Capítulo 3 - Última apuesta

16 5 0
                                    

Sábado 5 de marzo del 2022

A las nueve de la mañana, en un inmenso casino, se desarrollaron diversos juegos como el póker, la ruleta, los dados, el billar y entre otros. Desde las primeras horas del día, la sala estaba abarrotada y algunos juegos contaban con más actividad que otras. En la sección de billar, al fondo, se destacaban dos personas que llevaban desde las siete de la mañana inmersos en una partida que ya sumaba diez enfrentamientos consecutivos.

- Con esta partida ya vamos cinco empates ¿Qué te parece si los dejamos así? -

- No, todo o nada ¿aceptas? -respondió Marco, desafiante, mirando fijamente a su contrincante.

- ¿Seguro? En la última partida lograste empatarme por suerte - comentó su oponente, dudando.

- ¿Por qué simplemente no aceptas? No me digas que tienes... - dijo Marco, burlón, insinuando algo con una sonrisa.

- No, claro que no, pero no puedo seguir jugando si no duplicamos la apuesta ¿Qué dices? -

- Está bien - Marco respondió, algo nervioso, pero decidido - Saco yo... -

- ¡Espera! -interrumpió la otra persona- Si tienes para pagar la apuesta, ¿no? -

- Claro, si no, ¿Cómo apostaría? -dijo Marco con seguridad, mostrando una sonrisita al final, y comenzando la partida.

La tensión era palpable en el ambiente, y las manos de Marco comenzaban a sudar. Su oponente, una persona influyente y adinerada, parecía imperturbable. Transcurrieron aproximadamente cinco minutos y la única bola que quedó por embocar para ambos jugadores era la negra.

- Aún estas a tiempo para rendirte y salir de aquí. Mira que no doy oportunidades así no más... -

- ¡Cállate! Solo me falta esta bola y... -interrumpió Marco mientras apuntaba para disparar con el taco.

- ¿Seguro? -dijo el oponente justo cuando Marco dio el taconazo- Uy, fallaste, jaja, ahora es mi turno -

- Si, pero... ¿Aún está en pie tu oferta? -dijo Marco empezando a transpirar.

- Shh... me desconcentras - ¡zas! sonó el taconazo- Ja, te dije que aceptaras mi oferta antes de que yo... –

Inmediatamente después de que su oponente embocara la última bola, Marco decidió emprender la fuga. No le quedó más opción que salir huyendo de aquel lugar, ya que no tenía ni una sola moneda en el bolsillo para pagar su deuda. Al abandonar el establecimiento y atravesar dos calles, se giró para percatarse de que dos personas mucho más corpulentas que él le estaban dando alcance. Sin mirar atrás de nuevo, corrió desesperadamente durante cuadras y cuadras, hasta que, sin darse cuenta, chocó contra alguien.

- Ay... -susurraba Marco un poco aturdido y levantándose de la caída.

- ¡Noooo!¡Mira lo que hiciste imbécil! -exclamó Sofía furiosa.

- Lo... lo siento, enserio lo siento -dijo tartamudeando-. Necesito irme, algún día te lo pagaré, pero necesito... -

- No no no, ¡tú me pagas esto! -interrumpió ella agarrándolo de la muñeca- Es la única fuente que tengo para... -

- ¡Suéltame! -exclamó él liberándose de su agarre- Entiende que fue casual y que... ¡adiós! -dijo sin terminar la oración.

Después de recuperarse del incidente y alejarse lo suficiente, se dio cuenta de que la persona con la que había chocado era una joven de aproximadamente su misma edad. Aunque su visión estaba algo borrosa debido al impacto, le agradó su voz y, considerando su altura, parecía medir alrededor de un metro setenta. Sintiéndose distante, cansado y observando su entorno, decidió tomar un autobús de regreso a casa, ya que tenía un asunto importante al mediodía.

Al finalizar su trayecto en el autobús, se dirigió a pie hacia su hogar. A medida que se acercaba, pudo observar desde el exterior que todo parecía estar en calma, como cualquier otro día. No había indicios de una reunión o de algo importante que estuviera sucediendo. Al entrar, se percató de que no había nadie presente, pero recordó que su abuelo solía pasar la mayor parte del tiempo en el tercer piso, en su silla de ruedas, contemplando el paisaje a través de la ventana. Sin dudarlo, subió las escaleras y encontró a su abuelo exactamente como lo había imaginado.

La suerte no existeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora