Aslhey Brown:
Entraría como una devota más al templo de la diosa Sia. George lo había planteado. Quería ver cómo era, qué hacían, sus rituales y encontrar aquel objeto...
Por lo que había investigado, su nombre no era así y el libro no era aquel. Me había confundido porque pensé que habían dos diosas y en realidad en una habían dos, una mala y una buena. Las personalidades de aquella chica. Su nombre era: Fengári Selinófoto (Luna, luz de luna en Griego).
La parte mala, según lo que había leído, describía que una noche a la luz de la luna misma que se puso de un color rojizo, hizo que naciera y creciera con intensidad las ansias de probar sangre. Lo hizo, pero ya después se había vuelto una adicción, la sangre la rejuvenecía.
La buena, pues, era increíble como persona y hubo algo que la hizo cambiar: Cómo veía al mundo desde su castillo.
En las noches adoraba a los astros y las señales cósmicas.
Y el día era una simple mortal que podía estar entre nosotros o cerca de mí, porque recuerdo las palabras claras de George:
-Sia nunca falleció, Ley. Sia está entre nosotros, quizá te haya rozado o se haya topado contigo. Esto lo sé yo, nadie más. Ni Patrick, ni algún miembro lo sabe. Podemos contra ellos, pero no contra ella y me encantaría ser asesinado. Si te ha dejado vivir es por algo, Ley.
Sonreí de forma maligna. Necesitaba hallar la espada que estaba en el templo escondida y entregársela a...
Ella...
Nunca había pensado que una diosa del Olimpo estuviera cerca de mí o a unos escasos metros.
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Tener que colarme entre aquel gentío, debía llegar a Patrick, hijo del hombre vestido negro, primero debía entrar como una estudiante a aquel instituto donde éste estudiaba. Me haría pasar como: María de los Ángeles González.
Una estudiante mexicana que había desaparecido hace unos días y la respuesta era muy clara, ¿no?Sí, la secuestré, aunque ella no se negó, porque odiaba el instituto y a la gente que estudiaba con ella.
No la asesinaría, me cayó muy bien...
-Mariiiiii, ¿trajiste el trabajo de álgebra? -preguntó una chica con lentes. ¿De qué trabajo hablaba? Estoy más perdida. Por un momento me alegré de que no se dieran cuenta de que yo no era aquella chica y amé mi gran versatilidad para copiar, clonar y plagear a cualquiera.
-Eh... sí... -mentí dándome cachetadas mentales, ¿cómo haría luego? Joder, soy un caso.
-Damelo, se lo entregaré al profesor -exigió, sonreí entre dientes y...
-No, porque ya se lo entregué yo al profesor. -respondí segura.
-¿Cuando? ¿En qué momento? -preguntó y le hice caso omiso, cuando ví a Patrick pasar.
-Maria, ¿tomaste tus medicamentos antes de salir? -instigó el chico con preocupación.
Joder, María, me había mentido, recuerdo sus palabras:
-No, no he tenido trato con ese tipejo. -respondió cortante.
Cerré los ojos y suspiré apretando mis manos con fuerza. El enojo había tomado cada parte de mí. Patrick me miraba expectante a cualquier respuesta:
-Sí, ¿por qué? -hizo un gesto con sus manos refiriéndose a qué no quería seguir la conversación.
Bufé y lo dejé junto a la chica de lentes, que ni sabía cómo se llamaba, pero le decían Nai. Pobres de ambos, los asesinaría si lo quisiese.
Tenía un dolor de cabeza de los mil demonios y no estaba para aguantar a nadie, al otro día empezaría con mi plan. Al menos ya había pisado con buen pie.
•••
Por otra parte, había conseguido un trabajo y me dirigía hacia él, ya no quería seguir ahí en ese instituto de mierda. Los profesores y los que estudiaban allí no eran amables del todo, fingían ser perfectos, pero muchos eran como la palabra «Ramé: hermosos pero caóticos.»Trabajaba en una editorial de una revista, la jefa era muy callada, pero cuando hablaba muchos temían.
-¡Sofía está en camino, a trabajar! -gritó Anahí, una compañera de trabajo, mano derecha de Sofía, mi jefa. Una joven muchacha, de mi edad o un poco mayor.
Se desconocía su procedencia, muchos decían que era Francesa y otros que era griega.
-Que tediosa es ella... -susurró Xavier.
-Shhh, calla. -le dije porque él era de los que hablaba y siempre pagaba los platos rotos el otro, en ese caso: Yo.
-Señorita Ley, deje de hablar tanto y dediquese a su trabajo. -gritó tan fuerte, que todos giraron a verme.
Hija del mal.
Sin más que hacer, seguí su orden. Escribí tanto que ya los dedos me dolían. Sofía había llegado, la regañó delante de todos y el placer que me generó ver la cara de Anahí de tal forma, era inexplicable.
Un minuto bastó para acomodar mis cosas, los papeles que me llevaría y el celular que no podía dejar por nada del mundo. Salí de mi trabajo, subiendo al auto que George me había facilitado. Era un poco lejos aquel camino a casa, manejé con cuidado, el miedo estaba en mí por lo oscuro que estaba el camino. Las náuseas llegaron a mí de repente, me aguanté un poco, abrí la puerta del auto y vomité todo lo que había comido. Con un poco de agua que llevaba en un envase, me enjuagué la boca, todo estaba oscuro y la linterna del celular me ayudaba, no mucho, pero sí. Entré de nuevo al auto, me alarmé cuando este no encendía, respiré profundo una, dos, tres y cuatro veces. Abrí mi bolso apresurada buscando las pastillas, no quería que George me viera así. Busqué en todos los bolsillos y nada.
-¡Las pastillas, las pastillas, joder! -la preocupación me invadió por completo, necesitaba las pastillas. Rebusqué y no encontré nada. El celular sonó recordando que faltaban segundos para apagarse. Intenté marcarle a George, pero terminó por descargarse. Justo ese día, siempre acostumbraba a cargar mi celular hasta el cien.
Eché mi cabeza para atrás y traté de hacer un ejercicio de respiración durante sesenta veces. No podía, me dolía el pecho.
Joder, era de lo peor del mundo esa sensación.
Hasta que me acordé de mi libreta. Tanteé mi bolso y saqué la libreta, en plena oscuridad busqué el papel que las envolvía.
-Aquí están... -suspiré, pero...
¿El agua? Dios, la acabé toda. No tuve más opción que masticarla. Cerré los ojos tratando de respirar profundo para sentir paz y tranquilidad, también ignorando el sabor amargo y ferroso que tenía. Una lágrima empezó a correr por mi mejilla, mientras que el nudo en mi garganta se hacía horrible.
¿Soy normal? ¡No!
Soy demasiado inestable, ¿quién querría a alguien anormal? Nadie.
Solía comportarme como fría y ayudar a los demás, cuando en realidad por dentro me moría. Nadie estuvo para mí. A veces lo que pasa a través de una pantalla no es igual a lo que pasa en la realidad que me ata. Darla estaba lejos, siempre esperaba un mensaje reconfortante de su parte y me dormía esperando su respuesta. George era el que me calmaba con cuentos creados por él mismo.
Muchos dicen que es mi mente tratando de jugar me sucio, pero... ¿qué pasa cuando el corazón es el que me estaba diciendo todo eso?
En ese momento odiaba al mundo, me detestaba a mí por dejar que me dañaran emocionalmente, por permitirlo.
Suspiré y sequé mis lágrimas cuando ví que alguien, una silueta de una mujer se acercaba con una linterna y unos perros a mi encuentro.
No pude ver más, porque...
Porque cerré los ojos y quedé inconsciente.
†Dani†
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Si me negara a respirar.
Mystery / ThrillerUna vez me dije que no sucedería, tal vez pensé que ya todo aquello se había ido, pero mi dolor se aferraba más a mí. Soy la típica chica que no tiene confianza en casi nadie, ni en sí misma, podría decir que traumas me llevaron a ello. Pero en poca...