3.- Alfas

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Como si el tiempo fuese enemigo de ambos, un mes pasó entre citas. Tul, se encargó de cumplir su palabra como el hederedo honorable que debe ser y pasó días planeando minuciosamente cada uno de los encuentros que tendría con Max.

Para Max fue un cambio de actitud bastante drástico. Desde la primera vez que se encontró con Tul, ya esperaba en él un carácter difícil y poco comunicativo. Sin juzgarlo sabía perfectamente, que al igual que él, nada de esta unión los tiene cómodos, por esa razón cuando Pakorn se puso entusiasta con las "citas", Max comenzó a temer por la integridad del hombre.

Dos encuentro por semana había sido su acuerdo.

Las esperadas citas de los futuros esposos eran semejantes a reuniones laborales o algo por el estilo. Podía haber cualquier tipo de emoción excepto romanticismo en ellas. Ni siquiera se sentían lo suficiente cercanos como para considerarse pareja.

Pese a eso, los encuentros ayudaron Max a conocer un poco más el carácter de Tul. Como es de esperarse de un alfa, tiene modales precisos y las actividades dentro de sus citas son llevadas al pie de la letra como si se tratase de un horario estrictamente impuesto.
Muchas de sus conversaciones se redujeron a negocios, lo cual no estaba mal pero le parecía un poco desalentador saber que ese sería su futuro estilo de vida rutinario.

Las citas también fueron de mucha ayuda para saber cosas interesantes uno del otro. Al menos ahora sabe todo el empeño que Tul había puesto en sus estudios para llegar a donde está ahora. Comprendió mejor la razón por la que Tul no rechazó esta absurda unión impuesta por sus abuelos, y se enteró de la trágica historia de sus padres y su fallecimiento prematuro.

Este día sería la última "cita" que tendrían, si es que así podía llamarse. Tul le envío la ubicación del lugar a donde irían. Max confirmó el encuentro y tras dejar su celular a un lado, comenzó a alistar algunos utensilios de jardinería en una mochila.

Hay algunos días donde simplemente se toma un descanso de todo el estrés de la ciudad y sus obligaciones. Había creado una rutina al rededor de esto. Simplemente ponía en su auto algunas cosas de jardinería y se iba a las afueras de la ciudad, donde era más fresco y el aire no parece tan contaminado con el disturbio de los autos y la gente. Ahí, le espera una casa que no es habitada por nadie. Vivió en ese lugar durante un tiempo cuando aún era niño. Es una casa adquirida por sus padres que más tarde, cuando cumplió la mayoría de edad, le fue regalada, pero con los deberes que se aproximaban respecto a su matrimonio, le era más cómodo vivir en un apartamento en la ciudad.

Se trata de una linda vivienda con apariencia simple, todo hecho de madera a un estilo muy americano, era reconfortante en días fríos. Los recuerdos que preserva de su niñez hacen que la propiedad sea aún más especial, pero si hay algo que supera todo eso, es el enorme jardín que lo rodea. La razón por la que está ahí. Unos metros atrás de la casa hay un árbol, haciendo una sombra magnífica, con un follaje que se extiende como un enorme paraguas imponente y con raíces enormes sobre saliendo del suelo haciendo curvas a lo largo y ancho.

Max había plantado aquella semilla hace unos quince años cuando aún vivía en esa casa y rutinariamente cada mes venía a ver el jardín para darle atención a cada una de las platas allí, especialmente a ese árbol el cual no tenía idea de que especie era, simplemente lo adoraba. Es hermoso y está vez se sentía realmente mal de faltar a la promesa que hizo cuando, en aquel entonces, un niño desconocido le regalo la semilla.

Max había crecido, y a su consideración, se volvió fuerte y buen ejemplo a seguir. Sus padres y abuela están más que orgullosos, se lo repiten cada día, pero más allá de eso y por un descuido perdió toda oportunidad de acercarse a quién había jurado amar. Probablemente era una tontería de niños , pero no puede evitar reprimir el sentimiento de tristeza profunda que la situación le genera. Aquel niño no apareció en la foto de generación cuando se graduaron y regresando de vacaciones no lo vio nunca en la escuela, por más que lo buscó. Fue triste no saber siquiera su nombre.

II. Los Juegos Del Destino | MaxTulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora