Nudo marinero

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No quería entenderlo, no quería aceptarlo, pero sabía lo que era y lo que significaba su presencia

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No quería entenderlo, no quería aceptarlo, pero sabía lo que era y lo que significaba su presencia. Ver sus ojos esmeraldas y sentir su calor humano, me confirmaba lo que mi intuición resentía con pesadez. La duda asfixiante cayó sobre mí, dejándome con la sensación de una nueva carga sobre mis hombros y un nudo apretado en la boca del estómago. No podía más.

El aire del atardecer golpea nuestro rostro como si con ello pudiera sacarnos del trance y hacernos reaccionar. No lo hace, por supuesto, pero me hace consciente del contacto visual insistente y sostenido; iniciado desde que llegó a la floristería, hasta este momento en el que salimos del local por la pelea con Atsushi. Su cabello negro es meneado por la corriente de aire, y me hace darme cuenta que sus cuencas tienen profundas ojeras que apenas son ocultas por maquillaje discreto. Sus labios, agrietados, no se cierran y su mano busca la mía de forma inconsciente.

Sostengo su palma contra la mía, adorando su mano con mis dedos trémulos y tratando de trasmitirle la poca seguridad que me queda. Sin embargo, no la tengo y sus ojos siguen cayendo en el miedo de su alma. El corazón de ambos puedo sentirlo entre el enlace de nuestras manos que no dejan de temblar; él no deja de hacerlo y no detiene sus lágrimas que caen sobre su camisa hecha girones.

No tenía ni idea de lo que estaba haciendo. No me comprendía, no sabía qué ocurría, aunque la situación era transparente. Lo que segundos antes había ocurrido en la floristería, ahora se vuelven destellos claros en mi cabeza y me percato que este era el destino. Era el destino haciendo de las suyas de nuevo.

—Por favor vete —dije, no seguro si era mi voz o un producto de mi distracción—, cuando quieras hablar yo estaré aquí, te juro que tendrás las puertas abiertas de esta florería, pero por favor, tienes que irte o sino habrá más problemas con Atsushi.

Su rostro se contrae, reaccionando cuando le hablo. Me ve, esta vez, más consciente y con un nuevo sentimiento que no puedo identificar, pero es parecido al dolor por la forma en que sus cejas se fruncen, sus pupilas se contraen y empalidecen al sentir mis manos asquerosas sobre las suyas. Suelta mis manos, empuñándolas en su pecho —como si hubiese tocado algo grotesco—, gira sobre sus talones y empieza a correr por la avenida central en dirección a los lugares habitables de Akatsuka.

Me deja con la mano tendida, resintiendo el vacío sobre mi piel y siendo abrazada por el frío que revuelve mis nervios. Se va sin mirar atrás, sin mirarme una última vez; me deja solo sobre la acera frente a mi floristería junto con mi corazón en la mano que poco a poco regresa a su posición original. El ver cómo su espalda se hace cada vez más lejana me trae un dolor en el pecho, como si ya hubiera vivido esta escena antes y yo solo fuera un espectador, no un protagonista, de este encuentro fortuito.

Era curioso. Jamás en la vida pensé en encontrarme con un doble de mí. El mismo rostro, exactamente el mismo corte de cabello, casi la misma altura y la misma complexión. Lo único diferente, y que más resaltaba de ese precioso rostro cubierto por una capa de dolor, eran los hermosos ojos verdes esmeralda que no dejaron de seguirme.

Dondequiera que estés [Osomatsu-san/AllKaraAll]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora