I. Don't cry

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Se sentía decepcionado de él mismo.

Desde su enfrentamiento contra el equipo argentino no era el mismo, su mente estaba por las nubes y el miedo de volver a fallarle a su equipo; a su gente lo tenía mal y su alfa lo había notado pero no había dicho nada ya que no se habían visto en esos últimos días a causa de los entrenamientos de ambos.

[...]

Las regordetas mejillas estaban rojas debido al sol de la tarde y sus rizos se pegaban a su rostro a causa del sudor ya que se había quitado la diadema minutos atrás. Habían perdido y ahora estaban fuera del mundial.

Los abucheos, insultos y demás retumbaban en los oídos del omega, siempre había tenido miedo de decepcionar a otros, su pecho dolía y le costaba respirar y las lágrimas picaban en sus ojos.

—Ánimo, Memo —la voz de Lozano lo sacó de sus pensamientos de miseria y seguido sintió como cada uno de sus compañeros le daba una palmada en la espalda, alzó su mirada y vio que más de uno estaba llorando y sabían que el omega se estabs culpando completamente por esa derrota—, no fue tu culpa, deja de cargar con todo esto.

Parpadeó una, dos, tres veces y todos los sentimientos que estaba tratando de ocultar salieron dando paso también a las lágrimas que se deslizaban por sus mejillas, sabía perfectamente que ese podría ser el último mundial al que asistiría y habían perdido.

Caminó por los largos pasillos del estadio hacía los vestidores sus ánimos se encontraban por los suelos.

—Ochoa, ¿crees que el equipo de Argentina haya pasado? —levantó la mirada para observar como todos le miraban con curiosidad al ver la sorpresa en el rostro del omega— ¿Se te ha olvidado el partido?

—Mierda -murmuró por lo bajo tomando deprisa todas sus cosas guardandolas en su mochila—, soy un idiota, me he olvidado por completo que Lio jugaba hoy contra Polonia, habían quedado de verse en la noche en el hotel donde se estaría quedando el argentino.

[...]

Los gritos de felicidad y cánticos no se hicieron esperar en cuanto el árbitro hizo sonar el silbato anunciándo el final del partido y con ello la victoria del equipo argentino.

Los abrazos no se hicieron esperar a pesar de que fue un partido reñido habían ganado, pero no podía esperar más para salir de ahí para ver a su omega y abrazarlo ya que podía sentir perfectamente la tristeza del rizado a través de su vínculo lo que significaba que México no había ganado.

No pudo dar más de dos pasos cuando Lewandowski le detuvo para abrazarlo, sentía el aroma de omega más alto y le causaba cuerta incomodidad que de la nada lo abrazara para felicitarlo tomándose aquella repentina confianza con el alfa argentino. Aunque por respeto le había sonreído y de igual forma lo felicitó por su buen desempeño en la cancha.

Cuando por fin había podido deshacer del contrario y tomar su celular para mandarle un mensaje a su pareja se topó con un centenar de fotos y publicaciones que lo mencionaban a él y a Lewandowski en las redes sociales.

—¡Por la concha de Iora! —azotó el celular contra el piso sabiendo que quizá su pareja ya habría visto aquellas fotos.

[...]

Caminó por todo el hotel tomado de la mano de sus dos cachorros, ignorando a quienes le hablaban ya tendría tiempo para sentirse mal pero en su mente lo único que le importaba era llegar a su habitación.

—En cuanto lleguemos van a abrazar a papá pues está muy triste—, miró a su pequeña de seis años asentir con entusiamos sacudiendo su rizado cabello y a su hijo fruncir el entrecejo.

—¿Por qué está triste? ¿Alguien le ha hecho sentir mal? -apretó su pequeña manita alrededor de la del alfa castaño—, si alguien lo hizo sentir mal se las verá conmigo.

—Tranquilo, campeón —se detuvo un momento y se arrodilló delante del niño de nueve años sacuendo su cabello que ya le llegaba hasta los hombros recordándole a el mismo unos años atrás—, el equipo de papá perdió el partido de hoy por lo que ya no podran jugar en las finales así que merece muchos mimos y cariños, por eso vamos a sorpenderlo hoy.

Se levantó del piso y acomodándose la mochila y tomando la mano de sus pequeños se dirigió hacia el asensor ansioso por ver a su omega y abrazarlo, por demostrarle que estaban ahí con él.

[...]

Decir que estaba molesto era un eufemismo, él estaba furioso, había visto las fotos de su alfa junto a ese omega de Polonia y toda la tristeza que sentía por haber perdido se quedó atrás dándole paso a la furio y los celos por ver como había tenido el atrevimiento de tocar a su alfa.

En cuanto llegó al cuarto del alfa se dispuso a darse una ducha para relajarse cosa que no había funcionado pues aún podía escuchar los gritos de los aficionados haciéndole sentir un estúpido.

Y por si fuera poco su madre no le respondía las llamadas de modo que no había podido hablar con sus hijos. Los extrañaba tanto pero él y su pareja preferían no llevarlos esa vez debido a lo atrajeados que estarían. Su omega arañaba y gruñía enojado y triste, se sentía solo en ese momento.

Escuchó la puerta del cuarto abrirse así que levantándose del sofá se encaminó hacía la puerta.

—¡Hijo de tu...! —dejó a la mitad el insulto al ver a sus hijos correr hacia el abrazándose a su cuerpo— ¿Qué hacen aquí? —se arrodilló abrazando los pequeños cuerpos de sus bebés y olfateando sus cabecitas inundandose por sus dulces aromas.

—Creí que el verlos te haría sentir mejor—, los fuertes y tatuados brazos de su alfa lo rodearon a él y sus hijos haciendo que todo el enojo se evaporase—. Desde nuestro partido haz estado algo decaído así que me puse en contacto con mi suegra para darte esta sorpresa, ella se encuentra en un cuarto dos pisos abajo, los niños se quedarán con ella.

¿Por qué tenía que ser tan perfecto? Con aquella diminuta sonrisa que aún después de tantos años juntos le seguía poniendo nervioso.

—Eres un idiota, Lio —dejó un beso en la mejilla del alfa sonriendo cuando la barba le causó una pequeña risa.

—¡Papá dijo una grosería, debe meter cinco pesos en el bote! —la chillona voz de su hijo sonó por encima de todo causando que tanto el alfa como el omega rieran.

Y ahí en los brazos de su alfa y sus hijos se sintió seguro y tranquilo por los besos que dejaba el castaño en su rostro y el de sus hijos.

𝐒𝐞𝐫𝐞𝐧𝐝𝐢𝐩𝐢𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora