Prólogo (a mi manera)

49 0 0
                                    

Visto desde arriba, como si un ojo que todo lo ve colgara del inmenso cielo y por arte de magia llegara hasta mi minúsculo ser, la monotonía de las palabras eran como un compás de alguna canción abstracta que me gustaría no haber descubierto.

La fina melodía que te envuelve y te hace imaginar cosas, significados que no existen, porque está vacía de intenciones y palabras. Melodía engañadora, me hace sufrir, me hace daño. Pero sería gracioso que aquel ojo que todo lo ve, observara como me levanto en medio de cada puesta del sol esperando la próxima, esa próxima melodía que me conforta y hace esperanzarme de encontrar algo que pueda cubrir ese pequeño hueco existencial. Ese algo que no es alguien pero que tampoco es algo y al final nunca me entiendo.

Mis pensamientos van y vienen como en un vaivén concentrado en lo mismo de toda la vida: progresar, vivir y gozar lo más que pueda.

El ojo se puso sobre una noche calurosa en la cual el sudor recorría mi frente en pleno ejercicio.

¿Será tan dificil de adivinar que pasó? Fácil de explicar. Me mintieron.

Simple, acertivo y predecible o no tanto, quién sabe en verdad. Una mentira no significa nada cuando no está enlazada a un sentimiento o una razón, pero aquello tenía una razón: mi media naranja no lo era después de todo y ya decidí mandar a la mierda la literatura de las frutas. Todo eso que había construído junto a ese hombre que me complementaba se fue al traste, y tal vez eso ya se había ido hace mucho pero la ceguera de mi melancolía no me permitía verlo y dolió. Ya sin tantas lágrimas, sin tanta pena ni agonía pero al fin de cuentas dolió.

Lo que no entendía en ese momento, solo hasta ese momento, es que las cosas pasan en el órden que tienen que pasar. En el tiempo perfecto, porque una noche pude entender, que la rueda de la fortuna no da su cara hacia todos sino hasta cuando considera que es el momento correcto.

Todo el mundo y su estructura me enseñaron que el amor podía llegar a ser lo mejor del mundo sin advertirme de sus consecuencias y de lo que acarrean tanto sus bondades como desgracias. Y aún así, mitad egoísta mitad consciente nadie se rinde. Porque el ego no es ego sin tener con quien compartirlo y la vida no es vida finalmente sin amor ni sacrificio.

El ojo volteó, y vio la gota de sudor deslizarse desde mi frente atravesando toda mi mejilla.

-Kevin- , estaría diciendo negando con la cabeza viendo la triste situación.

Lo entiendo, yo también me miraría de la misma forma. Pero no hay de que preocuparse, no hay ningún maldito ojo en el cielo que pueda mirarme de esa manera, sino en la tierra. Y la manera de mirar es tan particular que podría asustar a cualquiera.

Volviendo a la gota de sudor, por tercera vez... Sí, me llamo Kevin, un gusto. Esta historia comenzó en una noche de ejercicio en el gimnasio, y no allí precisamente. Pero quería darte a entender cuan comprometido, sexy y marcado debo estar con el asunto. Al menos te lo creerías mientras no supieras que es el primer día que arranco. Mierda, espero haber pensado eso y no haberlo dicho.

El día agitado me tuvo en una frecuencia monótona. Se me va, veo el sol salir y ponerse una y otra vez. ¿Habrás leído que corté con mi ex novio, no? Sí, ese idiota. No me juzgues, cosas peores habrás dicho tu. Y sí, creí todas sus palabras, me engañé con una pantalla verde de cosas que quería mostrarme. Y sí, con 25 años caí de la misma manera que lo haría un jovencillo de 15. Pero la queja es en silencio. No sea alguien llegue a descubrir mis debilidades y pensar que me parezco a uno de esos, cuando ya he vivido mas de lo que un reloj puede contar en un solo día por goleada.

Dieciséis años, solo dieciséis. Entre todos mis compañeros de fútbol uno me llama la atención. No tiene ojos claros, ni me parecía lindo incluso con ese radar que en ese momento estaba estropeado y pronto a evolucionar con el tiempo. Pero me llamaba la atención.

Mierda, me descubrí. Eras bastante ingenuo Kevin, haciéndote el otro, que con catorce no mirabas cinco veces la escena de un tipo desnudo en una película en DVD, casi como en loop, me gustaba engañarme bastante. En trance viendo ese pecho peludo aunque con dieciséis necesitaba hacerme el sorprendido para amortiguar el peso de la negación contra mi propio ser. Gracias sociedad. Lo haces todo el tiempo y lo bien que haces, porque suelo ser tan torpe de abrir las puertas para cosas que realmente no me nutren y lucho por tener el control sobre ello.

Si le intercambiaba un Hola es mucho pero sentía la necesidad de conversarle, y un día me animé y le conversé. Descubrí sus pensamientos y mi corazón latía fuertemente. ¡Que raro!, mi cabeza gritaba algo insignificante y mi corazón quería tener voz propia. Nos seguimos viendo. Pasamos de vernos en la práctica de fútbol a encontrarnos después de ellas, en los ratos libres de las clases. Cada conversación me hacía sentirme más y más comprendido, entendido, todo era perfecto. Demasiado perfecto, y habían errores, pero nada importaba realmente.

¡Había encontrado mi media naranja, carajo! ¡Mi media naranja al fin! Mi realidad grosera me gritaba que el amor es eso, encontrar esa pieza que te falte y pueda conectar instantáneamente contigo.

De pronto ese chico empezó a convertirse en algo más, las caricias en la mejilla, los besos, abrazos y momentos comenzaron a repletar mi memoria de nuevos recuerdos.

Esa dulce cara de adolescente se fue transformando en una dulce cara de hombre y yo vi toda esa transformación. Nos pasó, el tiempo nos pasó y logramos vencerlo. Eramos invencibles ya no necesitabamos mas pruebas, las habíamos superado todas. ¿Entiendes el peso que tienen las palabras media naranja?.

Nos transformamos y modificamos por completo. Aún así nos entendíamos. Pero las cosas ya eran diferentes, desde otros puntos. No solo la barba había comenzado a crecer sobre nuestras mejillas. Había comenzando a crecer y aflorar nuevas perspectivas de la vida. Unas no tan idóneas y menos conformistas, o tal vez si pero todo a medida.

Las diferencias eran cada vez más inevitables, más dificiles de evadir. Los dieciocho pegaron duro nuestro lazo. No se si era el aburrimiento, la rutina o simplemente la costumbre. Pero creímos un momento que no nos perderíamos el uno al otro jamás. Aunque la vida quizo ponernos a prueba para demostrarnos que las palabras se las lleva el viento aunque sean lindas y duele, duele en silencio, a veces sin llanto.

En su trabajo conoció un hombre. Tal vez mejor que yo, o peor, no me odio pero tampoco me amo demasiado. Tal vez... Mil suposiciones vuelan mi mente, sobre eso que tendría que a mi me faltaría pero quizá no era ese el problema. Sin saber el motivo, el corte me dejó hundido hasta el fondo. Y ese corte lo estoy viviendo ahora, justo ahora. Porque fue hace dos días. Y la historia parece mas fácil de contar omitiendo los detalles, que querer acceder a ese arsenal de recuerdos que sientes que recargarían de nuevo esa arma que tanto te balacea y daña.

El ojo que todo lo ve si me viera estaría diciendo:

Kevin, ingenuo. Aún te castigas por no saber lo suficiente y no logras valorar lo que haz aprendido.

Tal vez sí, pero aún no estaba listo para entenderlo.

El Vecino De Al LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora