TWO

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Cumpleaños de mi hermana, fiestas navideñas, llamar a mis padres, limpiar los desastres de un gato que ni siquiera era mío y terminar conversando con el gato.

Sin duda el mejor momento para salir era después de las fiestas navideñas, no había salido a comprar víveres en un buen tiempo ya que me negaba a ir al supermercado por esas épocas en las que las personas se convertían en bestias salvajes por conseguir un buen pavo, un árbol de navidad o regalos.

Cerré la puerta del balcón para que el gato no se tomara libertades de entrar mientras yo no me encontraba presente en casa. Era cerca de medio día cuando bajé las escaleras del edificio, este había sido antes un hotel de tres estrellas al cual habían convertido en un complejo de apartamentos con el tamaño suficiente y una buena cuota que renta que yo y mi cerebro tacaño no habíamos podido resistir; pero este mismo edificio tenía escalones de madera huecos que no eran apropiados para quién tenía el sueño ligero. Bajé hasta la planta baja, donde antes solía haber una recepción y un comedor, pero ahora estaban las casillas de correspondencia y la lavandería al fondo.

Salí del edificio y ahí estaba él de nuevo, con ropa de colores oscuros y el cabello un poco más largo que la primera vez que lo había visto. Estaba al otro lado de la calle, tal cerca y tan alejado como la vez anterior, aunque ahora podría haberme visto, pero no lo hizo, por eso giré noventa grados a mi derecha y seguí mi camino hacia una tienda de verduras y frutas que había ahí cerca, la fruta más fresca que uno podría encontrar por ahí, a buen precio para mí personalidad tacaña.

Entré al supermercado aún cuando ya había comprado algunas verduras y una pequeña caja de fresas, sin duda no confiaba en las que estaban el el supermercado. Caminé por los pasillos que ya había memorizado perfectamente en todas las veces que había venido aquí.

Tal vez estaba perdiendo la cabeza, casi chico varias veces con otro carrito o con algún estante en mi tiempo ahí comprando lo necesario. Pensaba en aquel chico, no sabía cuál era su nombre, lo único que conocía era su aspecto y que seguramente esa linda chica era su novia, tal vez estaban en uno de esos enamoramientos universitarios. Oh, cuánto hubiera deseado yo haber tenido algo así en mi tiempo como estudiante.

Estaba por pagar en la caja, ya mis cosas empacadas en bolsas color beige, pero miré de reojo a la caja de a lado. Ahí estaban aquellos dos jóvenes, con todo su amor flotando en el aire... algo en mi estómago se removió.

La cajera me sacó de mi ensoñación repitiendo la cantidad a pagar. Saqué el dinero de mi cartera y caminé con el carrito de frente hasta la salida, sin mirar hacia atrás, tenía el presentimiento de que era mejor alejarme de aquel joven lo más pronto posible antes de que más personas me dieran miradas de rareza.

Una serie de días viendo al chico desde el balcón le siguieron a ese día en el supermercado. Siguió viniendo para sentarse durante un rato en la misma banca al otro lado de la calle, la primera semana salí como de costumbre a pintar, pero al final terminé frustrado, dibujaba una línea y luego pasaba 5 minutos viendo al chico con detenimiento mientras analizaba cada pequeña cosa que hacía, él no parecía notar que alguien lo miraba desde arriba. Traté de concentrarme, realmente lo intenté durante media hora que resultó en ver el lienzo casi en blanco, así que con frustración hice rayones con cualquier color de pintura, apretando el pincel contra el blanco y me metí a casa, de nuevo sin detenerme a echar un último vistazo.

Durante los días siguientes de la semana solo alcanzaba a asomar la cabeza para ver si estaba ahí en las mañanas, así era cada día, incluso durante el fin de semana. Le daba un vistazo y luego me obligaba a mí mismo a regresar al interior, sí, había empezado a pintar cosas de interior a causa de eso, nada de balcón por esos días. Tenía dibujos de tazas, vasos, flores marchitas, ventanas, puertas, la cocina, mi habitación y finalmente más hojas tiradas por la estancia con rayones de frustración.

Pero fue un jueves, ese día me desperté con una espesa oscuridad deprimente en la habitación, normalmente el sol habría salido e iluminado aún si las cortinas estaban cerradas, pero ese día grises nubes cubrían el cielo, caía una ligera llovizna afuera, así que abrí todas las cortinas para que entrara la mayor cantidad de luz, aún así el ambiente era tan deprimente que me vi obligado a salir de lleno hacia el balcón para ver si aunque sea algo podría animar mi situación de bloqueo artístico, aún si el gato se hubiera presentado hubiera sido una buena situación, tal vez podría convencerlo de ser mi modelo a cambio de los restos de atún de la cena de la noche anterior.

Pero el gato no estaba, en cambio ahí estaba el mismo chico de siempre, enterado en el mismo extremo de la misma banca. Estaba leyendo un libro con una portada que yo nunca había visto, no que recordara, estaba lloviendo pero de igual modo él estaba ahí con un paraguas de color lavanda con riesgo de que las páginas de su libro se arruinaran por un descuido.

Entonces entré a casa, tomé mi caballete, un lienzo pequeño, una paleta un pintura y un juego de pinceles. Lo puse todo sobre la mesa del comedor, fuí hacia un armario y busqué un paraguas de color amarillo que había comprado hace cuatro años y realmente solo había usado dos o tres veces, boté algunas cosas hacia afuera en el proceso y no me molesté en volverlas a poner en su lugar.

Me puse en el mismo lugar de siempre. Pintar con una sola mano libre y otra sujetando un paraguas era poco cómodo, pero era la única forma de asegurar que la pintura estuviera más o menos a salvo.

Una hora y media después seguíamos ahí. Este chico estaba por la mitad de su libro y yo daba las últimas pinceladas a mi pintura.... una mandíbula bien marcada, cabello negro azabache, piel clara con un lunar cerca de la boca que había notado por primera vez ese día en el supermercado... lindo.

Observé mi propia creación por unos minutos más y finalmente fijé la mirada hacia abajo... una banca vacía y una pequeña tarjeta que resaltaba sobre la pintura blanca del asiento. Coloqué el paraguas de modo que cubriera el cuadro y bajé las escaleras del edificio a toda velocidad mientras mi cerebro pedía que fuera lo que estaba pensando. Salí del edificio y crucé la calle, tomé la tarjeta entre mis manos y ahí estaba todo lo que necesitaba.

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⏰ Última actualización: Sep 27, 2023 ⏰

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Between Bourdonnais and Grenelle I Saw You  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora