»Créditos de la imágen a su legítimo autor.«
Draco Lucius Malfoy, había cumplido dieciséis años el pasado mes de junio justo antes de entrar a su sexto año en el Colegio de Magia y Hechicería, Hogwarts; para sorpresa de nadie, el Slytherin se había revelado como un Alfa y no de cualquier tipo, sino como un Alfa Prime. Era sabido que entre la élite de los puristas de sangre se producían descendientes fuertes, por lo mismo y en busca de más alfas para sus casas es que practicaban uniones cuestionables que incluso podían darse entre la misma sangre de una familia, sin embargo, habían casos aún más excepcionales, más raros y más poderosos, la cúspide de las castas, un ser misterioso con fuerza y poder, tan territorial como protector, los prime eran rarísimos, casi míticos.
Y como no, él era uno. Draco en el fondo siempre lo supo, sabía que era diferente. En su infancia temprana su cuerpo se fue desarrollando rápidamente para generar el cambio, las variaciones en su humor eran extremas, tanto que solo la estricta educación de un sangre pura pudo ayudarle a controlarlo; los primeros años en Hogwarts, fueron tortuosos, era delgado, alto con extremidades inusualmente largas y, aunque sabía que era atractivo, el magnetismo que tenía con los miembros de su casa no era algo común en niños a penas entrando a la pubertad.
Un par de años le bastaron para ser proclamado como El Príncipe de Slytherin, incluso llamado así por compañeros de años superiores. El esfuerzo de sus pares por complacerle fue divertido en un principio, estaba más que acostumbrado a ese trato viniendo de su grupo de amigos: Blaise, Pansy, Theodore, Vincent y Gregory. Sin embargo, la chispa de encanto se extinguió rápidamente y pronto deseó que otros ojos lo notaran.
Conoció a Harry Potter de forma tan insulsa que le causaba gracia, en una tienda cualquiera del Callejón Diagon, ambos adquiriendo las túnicas para su primer año en Hogwarts y, ahí mismo, viendo el niño bajito, pequeño, tan delgado que Draco temía hablarle muy fuerte, no sea que el viento de su voz se lo lleve lejos. Su parte veela arañó, la ira cegadora estuvo a punto de empujarlo a un descontrol peligroso, su parte instintiva apoyando a la bestia porque había algo en ese niño de intensos ojos verdes que no estaba bien. Draco lo analizó, presionando las uñas romas de sus dedos contra la palma de sus manos, aferrándose con eso a su escaso autocontrol.
Era más bajito, ambos debían tener la misma edad y aún así le sacaba por lo menos una cabeza de altura, sus ojos verdes estaban escondidos tras unos anteojos oscuros, los vidrios resquebrajados y la montura rota, reparada con un material transparente. Llevaba una camisa gris, tan grande que Draco podría ponérsela dos veces y sobraría tela, usaba unos pantalones muggles, grandes, desgastados y viejos, los zapatos eran seguramente un par de tallas más grandes; todo, absolutamente toda su indumentaria lo hacían lucir pequeño, vulnerable.
Y, desde ese día, Harry Potter se dedicó a desafiar su control con cada pequeña acción que realizaba; desde aquel rechazo público donde su veela y alfa gruñeron heridos hasta cada una de las situaciones mortalmente peligrosas en las que se veía involucrado. Todos los adultos y figuras de autoridad mostraron ser inútiles en la tarea de proteger a su futuro omega, sin embargo, a Draco el pecho se le inflaba de orgullo cuando veía a su omega superar cada batalla por sí mismo, tan seguro, tan independiente, tan digno.
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Fragmentos de una vida de recuerdos.
FanficDraco Malfoy siempre supo lo que sería, su parte veela siendo una parte dominante en él así como su condición de Alfa Prime, tan dominante, posesivo, poderoso y peligroso como solo él podía serlo. Pero también, siempre supo que ese pequeño y menudo...