1; Diosa piadosa.

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Mirando sus manos en silencio, Juan se encogió en su lugar en el suelo. No había pasado mucho desde que se despertó en este lugar blanco y vacío, y tampoco tardo mucho en recordar todo lo que había pasado.

No dira que no se lo esperaba, porque era algo no tan obvio, pero visible, una gran posibilidad. Tortillaland era un lugar encantador, pero no amable, no amable con el.

Mirando un poco al rededor, se pregunta si aquí pasará su eternidad. Es vacío, silencioso y a Juan no le gusta; siendo alguien que no vivió un día en silencio, este lugar le daba escalofríos. Cierra los ojos e intenta imaginar las voces de sus amigos junto a el para sentir menos el desagradable silencio: Zorman, Auron, Tanizen, Noni, Axozer...

Spreen.

Se desconcentra al instante.

Spreen...su relación había sido extraña. El hombre no odiaba a Juan y podía pasar tiempo con él con bastante facilidad, pero tampoco aclaro en ningún momento una amistad, no explícitamente.

"Nosotros somos tu familia."

...No hasta el final, al menos.

Por su parte si sabia lo que sentía por él: Era molesto como la mierda, arrogante como uno solo y una especie rara de negociador de pies a cabeza.

Pero también era alguien cálido, alguien acogedor. Juan, que había necesitado eso desesperadamente, le fue extremadamente difícil no generar un cariño por el híbrido de oso. Fue molesto admitirlo, porque en el momento que lo hizo su sentimiento totalmente platónico se dio la vuelta solo y, sin poder hacer nada, lo platónico dejó de ser platónico y pasó a algo mucho más personal.

Maldita sea el y sus sentimientos, lo hicieron todo tan difícil.

En algún punto del camino, Juan decidio que se declararía ¿qué es lo peor que podría pasar aparte de un pequeño rechazo y un pequeño golpe a su estado de animo?

Así que se dijo a si mismo que lo haría mañana, pero al día siguiente repetía lo mismo, y al día siguiente lo mismo de nuevo.

Y así, murió sin decirle que los intentos de coqueteos, sus comportamientos raros y su felicidad natural junto a él habían sido de todo menos platónico.

Pasar la eternidad solo, en silencio y con arrepentimiento sentimental ¿podria morir de nuevo ya estando muerto? Juan quiere hacer un acto de odio contra si mismo.

—No, no puedes hacer eso, pero probablemente no te tengas que preocupar mucho más.

Juan suelta un pequeño grito totalmente varonil cuando una voz suena de la nada. Se acomoda mejor y mira a su alrededor buscando el origen; no tarda mucho en aparecer.

Frente a el aparece una pequeña bola de cristal flotante, y al frente de ella, una mujer con un largo vestido violeta y pelo ondulado marrón lo mira fijamente. Juan no puede ver bien su rostro debido al gorro que lleva puesto, uno muy parecido al que usaba el, solo que este tenía una tela para taparle la cara hasta su nariz.

—Juan, hechicero supremo e hijo de los desesperados–La mujer saludo asintiendo, voz maternal y una pequeña sonrisa adornando su rostro-¿te asuste, querido? Lo siento mucho, no sabía como debía hacer mi aparicion.

Juan tarda unos segundos en calmar su respiración antes de responder.

—no, yo no- soy el hechicero supremo–Juan cambia su voz en un intento de profundizar y coloca sus manos en sus caderas–no me asustó con estupideces.

La mujer decide seguirle el momento y evita comentar sobre el grito no tan varonil. Suelta una pequeña risa.

—por supuesto, no esperaba que fuera de otra manera– Juan se estremece levemente al reconocer un toque de cariño dirigida a el– si este hechicero supremo me permite, me gustaría hacerle un trato.

Pasos pequeños (de nuevo)|| SpruanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora