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- Veinte metros de tela estarán bien. - dijo mi hermana Meg cuando el costurero le preguntó sobre si eso sería suficiente para hacerse un bonito vestido para el próximo baile. 

Después me miró, cómo esperando respuestas. Elevé las cejas y negué ligeramente con la cabeza, indicando que no sabía lo que quería. Mi lenguaje corporal ganó esa vez, cuando me encogí levemente de hombros y le di la espalda, intentando protegerme de esa mirada adivinatoria de hermana mayor. 

- ¿Por qué no quieres venir a Europa? - me preguntó mi hermana, esta vez con una pícara sonrisa. - Oye, sabes perfectamente que no... 

- ¿Pandora? - sonó una voz de una mujer que se me hizo tremendamente conocida. Giré sobre mis tobillos, despacio; temiendo que ella pudiera ver las gotas de sudor frío que resbalaban por mi nuca. 

Me tranquilicé inmediatamente cuando vi de quien se trataba. 

- ¡Mariah! - dije sonriendo mientras abría los brazos para abrazarla. Mariah era una chica de la edad de mi hermana, habían ido juntas al colegio y desde entonces habían sido grandes amigas. Según me contaba mi hermana, el chico que la estaba cortejando tenía mucho dinero, pues era un burgués; o una panda de malparidos enchufados, como diría mi padre. 

El caso es que este señor burgués, la había propuesto ir a Europa y comprarla todo lo que quisiera y mas mientras veían las maravillas del continente. Sus playas, sus culturas, sus paisajes, trayecto en ferrocarril. El caso es que, Mariah estaba entusiasmada y cohibida no quería irse sola, ahí es donde entra mi hermana. Amiga, amiguísima del alma de mi hermana, quería que Meg la acompañara a Europa. 

Su marido no había dudado en ayudarla a hacer las maletas y desearla un buen viaje, pues importante hombre de negocios, también viajaba mucho. 

Esto no le había gustado nada a mi padre. Meg y su marido tenían una relación preciosa y muy sana que no estaba aprobada por mi padre. Padre creía que el marido de Meg la estaba engañando con otra. 

Sus argumentos eran del estilo de: "no te habría dejado marchar si realmente te quisiera, pues yo no dejaría a mi mujer suelta por ahí." Y mi preferido: "como es inglés e imbécil por naturaleza, seguramente que ha obrado en contra de la voluntad de Dios y te está usando como tapadera para ocultar la verdad. ¡Abre los ojos hija! ¡Ese hombre es un afeminado! A LA HOGUERA CON ESE THOMAS" había dicho padre tras que el marido de Meg afirmara que si quería usar pantalones, no veía problemas para que no lo hiciera. 

Por supuesto, no lo había dicho en frente de él, pero igualmente había resultado un escándalo. Meg, que se lo tomaba todo con humor, había reído a carcajadas como si fuera una niña pequeña, mientras corría en pantalones por toda la casa; perseguida por mi padre. 

Ese día había sido uno de mis preferidos porque Meg había hecho correr a Padre mientras gritaba rojo como un tomate. 

En realidad, esto había tenido repercusiones, pues Meg ya nunca cenaba con nosotros. Padre había hablado después con ella y a juzgar por el comportamiento en los años siguientes de Meg hacia padre, este último la había dicho cosas que no tenía derecho a decir y que la habían herido profundamente. Eso, o padre había pegado a Meg. No sería la primera vez, de todos modos. Suele hacerlo mucho cada vez que alguna le enfadamos lo suficiente. Y se ceba especialmente con Amy, pues al ser su preferida, la exige mucho mas que a las demás y con ella no hay margen de error que valga. Si no lo hace todo correctamente, luego la llena de moratones. 

Madre ha intentado meterse varias veces pero desde que está tan débil, no puede soportar esas brutales palizas que luego padre guarda para ella. 

Igualmente, ahora soy yo con la que se ceba especialmente. Padre ya no pega a Amy porque Amy tiene ahora un prometido y no puede tener ningún cardenal a la vista, porque entonces su cuerpo se considera feo. 

The LadyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora