PARTE UNICA

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Aegon no sabía cuándo había comenzado. Aunque siempre había prestado atención que Jacaerys tenía una fijación con seguirlo cuando eran niños. Entonces diría que el desastre comenzó cuando su padre recayó, y su hermana, junto a sus sobrinos, habían regresado para que Rhaenyra subiera como princesa regente, mientras su padre se recuperaba. Eso último nunca pasó, pues el rey Viserys murió unos meses después de la llegada de su hija. Ese mismo día de la coronación había presentado su primer celo y supo que su casta era la más vergonzosa para su familia. El hijo varón primogénito del rey Viserys El Pacifico, un omega, rebajado a doncella después de ese celo.

Se tiró al alcohol después de eso, se la pasaba en su cuarto encerrado y bebiendo como desquiciado. Su mamá se había ido a con su hermano Daeron y Helaena (ambos betas) a alguna otra parte lejos de Desembarco; era obvio que si su hijo mayor era un omega, y su hijo alfa Aemond, siguiente en la línea, entregado como pretendiente a Lucerys, Alicent y Otto no tenían nada que ver ahí... por lo pronto. A él le obligaron a quedarse (no es como si su madre y abuelo lo quisieran cerca de todos modos), pues siendo omega era propiedad de la corona y se hacía con él lo que el jefe de la casa le pareciera correcto. Su hermana se había preocupado por darle al mejor maestre para que le diera té de luna, para controlar sus celos, pero él los odiaba, era mucho que entregar y poco placer que recibía de ellos.

Cuando su historia comenzó con el príncipe heredero, había podido escapar de su habitación. Llegó al árbol blanco de Arciano con una botella de vino en la mano, tambaleándose mientras sentía como el calor le quemaba las entrañas. Ningún guardia lo había visto, sino ya estaría siendo violado lo más seguro, aunque creía realmente que su olor no era algo para llamar la atención, el NO era alguien que llamara la atención, más bien.

Cerró sus ojos mientras resbalaba por el árbol, su mente se arremolinaba en un espiral hacia la oscuridad, pero algo lo hizo abrir súbitamente los ojos y mirar desesperado a todos lados, era un olor picante, a roble fresco y humo, de ese que usaban en el septo, en las ceremonias a las que lo obligaban a ir cada cierto tiempo, que lo relajaban. Aspiró una gran bocanada mientras se abrazaba a sí mismo, tratando de que ese olor se impregnara en el.

—¿Aegon?— Una voz conocida lo llamó—¿Tío Aegon?

La voz le hizo ronronear vergonzosamente. Jacaerys se apareció frente a él, tan joven, tan perfecto, el perfecto alfa. "Como el príncipe que nunca seré" pensó tristemente. Ese maldito bastardo era más perfecto que él, a pesar de ser todo un Strong.

—¿Estás bien? creo... creo que necesitas ayuda.

La voz temblorosa de su sobrino lo delató, sabía lo que estaba pasando y parece que su olor le estaba afectando. Sonrió tontamente. No era tan perfecto al parecer, no era inmune a las hormonas de Aegon II El Fracasado.

Después de eso, todo había sido un borrón de placer y locura, la miseria desapareció por un momento lejos de él. Después de que Jacaerys le entregó su primer nudo, el príncipe heredero intentó enlazarse con él, pero el collar hecho de piel de dragón le impidió marcar a su omega. Más adelante de eso, habían sido encuentros en el celo, se ayudaban mutuamente, pasando los meses ya no necesitaban el celo para poder disfrutarse el uno al otro.

Naturalmente, en algún momento, todos en la familia se habían dado cuenta, pero nadie decía nada, no por él, nunca por él, sino por el futuro rey. Había breves chismes corriendo por ahí y por allá; pero nadie decía nada directamente, la primera vez que pasó, que lo habían llamado una puta serpiente que enrosco al pequeño príncipe con algún tipo de hechizo, Aemond había cortado la cabeza del infeliz. Aegon dudo si era para defenderlo a él o a su sobrino/cuñado, Lucerys (si se hablaba de que su hermano se acostaba con el sinvergüenza de su tío, la reprimenda llegaba al pequeño Velaryon tarde o temprano). No pregunto, porque temía la respuesta, igualmente Aemond era malo con demostrar sus sentimientos, igual a todos los alfas.

EL OLOR DEL VINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora