Cuando luchaste por eso toda tu vida,
Esforzándote en hacer las cosas bien,
Así un superhéroe aprende a volarSuperheroes — The Script
Marinette no daba crédito a lo que sus ojos veían, después de tantos años de no saber de él le parecía increíble volver a toparse con quien desde la adolescencia se había convertido en la ruina de su misma existencia. Aquel rubio que justo en ese momento pareció recién darse cuenta de quien era ella, pues la típica sonrisa que solía derretirla en el instituto fue el abrebocas del intercambio de palabras más sin sentido que haya podido tener con alguien.
Por su parte, Adrien despachó tan rápido como pudo aquel platillo especial que lo había hecho reconocido entre los artesanos independientes, antes de dar un brinco fuera de su van y acercarse casi incrédulo a la pelinegra de la cual había perdido el rastro desde hace mucho tiempo. Genuinamente no podía saber cual fue su exacta reacción al verla, pero de seguro no era ninguna parecida a la de antipatía que ella le estaba mostrando.
Eran cinco años los que habían pasado y lo último que supo fue que a los pocos meses de lo ocurrido, la panadería Dupain había sido embargada y vendida en el mercado como cualquier otro sitio sin importancia. Intuyó que Marinette tuvo que haber sufrido mucho, pero bajo su entonces posición de ventaja y nepotismo, todo lo que hubiera podido ofrecer como ayuda, habría dado la impresión de ser una caridad, por no decir, ofensa.
Le tomó cerca de un año poder descubrir su verdadera pasión y renunciar a todos los privilegios que ser el heredero de Gabriel Agreste otorgaba, esto le acarreo muchas dificultades, pero si su padre jamás fue capaz de comprender o empatizar siquiera con los deseos de su propio hijo, pediría mucho si al menos este le hubiera dado el voto de fe que necesitaba para forjar lo que sería el inicio de sus metas. De modo que, al igual que todos los demás, tuvo que empezar desde abajo, adquiriendo experiencia, así como también fondos para iniciar un negocio propio. De ciudad en ciudad, hasta los lugares más remotos de Francia, se encargó de empaparse de conocimientos en panadería, así como también de distintas técnicas que le permitieran expandir su visión con respecto a lo que quería entregar a sus clientes. Y luego de cinco largos años, lo había logrado o al menos había cimentado una buena base para un futuro prometedor.
En el fondo sabía que todo se lo debía a Tom Dupain y la paciencia con la que lo había iniciado en el mundo del arte panificador. Fue por ese mismo motivo que al regresar de su viaje a Londres donde había abandonado su carrera de modelaje, un claro desafío a su padre, buscó por todos los medios a la azabache, ya que sabía que ahora no contaba con nadie más que con ella misma, claro que no tuvo suerte al hacerlo. Lo último que supo fue que también había abandonado sus estudios de moda y se había marchado de París.
De ahí en más, se vio forzado a preocuparse por sí mismo y como sobrevivir luego de ser desheredado. Fue mucho tiempo el que le tomó regresar a la ciudad que lo vio nacer, pero desde luego que nunca esperó encontrarse de nuevo con la que claramente ahora era su más grande competencia en el mundo de los negocios; Marinette Dupain-Cheng.
No podría decir que odiaba a aquella azabache malhumorada y de lengua venenosa que en ese momento parecía matarlo con la mirada. Es más, hasta aprecio le tenía, era hija de quien fue su primer maestro y de alguna forma, amigo. Pero los continuos enfrentamientos vividos luego de ese primer encuentro, le dieron a Adrien la señal concreta de que para Marinette él no era visto del mismo modo. Casi podría considerar a la Dupain como una persona non-grata en su vida después de lo mucho que parecía fastidiarle su mera existencia, de no ser porque aun guardaba en su memoria el recuerdo de aquella pelinegra, torpe, de mirada inocente y de un talento arrollador pero opacado por esa personalidad tan insegura de la que era poseedora.
Estaba mas que claro que París es lo suficientemente grande pero al mismo tiempo extremadamente pequeño como para que un par de jóvenes puedan compartir un mérito por sus creaciones, siempre iba a sobresalir uno y en su caso, se había esforzado mucho por alcanzar la cima como para que la mala actitud de una chica disipara la tenacidad con la que se aferraba a sus metas. De modo que la batalla por el mejor lugar para ubicar su gastroneta luego de esa noche de reencuentro, fue solo el comienzo de lo que sería una verdadera guerra.
Tenía que darle crédito a un comentario lleno de sorna que había lanzado Misael, su compañero de aventuras y prácticamente socio de "Le Chat" como el inicio de lo que lo llevaría a cruzar su camino mucho más de lo esperado con aquella chica de cabellos negros. "Si así son cada vez que se cruzan en los mismos eventos, no quiero imaginar lo que sucedería si compitieran o apostaran directamente" había dicho una noche luego de que acabase de discutir con la azabache, al igual que las anteriores. La idea pululó en su mente hasta que finalmente el desafío fue lanzado en una ocasión.
— ¿Quieres apostar?
— ¿Qué apostaremos? ¿Tu dignidad?
— Tu especialidad contra la mía. Si yo gano, aceptas tomar unas copas conmigo. Si tú ganas, acepto tomarla contigo.
— De cualquier forma eres el único que sale ganando.
— ¿Es miedo eso que escucho en tu voz?
— ¿De ti? Ni que estuviera loca. Acepto.
— Trato hecho. Que gane el mejor, bichito.
¿Quien hubiera pensado que luego de aquella última noche de "sana rivalidad" sus mundos enteros iban a cambiar? Ahora eran rivales que se conocían de forma mucho mas íntima y por si fuera poco miles de sorpresas se avecinaban, obligándolos a tomar decisiones apresuradas para intentar reponer la desesperación que situación tras situación parecía arrasar con sus vidas, en un intento de avanzar contra la tormenta que los espera, para poder romper las barreras que les impiden alcanzar sus metas y apreciar lo mejor de cada uno.
— ¿Qué quieres hacer ahora?
— No lo sé. No tengo idea de como seguir adelante con esto. ¿Qué quieres hacer tú?
— Tampoco lo sé, Marinette. Eres la chica.
— ¿Y eso qué significa? ¿Acaso llegué a esta situación yo sola?
— No, también tuve que ver. Solo déjame pensar.
— Pues piensa rápido, Adrien. Esto no es que nos de demasiado tiempo.
— Entonces ¿Nos casamos?
ESTÁS LEYENDO
My First Choice (Will Always Be You)
RomansMarinette y Adrien son dos jóvenes ambiciosos y competitivos, con sueños y objetivos bastante claros. Sin embargo, un evento inesperado unirá sus vidas. Debido a esto, nuevas responsabilidades y un camino distinto es trazado para ellos, impidiéndole...