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Sueños extraños
Segundo mes, segunda rosa.

Buenos días, Juan. Han pasado varias cosas en este mes... Pero el otro día me soñé con vos, la cosa es que el sueño fue un toque raro. Bueno, si no estoy mal, Rubí era un oso, creo que recuerdo su apariencia física de algún lado, pero el caso es que creo que me soñé con ella. Estaba con un tipo con una cara extrañamente feliz, parecía hasta una máscara, era raro, la cosa es que yo los veía y corrí a contarte, pero cuando te encontré vos estabas sobre un caballo rosado, parecías drogado. La cosa es que yo te llamé y vos de una te bajaste y me besa... bueno, el caso es que después fuimos a dónde te dije que estaba Rubí pero cuando llegamos en su lugar estaba el sujeto raro de la cara feliz. — Spreen río al recordar la expresión facial del de anteojos al ver a tal muchacho, su expresión fue muy... muy Juan.

Spreen adaptó una nueva y más cómoda posición, puesto que momentos antes se encontraba de rodillas, pero al pasar de los minutos aquella pose se tornó un tanto incómoda para él.

Cerró los ojos, y trató de relajarse. Se sentía extraño, su ausencia se sentía extraña.

— Fuí a tu santuario, me lleve algunas de las cosas que habían quedado algo intactas, espero que no te moleste. Aunque, no sé cómo podrías molestarte, porque... bueno, el caso es que las lleve para decorar mi nueva casa. Porque, hablando sobre eso, hice una nueva casa, un poco alejada del pueblo, la hice pensando en vos, le puse cosas que pensé que te gustarían, no estoy tan seguro porque no éramos los más cercanos, pero creo que sí te conocía un poco. — Spreen volvió a abrir los ojos, y observó el nombre en la lápida.

“Juan Cúbito, el hechicero supremo.”

El híbrido continuó “charlando” con su amigo, contándole con respecto a cosas sobre Zorman, Ari, y demás, cosas de las que se había enterado y le parecían levemente interesantes.

Mientras continuaba con su conversación, hacia diversos movimientos. Mover las manos, cambiar de lugar, cerrar los ojos, sonreír mientras miraba hacia el suelo recordando algunas cosas, cambiar repetitivamente su expresión facial, quitarse y volverse a poner sus lentes negros, y demás cosas, con el único pequeño detalle de que nunca soltó aquella flor roja que se posó en su mano desde que llegó al lugar.

Sin embargo, cuando el sol empezó a desaparecer de la vista de Spreen, este decidió que sería buena idea marcharse antes de que los monstruos iniciaran con sus apariciones.

Dejó la rosa en su lugar, y tomó la vieja que ya hace mucho tiempo se había empezado a marchitar, guardandola en su bolsillo derecho para posteriormente encaminarse hacia su hogar.

Extrañaría hablar con Juan.

Red | Spruan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora