Prólogo

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Érase una vez en las tierras de Ostania.

Un joven príncipe vivía en un hermoso castillo, aunque tenía todo lo que pudiese desear, el segundo hijo del rey era alguien malcriado, cruel y egoísta, muy poco amable...

Una noche de frío invierno, una vieja mendiga llegó al castillo y le ofreció una sola rosa a cambio de refugio contra la tempestad que se desarrollaba allá afuera. Repugnado por su aspecto andrajoso, el príncipe se burló del obsequio y hecho a la anciana a la calle. Ella le advirtió que no se dejara engañar por las apariencias, porque la belleza estaba en el interior. Cuando la volvió a rechazar, la fealdad de la anciana desapareció y reveló a una hermosa hechicera de cabello castaño con coletas, con sus ojos claros, juzgó al vástago.

El príncipe intentó disculparse, pero ya era demasiado tarde, porque ella había visto que, en su corazón, no había amor.

Como castigo, lo convirtió en una espantosa bestia y encantó el castillo con un poderoso hechizo junto a todos los que moraban ahí. Avergonzado de su monstruoso aspecto, la bestia se escondió dentro de su castillo, siendo un espejo su único contacto con el mundo. Pues sus padres y hermano, lo dejaron en el olvido por el bien de la reputación de la familia real Desmond.

La rosa que le había ofrecido la hechicera, era en realidad una rosa encantada que duraría hasta los veintiún años del príncipe, donde si llegaba a amar a una doncella y ella lo amaba también, antes de que cayera el último pétalo, se rompería el hechizo.

Si no, quedaría encantado y sería una bestia por toda la eternidad.

Al pasar los años, él cayó en la desesperación y perdió toda esperanza porque...

¿Quién podría algún día amar a una bestia?

La Bella y la BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora