Capítulo único

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Llegaba séptimo año a Hogwarts y con ello empezaba otro año lleno de aventuras para los merodeadores. Ya con dieciocho años los chicos sentían que se podían comer el mundo y afrontar el comienzo de la adultez. Sin embargo, su cabeza en aquellos momentos estaba concentrada, más bien, en cosas mundanas: fiestas, chicas, y alcohol.

Porque hasta los merodeadores necesitan un día para relajarse.

Con la excusa de que iba a ser el cumpleaños de Sirius Black decidieron organizar una fiesta secreta —no tan secreta— en la Sala de los Menesteres. Ya habían hecho pruebas para ello, deseando que la zona se convirtiera en un salón grande y apto para una fiesta adolescente.

Enviaron las invitaciones a un grupo selecto de alumnos. No querían que todos descubrieran su lugar secreto, pero considerando que aquel año era el último que estarían allí, decidieron que no sería malo mostrárselo a ciertos amigos. Entre aquellos alumnos estaban algunos Ravenclaw, Hufflepuff y, también, Slytherins: específicamente tres.

Bartemius Crouch Jr., Evan Rosier y Regulus Black.

En años anteriores la perspectiva de que aquella reunión ocurriera era imposible, pero el año pasado Sirius y Regulus finalmente se pidieron disculpas, reconciliándose. El mayor descubrió a su hermano llorando en el baño y esa discusión fue la que desató que hablaran. Se dijeron todo, desde palabras hirientes hasta confesiones vergonzosas, y allí fue cuando Sirius se dio cuenta de que el menor simplemente necesitaba alguien con quién hablar sin que lo juzgara o controlara a cada segundo. Y se abrazaron.

Era un hecho que debían ocultar el reparo de su relación de las miradas indiscretas y murmullos interesados, por lo que a la fiesta no podría asistir gente relacionada con la familia Black, a excepción de aquellos tres.

Sin embargo, aquella tregua solo corría para su hermano, pues Regulus no tenía la menor intención de relacionarse más allá de lo necesario con los merodeadores. En el fondo seguía teniéndoles rencor por arrebatarle a su hermano.

En una de las habitaciones de la Torre de Gryffindor se hallaban cuatro personas. Todas estaban sentadas en distintas partes del lugar —que, cabe destacar, estaba bastante desordenado: con papeles y plumas por allí y por acá— realizando cartas hechizadas. Eran invitaciones para la fiesta.

"¿Puedo invitar a Margaret? Es de Ravenclaw", habló uno de los chicos, nervioso. Tenía el cabello rubio y era pequeño, con aspecto de rata asustadiza.

"Claro, Peter, invita a la damisela que quieras", bromeó un pelinegro, conocido mejor como Sirius Black, quien estaba sellando las cartas que terminaba su amigo de gafas.

"Pero asegúrate que no se aburra como la anterior, Peter", exclamó el de lentes, con una sonrisa burlesca: James Potter. Le llegó una almohada en la cabeza, cortesía del rubio.

"Ja, ja, qué gracioso", Peter rodó los ojos.

"O que no escape, como la anterior a esa", continuó Sirius.

"Me sigo riendo", dijo con voz monótona. El rubio tiró otra almohada, esta vez a Black. 

"Y asegúrate que sepa tu nombre, para que no suceda lo que pasó con la anterior, anterior a esa", y James estalló en carcajadas.

"Dejen de holgazanear, son mayores para ser tan infantiles", exclamó alguien sentado encima de una cama. Era alto y muy delgado, con cicatrices en el rostro y cabello castaño claro: Remus Lupin, quien también era un hombre lobo. Los miraba con desaprobación.

"¿Ves, Padfoot? Deja de holgazanear", el de lentes imitó el tono acusador de Remus.

"¡Moony, defiéndeme!", gritó Sirius.

Noche de Juegos [Jegulus]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora