CAPÍTULO 5 INSTINTOS DE UN ASESINO

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Después de asegurarse de que yo estaba bien, Fadil se retiró para pasar tiempo con su hermana.

En tanto yo, intentaba quitarme los trozos de vidrio que se habían incrustado en mi mano. Fue una tarea ardua, ya que algunos se habían clavado profundamente.

Me llevó tiempo extraer cada fragmento, pero cuando finalmente lo conseguí, me dediqué a recoger los pedazos esparcidos del espejo, evitando así más cortes.

Me llevó tiempo extraer cada fragmento, pero cuando finalmente lo conseguí, me dediqué a recoger los pedazos esparcidos del espejo, evitando así más cortes

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Liberado de esas tareas, me recosté en la cama, con la intención de recuperar energías después del largo viaje.

Sin embargo, el hambre comenzó a hacerse sentir, cada vez más intensa y difícil de ignorar.

No había comido nada durante semanas debido a lo extenso del trayecto, pues llegar desde la frontera hasta la capital implicaba un viaje de varias semanas.

"¿Cómo voy a controlar este apetito que a veces resulta imposible de calmar?"

Quizás un poco de agua fría ayudaría a calmar esos instintos asesinos que se despertaban en mí.

Cuando el hambre se apoderaba de mi ser, era difícil evitar que terminara matando algo.

"¿Por qué siempre mi cuerpo debe actuar así?"

Me sujeté el estómago, como si al hacerlo pudiera contener mis entrañas. Sabía que, si no lo hacía, podría salir de aquella habitación y matar a la primera persona que se me cruzara.

"Sería tan sencillo, y más dóciles que mis víctimas pasadas."

Recorde cuando maté a mi primera presa en la fortaleza. Luchaba desesperadamente por su vida, y esa lucha constante por sobrevivir me hizo darme cuenta de que los monstruos eran seres vivos y pensantes, no solo criaturas guiadas por instintos, como me habían enseñado.

"Aquí no puedo matar; debo controlar este instinto."

Tomé las sábanas y me cubrí con ellas, aferrándome con fuerza.

Sin embargo, las ganas de matar, de asesinar, eran mucho más poderosas que mi fuerza de voluntad y mucho más intensas que la compasión que sentía por aquellos a quienes había acabado.

Sabía que mi corazón estaba podrido, y no podía ignorar esa verdad.

Justo en ese momento, como si de un salvador se tratase, alguien tocó la puerta de mi habitación.

Dudé en abrirla, temiendo que pudiera acabar con la persona que estaba al otro lado. Sin embargo, finalmente lo hice, y me sorprendió ver a Fadil de pie frente a mí.

Fadil: ¿Tienes hambre, Nayzak?

Tania un platillo cubierto con una tela mientras le salía una sonrisa picarona.

Fadil: Recordé que no habías comido en todo el viaje, así que esperé a que se hiciera de noche para ir a la cocina a robar unos pedazos de carne.

Sublevación del mal - Averno IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora