Desenfreno

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Era un sueño, estaba seguro, no podía ser así, simplemente no estaba ocurriendo. Caminé como ido hacia la cama y ella ni siquiera parpadeo, me acerque a sus pies desnudos, blancos, suaves. Con las yemas de mis dedos recorrí sus piernas y luego me arrodille a su lado.

- ¿Que quieres de mi? Pregunté desconcertado.

- Creo que la pregunta correcta sería: ¿Que quieres hacer conmigo?

No lo pensé dos veces y la besé, ella aferró sus manos a mi cabeza y aplastó mis labios contra los suyos, mis manos se fueron a su espalda y la acaricie, rápido, exigente, mientras ella con dedos temblorosos retiraba mi chaqueta. Impaciente terminé yo mismo de desnudarme pero entonces caí en cuenta: no podía, no debía, su padre era mi mejor amigo. Ella era un imposible para mi, me aleje de su rostro pero ella me retuvo entre sus brazos y me beso de nuevo con mayor intensidad, mis prohibiciones se fueron al caño y me deje caer sobre su cuerpo tocandola. La besé, descendi poco a poco desde el lóbulo de su oreja hasta la base de su cuello y sus gemidos eran como lava ardiente quemando mis sentidos y elevando mis ansias, toque sus pechos suaves y redondos hasta que sus pezones se levantaron orgullosos para mis labios. La sentí estremecerse con cada lenguetazo de mi parte y mis manos comenzaron a acariciar su vientre, baje besando sus piernas desnudas y el olor de su excitación lleno mis fosas nasales. Me sentí a punto de explotar, subí a sus labios y me dejé llevar abriendome paso entre sus piernas, me coloque en su entrada y me deje ir, de lleno y sin freno, su grito me saco de mis ensoñaciones. Virgen. Yo creía que con sus coqueteos ya tendría alguna experiencia sin embargo eso solo me excito todavía más, como salvaje comencé a entrar y salir dándome placer una y otra vez. De repente su gesto se relajo y su respiración agitada se acompaso a la mía, tomé una de sus piernas y la levante en mi hombro para poder entrar más profundo, su gemido me enloqueció y acelere más rápido, más ansioso sintiendo el extasis de estar cerca, muy cerca, salí de ella y me miró con ojos acusadores entonces la tome por la cintura y la voltee de espaldas, tome sus caderas y me hundi de nuevo en ella hasta el fondo, rápido, sin tregua, dándome placer sintiendola cada vez más húmeda a punto de llegar. Sus uñas rasguñaron todo lo que estuvo a su paso y con un último gemido me llevo a mi propio orgasmo. Me corrí en su interior olvidandome de todo y caí exhausto a un lado pero con mi virilidad cien por ciento complacida cerré mis ojos y me abandone a la oscuridad.

Desperté todavía aturdido después de lo sucedido, eran ya las 6pm. Estire mi brazo intentando encontrar su cuerpo desnudo junto a mi pero nada, examine la habitación pero no había ni rastro de su paso por ahí, todo parecía un sueño nada más pero estaba seguro de que había ocurrido en verdad, me recoste cerrando los ojos y masajeando mis sienes, todo tenía una explicación, la había tomado, su virtud era mía, completa y totalmente mía. Entonces caí en la cuenta ¿Y si la había embarazado? Aún si no era así debía tomarla como mi esposa y responder por lo que acababa de hacer, no podía ser de otra manera. Pero el hecho no me molestaba, estaría feliz de poder tomarla cada vez que quisiera y mostrarla orgulloso en sociedad, ella sin duda era perfecta, me hacía ilusión todo, la boda, hijos, un hogar. Yo que jamás había pensado en casarme y ahora estaba anhelante por la idea, primero hablaría con ella y después con Jaime. Pediría su mano y al fin sería mía. Me di un baño rápidamente, me vestí y baje emocionado las escaleras y la vi en la sala, sus mejillas tenían un hermoso color sonrosado. Me acerque a ella casi corriendo

- Fátima debemos hablar.

Se levantó lentamente sin dejar de mirarme a los ojos.

- Te escucho querido, dime.

- Lo que pasó entre nosotros, tenemos que solucionar las cosas y planear nuestro futuro es necesario que...

- Perdón - Dijo ella levantando su mano - pero no se de que me hablas.

- De lo que pasó hace unas horas, ¡tu te entregaste a mi!

- Querido debes estar delirando.

- Así que aquí están vamos, es hora de cenar. Dijo Jaime apareciendo en la sala.

Sin decir más sólo sonrioy tomó el brazo de su padre saliendo de la habitación rumbo al comedor ahí, perplejo y no muy seguro de lo que había pasado, me senté, incapaz de seguirlos y tomé mi cabeza entre las manos, bien, si ella no pretendía tomar en serio mis intenciones la dejaría recapacitar, se vería obligada por la situación y si bien no entraba en razón mañana mismo partiría de ese lugar.

Una semilla de pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora