Capitulo único

27 2 3
                                    


Alan Daniels estaba recostado contra el bar sobre su codo, sujetándose la cabeza con un dedo en la sien, y sosteniendo en la otra mano su whisky. Era una noche aburrida para él, pero no podía dejar su lugar ni un segundo, la noche anterior había surgido un problema con dos sujetos que se habían agarrado a golpes y justo en este momento uno de ellos estaba sentado en un banco junto a la pista de baile con una rubia sentada en sus piernas, no podía permitir que sujetos como ellos le arruinaran su trabajo. Alan no despegaba sus ojos de él y la chica -quien en ese momento se acercaba a la barra- pues no se fiaba del sujeto. Parecía ser un buscapleitos y lo que más le molestaba en la vida eran sujetos como él. La chica se inclinó sobre la barra a su lado y Alan no pudo evitar mirar hacia su cuerpo inclinado, no tenia mal cuerpo pero era visible que la chica era del tipo de las que lo tomaban todo como un juego y les gustaba llamar la atención. La joven giró su cabeza y le dirigió una sonrisa coqueta, a lo que él alzó las cejas solamente, ella le tiró un beso y cogió su bebida alejándose de él. Alan negó con la cabeza, entendiendo por un momento por qué su pareja se comportaba como un imbécil provocando peleas.
La noche había avanzado lento, la música que sonaba no era la mejor desde su punto de vista pero era tolerable y agradecía no estar del todo solo. Salomé, una chica de mediana estatura y un cuerpo con demasiadas curvas -que evidentemente no eran todas naturales- se sentaba a su lado pasando su brazo por la cintura de él. Este no podía creer que el imbécil buscapleitos aun no se hubiera retirado, eran ya pasada las 2 de la mañana y Alan comenzaba a sentir sueño, cosa extraña pues nunca le ocurría. Miró hacia el buscapleitos y lo encontró con un chico más joven y una chica de estatura baja y cabello castaño sentados a su lado. Ella sonreía a todos y parecía desprender alegría. Alan inclinó su cabeza apreciándola mejor. Tenía un cuerpo pequeño con curvas en los lugares adecuados, no era exagerada como Salomé. La miró levantarse jalando por la mano al chico más joven -que parecía, ahora que le ponía atención, de su edad- hacia la pista de baile, danzando en su camino. Alan se sorprendió sonriendo. La chica tenía unos ojos grandes, pero era lo único que lograba ver desde su distancia por lo que optó por acercarse, sin querer llamar la atención de la chica, que seguro se daría cuenta de su presencia. No era fácil ignorar a un sujeto de metro noventa de altura y complexión de una roca, por más que fuera vestido de modo casual y llevara el cabello desordenado, nunca podría hacerlo parecer normal.
La chica pareció no percatarse de la mirada de Alan, y este se sintió un tanto frustrado por ello. El chico que bailaba con ella se colocó en su espalda y la sujetaba de la cintura, mientras ella se contoneaba, demasiado entusiasta para la música que sonaba. No se había equivocado: ella tenía los ojos más grandes que había visto y las mejillas sonrojadas por el baile. Ella alzó la vista topándose con su mirada y él le sonrió. Sintió un escalofrío recorrerle la columna pero ignoró el sentimiento, mientras ella desviaba la vista aparentemente apenada. El chico que llevaba un pantalón café -demasiado horrible para su gusto- miró directamente hacia él y le lanzó una mirada de advertencia al darse cuenta de que Alan miraba a "su chica", al menos eso pensó Alan.
Miró el reloj, las 2:54. El lugar cerraba a las 4:00, pero se sentía tan atraído por la alegría de la chica, que se encontró preguntándose si ella era novia de pantalones café, deseando con todas sus fuerzas que no fuera así, y esperando que ella se despegara un momento de ellos esa noche para poder abordarla. Saber su nombre, eso estaría bien por el momento. Era la primera vez que la miraba en el bar y temía que si no averiguaba su nombre nunca jamás podría volver a verla, así que en el momento en que vio que ella se alejaba de sus amigos, la siguió despacio para no asustarla. Se coloco en un taburete cercano a los servicios y la observó hacer una mueca al contemplar la enorme fila para entrar.
-Conozco otros servicios aquí. - dijo Alan dirigiendo sus palabras a la Chica.
-¿Es a mí? -preguntó la chica confundida apuntándose con un dedo.
Alan sonrió y asintió con la cabeza, miró los ojos de la chica agrandarse aun mas -por imposible que pareciera- y ella desvió nuevamente su mirada de él, poniéndose alerta.
-No, gracias. Estoy bien haciendo fila.
-¿Tu madre te ha enseñado a no fiarte de desconocidos? -preguntó él sintiéndose divertido pero a la vez frustrado nuevamente. Ella sonrió.
-Si, y más cuando esos desconocidos parecen matones. -respondió ella soltando risitas.
-Tu madre estaría orgullosa de ti entonces. -se burló él. Ella asintió con la cabeza.
-Lo mejor es que no insistas mucho, no pienso ir a algún lugar extraño contigo, -lo miro de arriba abajo y luego regreso a su cara- ¿Eres un guardia de seguridad?
Alan se sintió agradecido que ella sugiriera eso y que no supiera que en realidad él era el dueño del lugar. Se encogió de hombros y apuntó con su mano a otro sitio.
-De verdad, ese sitio está mucho más libre de personas. -insistió y ella entrecerró los ojos mirándolo.
-Y ¿por qué, de todas estas chicas, eh sido yo la elegida para tener ese placer?
-Porque pareces realmente desesperada. -contestó, haciéndola reír.
-Y ¿dónde está ese bendito lugar? - se rindió a medias ella.
-Por allí. -apuntó él.
-Ah que casualidad, ¿en la oficina del jefe? -dijo alzando las cejas.
Él se encontraba encantado con su conversación y las frases rápidas que ella le proporcionaba, era divertida y eso la hacía más irresistible. No pensaba echarlo por la borda en ese momento, si daba buena impresión ella volvería y podría intentarlo de nuevo.
-Justo ahí. Pero está bien, entiendo que prefieras hacer una fila eterna a aceptar que un desconocido te guie a algún extraño lugar.
-Sí, pero muchas gracias... -hizo una pausa esperando que él le diera su nombre.
-Alan, me llamo Alan.
-Siendo así, muchas gracias, Alan, has resultado encantador pero no puedo aceptar.
-No hay problema, eres una chica precavida, es bueno saberlo.

Siempre el ViernesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora