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El día dónde por fin jugarían contra la selección de Argentina había llegado, y Guillermo lo agradecía infinitamente.
Al fin las emociones podrían invadir nuevamente su cuerpo, eso lo comprobaba la caja de chicles que tenía en sus manos, el hábito de masticar un chicle en cada partido para controlar los nervios que salían a flote, lo estaba poniendo en práctica. Sabía que esas emociones no durarían mucho, pero por el momento no se quejaría de ello.  Faltaban tan solo pocos segundos para que  la selección mexicana  saliera al estadio y se encontrarán cara a cara contra los que por el momento, sería sus oponentes.
Sus pies al fin había pisado el pasto verde y sus oídos habían sido llenados con innumerables olas de gritos provenientes de una parte del estadío,  cortesía de los aficionados que se encontraban en aquel espacio, gritos que iban cargados con emoción y felicidad en muestra de que los estaban apoyando, lo que hizo que él rápidamente fuera contagiado de las mismas emociones y una leve sonrisa apareciera en su rostro. Sí, ese tipo de emociones son las que en un pasado podía sentir fácilmente en muchas ocasiones y que ahora, solo podía ser un lujo difícil de conseguir en cada día de su vida. Por ello, y para disfrutar al máximo lo que estaba a punto de ocurrir, ya había mentalizado las metas que quería cumplir, poder parar los posibles intentos de goles que, seguramente, los oponentes querrían llevar a cabo, pero principalmente, divertirse y ganar esa experiencia que sabía que era única en la vida. O al menos, en la de él.

Sabía que la selección de Argentina tenía alfas capaces, y que uno de ellos era el tan famoso número diez, había escuchado innumerables alabanzas que iban dirigidas a él, lo que hizo que en muchas ocasiones naciese el pensamiento de querer ver cómo jugaba y confirmar con sus propios ojos si lo que decían aquellas voces era cierto o no. Sin embargo, esos pensamientos no duraban más de unos minutos antes de que desaparecieran, no era algo que considerará importante.
Quería ganar aquel partido, pues era parte de uno de los requisitos necesarios para poder pasar a la siguiente etapa de aquel mundial, y la competitividad era algo muy característico de él.

El himno nacional mexicano comenzó a resonar en todo el estadio mientras voz tras voz se le unían para crear aquel canto característico de México, y que con gran orgullo, empezó a cantar  también. El himno por fin terminó, para que ahora, el himno argentino comenzará a sonar. Disimuladamente, dirigió su mirada a donde se encontraba la seleccion argentina y recorrió con su mirada a cada uno de los integrantes de esta. A excepción de solo una persona que no lograba ver bien, pues era un poco más bajo que los demás. No le dió tanta importancia y solo espero pacientemente hasta que el partido diera inicio. La señal de que finalmente fueran a ponerse en sus posiciones hizo que sus compañeros y él fueran a darle un saludo rápido a los de la selección contraria.

—Suerte– fue diciendo a cada persona mientras les daba un leve apretón de manos. Su mirada se mantenía al frente, hasta que llegó al lugar de una persona donde su mirada tuvo que bajar un poco.
Unos ojos cafés recibieron su mirada, y su mano, con la cual iba saludando, fue recibida por la de aquella persona.

–Suerte– escucho decir ahora al integrante de aquella selección, más no respondió y solo se mantuvo en el apretón de manos sin soltar la contraria. Por un momento se había quedado en trance, pues su cuerpo había sentido una corriente eléctrica que se había generado al instante en que lo había tocado, sus ojos se habían perdido brevemente en los contrarios y la voz magnética que escucho lo hizo cuestionarse de si había sido real o solo producto de su imaginación.
–¿Te encuentras bien?–  Volvió a escuchar aquella voz, y solo pudo aflojar levemente su mano.

–Hey, Memo, reacciona. O solo te quedarás embelesado viendo al oponente– Escucho cerca de su oído y pronto sintió un leve golpe en su espalda, Herrera, que se encontraba detrás de él, soltó una pequeña sonrisa, y Guillermo solo entonces soltó la mano del que portaba el número diez en su playera. Solo pudo darle un leve asentimiento antes de que Herrera lo empujara para que caminara hacia su posición.

El sentido de mi vida [OCHOA X MESSI]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora