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—¿Cuántas veces tengo que decirte que odio que te metas así a mi casa?

—Así que de nuevo estás desempleado...

—No te importa.

—Claro que me importa, ¿Tienes que comer?

—... El imbécil que tenía de jefe me dijo que tenía que dormir con él si quería que me siguiera dando trabajo.

Chuuya sintió como la sangre le hervía, iba a matar a ese sujeto, no había ni que considerarlo, lo haría esa misma noche.

—¿Te hizo algo?

—Le saque un ojo antes de que intentara tocarme, por eso no he salido de aquí, si interpuso alguna denuncia o intenta atraparme no lo logrará.

Había veces en que olvidaba lo bien que se defendía Dazai, sin embargo perder un ojo no parecía un castigo adecuado. Era poco comparado con lo que él deseaba hacerle.

—Bien, comprare algo para desayunar y veremos qué hacer.

—¿Veremos? Chuuya sabes que no me gusta que te entrometas en mis asuntos.

—Todo hubiera sido más fácil si solo hubieras aceptado que viviéramos juntos.

—No acepte, y mira, te metes cada noche. Es como si ya lo hiciéramos.

—Eres un idiota Osamu, sabes que solo estoy cuidando de ti.

—¿Y quien te pidió hacerlo?

—Lo hago por qué te quiero.

—Que encimoso...

Al menos ahora no lo había sacado como acostumbraba hacer, a veces encontraba confuso el comportamiento de Dazai, si lo odiaba como decía ¿Por qué aceptaba sus cuidados y su ayuda? El orgullo de su amigo era tan pero tan poco, le resultaba un tanto lastimero su comportamiento, alguien como él no estaba hecho para un mundo tan cruel, si bien sabía defenderse físicamente de quienes intentarán abusar de su fragilidad, le impresionaba con facilidad el mundo fuera de los muros de su habitación.

El mundo lo estaba rompiendo por dentro, desde que eran niños, el cruel mundo lo fragmentaba y amenazaba con destruir su débil alma.

Por eso él estaba siempre con él, no permitiría que el hombre al que amaba terminará por sucumbir ante la crueldad del exterior. Haría lo que fuera con tal de protegerlo, incluso si tenía que hacerlo en contra de la voluntad de Dazai. 

Todo el día se le fue pensando en qué le haría al sujeto con el que Dazai trabajaba, no podía pensar en nada más, a excepción de en su compañero.

Para cuándo cayó la noche, lo observó comer, aquella mirada vacía que se escondía bajo sus gruesas pestañas nunca se encontró en la suya. Era frustrante hasta cierto punto.

Quería actuar, quería acercarse y besar sus labios, siempre lo había deseado.

Aunque había cierto tinte de cobardía dentro de sus propios deseos.

No podría imponer sus deseos sobre la voluntad del castaño, quería que su amor fuera puro, sincero. No algo que él le obligará a sentir.

Chuuya deseaba algo real, algo que pudiera sentir sobre su propia piel, algo que calentará su ser y brindará el consuelo a su monstruosa alma.

Él no era ningún coleccionista, no quería a una figura sin vida a su lado, anhelaba el calor de un humano.

Desde que era niño lo había amado, era su todo...

Fueron en el pasado dos niños sin hogar, abandonados como un par de perros callejeros. Cuando el mundo les dió la espalda, se tenían a si mismos.

Las noches frías en que el invierno azotaba despiadado, Dazai y Chuuya yacían acurrucados el uno junto al otro, brindándose calor y manteniendo con vida la esperanza de sobrevivir a una noche más.

Nunca nadie los adoptó, nunca nadie sacudió al auxilio de ese par de chiquillos, se convirtieron en adultos rotos, de mentes quebradas.

Pero siempre se tuvieron el uno al otro, para Chuuya nunca hubo nada más, fue Dazai quien prevaleció con él en sus peores momentos, cuando lo vio caer, fue quien le ayudo a levantarse.

Y Chuuya sufría silenciosamente al ver cómo su amado se marchitaba, por eso no iba a permitirlo, iba a reparar a ese joven. Lo volvería en su propia pertenencia, lo amaría y Dazai respondería a ese amor. Era tal como debía suceder.

The Midnight Painter [Soukoku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora