ONE

11 1 0
                                    

No solía salir a menudo de casa, solo para comprar comida o en caso de tener que ir a comprar algún material que hiciera falta. Julia, mi hermana, decía que moriría por falta de luz solar o comido por el gato de la vecina que de vez en cuando se colaba por el balcón y dejaba huellas de tierra con sus patas sobre los bocetos que estaban extendidos por toda la mesa de trabajo; yo creía que era más probable morir mientras cruzaba la calle o después de lanzarme desde el piso más alto del edificio.

Me había mudado a Francia para estudiar arte y nunca volví a casa más que una vez al año para celebrar navidad, mis padres estaban demasiado ocupados como para notar que no estaba ahí, después de todo ya era un adulto. Mi hermana, por otro lado, dejó de repetirme que debía volver más seguido a casa después de comenzar la universidad hace un año, supongo que entonces entendió la paz que transmitía no tener que soportar reproches en cada comida del día y entendió por qué yo no quería volver.

Le había dibujado una tercera pierna a la bailarina por accidente mientras estaba distraído pensando en cualquier otra cosa. Cuando lo noté, ni siquiera tomé el borrador para corregir mi error, solo dejé caer el lápiz y se apoyé en el respaldo de la silla, mi espalda crujió. No tenía ni treinta y ya me sentía como un viejo de cincuenta que está perdiendo la capacidad de agacharse.

Todo era oscuro aún, había estado dibujando desde las tres y media de la mañana, cuando me levanté de la cama para tomar agua y terminé frente a la mesa con varias hojas y algunos lápices desperdigados. Ya habían pasado dos horas y ya eran casi las siete.

El sol apenas venía saliendo por detrás de los edificios más altos que se alzaban al otro lado de la calle donde estaba mi departamento. Me levanté de mi silla y me permití estirarme un poco más, sentí toda la tensión en mi cuerpo disminuir apenas un poco. Entonces fui hacia el balcón y aparté las cortinas para dejar pasar la luz, abrí la puerta y me mantuve ahí durante algunos minutos.

Kim Taehyun... Kim Taehyung... me dije a mí mismo en mi mente en forma de reproche por la mala calidad de vida que ya llevaba en tan solo unos pocos años de haberme independizado, no me hacía falta dinero, pero sin duda no estaba siendo del todo saludable.

Me tomé un tiempo para intentar llenar lo más que pude mis pulmones de aire fresco o finalmente volví mi mirada hacia dentro del departamento donde de alcanzaba a ver una notita de color rosa fosforescente en la pared, la cuál tenía escrito una sola frase que no podría haber alcanzado a leer desde aquí, pero ya sabía lo que decía, era un recordatorio del cumpleaños de mi hermana para la próxima semana, sin duda tendría que salir sí o sí a comprarle algún presente que la haga olvidar que no regresaré a casa junto a ella para visitar a nuestros padres, aunque creo que a este punto ya ella tampoco tenía muchas ganas de volver, pero se las arreglaba, yo no tenía esa misma fuerza de voluntad.

Un chico lindo... Aquello fue lo que se atravesó en mis pensamientos al notar a un chico que caminaba por la acera con paciencia, para luego sentarse en una banca. Yo vivía en los pisos de arriba del edificio, así que él no podía notar que yo lo estaba mirando directamente, la gente nunca ve hacia arriba.

Este chico lleva prendas de color negro, lo único más brillante esa una cadena delgada de plata que alcanzaba a dar pequeños destellos debido a los rayos de son que ya empezaban a colarse.

Me recargué sobre mi propia mano asentada en el borde del balcón para observarlo más cómodamente. Sí, era definitivamente mi tipo... y también condenadamente heterosexual.

Sí, ya sabía yo que era demasiado bueno para ser real.

Una chica de aspecto lindo llegó y lo abrazó por detrás. Él le dedicó una sonrisa simple y hermosa. Sí, el tipo de sonrisa de la gente enamorada, la gente joven que estaba experimentando los comienzos de su primera relación más formal que un simple noviazgo adolescente. De esos que te destruyen, sí, definitivamente le iba a doler.

Así que finalmente dejé de tenerle envidia y regresé a casa, donde encontré a un pequeño gato jugando con un lápiz que rodaba sobre la mesa. Huellas de patitas en los dibujos y más hojas regadas por el piso.

Sí, sin duda sería un largo día.

Between Bourdonnais and Grenelle I Saw You  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora