos después de tan solo haber llegado junto con la abuela Yang, comenzó un bullicio de preocupación, La abuela Yang, había caído al piso, desplomando sé en la cocina.

-¡¡Hyuuuung!! - grito el menor de los cuatro - ¡Titaaaa! S-se durmió en la cocina?- decía en un tono raro, el mayor no sabía identificar de que forma lo decía así que salió corriendo en dirección de la cocina.

180° Junto a ti. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora